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Photo by: Matt Hrkac ©

‘Jin, Jîyan, Azadî’ (Mujer, Vida, Libertad)

Es una niña. En muchos países esa sencilla frase ligada al primer vagido de la recién nacida significa el comienzo de una vida marcada por la desigualdad, la injusticia y muchas veces por la violencia. Son países, a veces regiones, jirones olvidados de estados, en los cuales la tradición, la religión, la cultura, han determinado desde hace muchos años una desigualdad que es difícil, muy difícil de desafiar. Sin embargo, las mujeres de esos países no dejan de luchar, se organizan, se ayudan aun a sabiendas de los riesgos que enfrentan, riesgos que muchas veces conducen a la cárcel y otras a la muerte. 

Irán es uno de esos países en los cuales, por ley, a las mujeres se les priva de muchísimos derechos y la igualdad es un sueño prácticamente inalcanzable. Desde que los ayatollah se instalaron en el poder, la vida de las mujeres, que representan casi la mitad de la población, ha quedado atrapada bajo el manto negro de los burka, los niqab, o cuanto menos los hiyab. Al igual que en Afganistán desde el regreso de los talibanes, en Arabia Saudí, y en muchas otras ciudades o pueblos de otras naciones, las mujeres iraníes viven sometidas a una permanente injusticia. Alejadas de cualquier lugar de poder, muchas veces privadas de educación, obligadas a casarse siendo aún unas niñas y en contra de sus deseos, viven sometidas a la voluntad de los hombres de la familia para tomar hasta la más mínima decisión de vida.

A pesar de todo las iraníes han demostrado ser mujeres fuertes, mujeres dispuestas a luchar y a morir en esa lucha. Tras la muerte de la joven de 22 años Masha Amini a manos de la policía moral que la encarceló bajo la acusación de llevar mal puesto el velo, las mujeres de ese país están liderando una de las más grandes manifestaciones de protesta en todo el país. Han quemado los velos, cortado sus cabellos y demostrado una valentía admirable que ya ha cobrado 156 víctimas. Han sido miles las personas detenidas.

Están protestando desde el pasado 16 de septiembre al grito ‘Jin, Jîyan, Azadî’ (Mujer, Vida, Libertad). Con su entusiasmo, su capacidad organizativa, han logrado liderar un movimiento al cual están adhiriendo también muchos hombres, en su mayoría estudiantes y muchas mujeres mayores que decidieron ponerse del lado de sus hijas y nietas.

¿Será suficiente? ¿Lograrán las y los iraníes cambios que permitan el respeto de sus derechos civiles y sus derechos humanos? Imposible saberlo. No es la primera vez que las calles de Teherán y otras ciudades se llenan de manifestantes sin que se logre cambio alguno significativo. Más bien, a veces el régimen, tras domar las protestas, ha profundizado en la represión.

Para evitar que pase lo mismo también esta vez es fundamental el apoyo internacional. Todos, pero sobre todo las mujeres, tenemos la obligación de mantener viva la llama de esa protesta, estemos donde estemos, porque la presión internacional debe seguir siendo fuerte. Las y los iraníes tienen que sentir nuestra solidaridad real.

Y no solo porque ese pueblo y sobre todo sus mujeres merecen nuestro apoyo pleno e incondicional, sino porque, aun en países en los cuales hemos logrado la paridad de género, la injusticia se mueve de manera subrepticia, silenciosa. La desigualdad está al acecho, siempre, muchas veces oculta tras grandilocuentes discursos que aseguran lo contrario.

Los talibanes no son los únicos en usar para fines propios y en contra de las mujeres su interpretación de la religión. Lo mismo pasa en otros lugares y con otras religiones. 

Los derechos de las mujeres están constantemente en peligro. Asistimos en Estados Unidos a la pérdida de un derecho tan arraigado como el aborto y vemos con preocupación la fuerza que están adquiriendo los partidos de ultraderecha en las naciones europeas, partidos que ensalzan el rol de la mujer-madre, mujer ama de casa, ángel del hogar. Una manera sutil de quitarnos derechos sin decirlo abiertamente.

Solo a través de la solidaridad podemos ayudar a otras mujeres a obtener mayores derechos y a nosotras a no perder los que tenemos.       

Tenemos que hacer nuestro el grito de las iraníes ‘Jin, Jîyan, Azadî’ (Mujer, Vida, Libertad), y gritarlo en las plazas de todo el mundo.


Photo by: Matt Hrkac ©

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