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editorial latinoamerica
Photo by: Pedro Ribeiro Simões ©, The Balance (1993) - Artur Cruzeiro Seixas (1920)

Heridas sureñas

Recién empezaba a apagarse el eco de las protestas en Ecuador, cuando una chispa tan fuerte cuanto inesperada se prendió en Chile. Este país que el resto del mundo conocía por sus cifras macroeconómicas sin preocuparse por indagar en la dura realidad cotidiana del pueblo, finalmente explotó mostrando todas las costuras de ese dibujo disneyano que de él realizaban los empresarios y el mismo presidente Sebastián Piñera. Un aumento en el costo del boleto del metro fue el pretexto para que estallara la calle. Manifestaciones oceánicas llenaron cada rincón del país y Piñera, quien se ha caracterizado por su escasa capacidad de comunicación con la sociedad, pensó que podía controlarlas con la represión. Palabras como toque de queda, atropellos de los carabineros, muertos, heridos, presos, torturados, volvieron a llenar el vocabulario de los chilenos quienes, después de la dictadura de Pinochet, las creían borradas. Los excesos que caracterizaron una parte muy minoritaria de los manifestantes no tienen comparación con la violencia de la represión que se ensañó contra personas indefensas y de todas las edades que querían expresar pacíficamente su malestar.  Si bien la contundencia de la protesta haya obligado Piñera a dar marcha atrás en algunas de sus medidas económicas, los chilenos mostraron con descarnada sinceridad las heridas que dejó la dictadura y que ningún gobierno pudo o quiso curar. No lo hicieron los gobiernos socialistas temerosos de despertar otra vez el monstruo de la dictadura, que, como bien demostró la represión de estos días, nunca fue descabezado totalmente, y mucho menos los de centro derecha.

Sin embargo, el pueblo dijo basta y esas heridas deberán encontrar con urgencia una cura para evitar gangrenarse. La sociedad, en su inmensa mayoría, decidió seguir en la calle hasta tanto los políticos no presenten soluciones reales a sus problemas y devuelvan a los ciudadanos la dignidad que merecen disminuyendo las desigualdades y garantizando a todos el acceso a la educación y a la salud.

Paralelamente a las protestas chilenas se prendieron otras en Bolivia. Inmediatamente después de las elecciones, tras un conteo de votos con muchas sombras que dio la victoria a Evo Morales, la población se volcó a la calle mostrando un país dividido e incapaz de dialogar. Efectos inevitables de las políticas que caracterizan a jefes de Estado quienes, como Morales, se aferran al poder y transforman a los adversarios políticos en enemigos.

Finalmente, también Argentina y Uruguay, esta vez en las urnas y de manera pacífica, mostraron su descontento hacia los respectivos gobiernos y se inclinaron hacia el cambio.

En realidad, en lo que a Argentina concierne, la palabra cambio tiene escaso valor ya que más bien se trata de un regreso al pasado. La silla presidencial será ocupada formalmente por Alberto Fernández; mas todo indica que la verdadera jefa de Estado será una vez más Cristina Fernández de Kirchner. La recesión económica del país, el miedo que nuevamente se infiltró en las casas de la clase media y de los más pobres, lograron borrar el recuerdo de los errores de los gobiernos Kirchner y la indignación por los escándalos de corrupción que involucraron a personajes del gobierno y a la misma presidenta. A pocos días de ser electa vicepresidenta del nuevo gobierno, que entrará en funciones el 10 de enero de 2020, un tribunal de segunda instancia confirmó su enjuiciamiento por asociación ilícita. Se le acusa de haber

presuntamente recibido sobornos a cambio de contratos de obras públicas.

Son once los procedimientos judiciales a los que la vicepresidenta actual ha sido sometida. No obstante, aún hay quien cree en ella. De hecho, sigue teniendo mucho séquito en la población. Y mucho rechazo también, rechazo que permitió a Macrí evitar una caída más grave y mantener un buen posicionamiento en el Congreso.

No será fácil la vida para el peronista Alberto Fernández. Tras despertar tantas ilusiones, deberá tomar medidas duras para disminuir la inflación y la pobreza. Veremos si, en ese tándem en el cual se montó a pesar de las múltiples críticas que él mismo había hecho a la expresidenta durante años, será él quien manejará el timón o si se transformará en el muñeco de trapo de la Kirchner.

Esperamos también que sea capaz de mostrar una mayor sensibilidad social hacia las minorías y las mujeres, enfrentando de manera seria y decidida el gran azote que representan en Argentina la trata de seres humanos, en especial niñas, niños y mujeres, y la violencia de género.

En cuanto a Uruguay, a pesar de ser el país con la más extensa clase media, la población ha reaccionado frente a algunos escándalos de corrupción negando su apoyo al Frente Amplio. Los candidatos irán a una segunda vuelta que, aparentemente, terminará con una victoria de la coalición de centro derecha. Una coalición poco cohesionada en los programas pero unida para efectos electorales.

América Latina es nuevamente una región signada por graves turbulencias. Las heridas dejadas por gobiernos incapaces de enfrentar una crisis económica que, según datos del mismo FMI, está repercutiendo en su crecimiento posicionándolo en un 0,2 por ciento; las profundas desigualdades que han sido realmente superadas; las graves asimetrías regionales y una clase media cada vez más pobre, están movilizando las poblaciones como nunca.

Ya no es solo Venezuela que pide al resto del mundo condenar los atropellos que sufre la población desde hace años y años, ahora también en el sur de la región, las heridas vuelven a sangrar y las poblaciones a pedir justicia.


Photo by: Pedro Ribeiro Simões ©, The Balance (1993) – Artur Cruzeiro Seixas (1920)

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