“Prefiero morir de pie que vivir de rodillas” dijo Stephan Charbonnier, cuando, en 2011, una bomba destrozó la sede del semanario satírico francés Charlie Hebdo, que dirigía y que había publicado unas viñetas con la imagen de Mahoma en su portada. Y así fue. El pasado miércoles 7 de enero, dos hombres armados de kalachnikov irrumpieron en una reunión de redacción y lo mataron junto con otras 11 personas. Entre las víctimas están cuatro de sus más importantes viñetistas: Cabu, Tignous, Wolinski y Honoré.
Una vez más la prensa libre, la sátira, la información, han sido el blanco de la violencia y la intolerancia. Balas contra palabras. Y esas balas no solamente están dirigidas a silenciar la información sino a crear el caos, a sembrar el miedo, a alimentar xenofobias y racismos y, en consecuencia, a ampliar los enfrentamientos entre las distintas componentes de las sociedades. Son un regalo en bandeja de plata para los movimientos y partidos que basan sus campañas en el odio y la intolerancia hacia quienes son diversos y en particular hacia los inmigrantes.
El luto que ensangrienta la Francia es el luto de todos.
El poder, los gobiernos autoritarios y también las mafias le temen a las palabras escritas, las imágenes y a la sátira. Conocen su fuerza, saben que son vehículos que obligan a la gente a pensar, a reflexionar, a ver más allá de las consignas y los credos religiosos. Les tienen tanto miedo que tratan de silenciarlas.
¡Cuántas veces los medios de comunicación de América Latina y el Caribe han sido blanco de violencia y amenazas por parte de gobiernos que desean controlar la información para maquillar la verdad!
Veinte periodistas fueron asesinados durante 2014 en Brasil, Colombia, El Salvador, Honduras, México, Paraguay y Perú. Un año que Gustavo Mohme, Presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), definió “sombrío» para la prensa en la región. Y muchos otros comunicadores han sido amenazados. En el informe final de SIP, tras la Asamblea que se realizó en Chile, se lee: “La libertad de expresión y de prensa en el hemisferio enfrentó un marcado deterioro en los últimos seis meses debido a un significativo incremento de la censura directa e indirecta y los ataques físicos a periodistas”. Sigue una relación detallada, país por país, de la cual emerge una realidad muy preocupante.
No es fácil ser periodista en nuestras naciones.
Los medios de comunicación sufren constantemente los ataques de gobiernos que mal soportan las críticas y las denuncias. Y las palabras que ponen al descubierto las connivencias entre la política y la delincuencia organizada, son un boleto casi seguro hacia la muerte.
Es importante tomar conciencia del rol fundamental que juega la prensa en cualquier sociedad, sin importar la línea editorial de los distintos medios. Respetar esa libertad significa respetarnos a nosotros mismos como seres pensantes, significa creer en un mundo donde la diversidad no es pecado ni reato.
Stephan Charbonnier, o mejor Charb, como todos lo llamaban, sabía que su vida estaba en peligro pero no permitió que el miedo lo paralizara. Su sátira, siempre irreverente, denunciaba sin piedad a los políticos y a los fanáticos. Utilizaba la risa para decir verdades. Su muerte no puede quedar sin consecuencias. Debe servir de aliciente para que todos, y en particular los que vivimos en América Latina y el Caribe, sigamos expresando nuestras ideas con la escritura, la fotografía, el dibujo, la sátira.
Debemos mantener vivos en nuestra memoria a Charb, Cabu, Tignous, Wolinski, Honoré, a las otras víctimas de Charlie Hebdo y a todos los comunicadores asesinados en otras partes del mundo.
Debemos recordarlos y luchar para que quede claro que las balas pueden matar los cuerpos pero no las ideas y que las palabras son invulnerables.
Debemos recordar, porque Charlie somos todos.