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daniel ortega
Photo Credits: Cancillería del Ecuador ©

¿Hasta cuándo Daniel Ortega? 

Con la brutalidad y obstinación de los peores dictadores, Daniel Ortega en Nicaragua sigue aferrado a un poder que ya no le pertenece. Poco le importa la estela de sangre que está dejando un régimen que, por su alto grado de corrupción, nepotismo y violencia se asemeja cada día más al de Somoza.

Sin embargo no debería sorprender el giro que ha dado la gestión del ex guerrillero Ortega. Si la memoria de los pueblos no fuera tan corta nunca hubiera tenido la oportunidad de ocupar nuevamente la silla presidencial después de haber traicionado los ideales que lo llevaron a apoderarse de ella, entre 1979 y 1984.

En esas primeras elecciones libres después de la caída de Somoza, Ortega fue el candidato del FLN (Frente de Liberación Nacional) que tanto había luchado para salir de una de las peores dictaduras de América Latina. Lo escogieron, según recuerdan testimonios de excelencia como los escritores Gioconda Belli y Sergio Ramírez, a pesar de que otros lo hubieran merecido más, solo para evitar fracturas dentro del mismo Frente Sandinista.

Craso error que mucho lamentaría el pueblo de Nicaragua. Daniel Ortega, su esposa Rosario Murillo, a quien apodan “la bruja”, los hijos y familiares, se enfermaron de poder y, cuando, tras cuatro intentos fallidos, lograron hacerse de la presidencia una vez más en 2007, lo hicieron dispuestos a no dejársela arrebatar más nunca, pasara lo que pasara.

Como todo dictador que se respete, Ortega se dedicó de inmediato a destruir todas las instituciones democráticas y a garantizarse el apoyo de los militares permitiéndoles ocupar cargos civiles en instituciones públicas. Inmediatamente después impulsó un cambio en la Constitución para tener la posibilidad de ser reelecto Presidente en el período 2012-2016.

Cuando llegó a la conclusión del segundo mandato, su esfera de influencia y corrupción era tan amplia y su poder tan ramificado que no solamente ganó de manera fraudulenta las elecciones por tercera vez sino que se quitó definitivamente la careta de democráta, destituyó a los diputados de oposición que quedaban en el Congreso e impuso a su esposa como vicepresidente.

Ortega se volvió un nuevo Somoza y pensó haber destruido definitivamente toda posibilidad de disidencia y de controlar el país con el miedo y la corrupción. Sin embargo debería recordar los tiempos en los cuales él mismo luchó para destituir a Somoza quien también se sentía invencible y pensaba tener el control de su pueblo.

No fue así. Tampoco lo será para los Ortega.

El pueblo de Nicaragua una vez más está demostrando su fuerza, su valor, su determinación. Los nietos de los revolucionarios del FLN son hoy los jóvenes que están dispuestos a dejar la vida por la libertad. Muchos murieron, otros quedaron heridos de por vida en alma y cuerpo, sin embargo los otros están decididos a no dejar las calles.

Su determinación está obligando a todos a salir de sus esferas de confort. Es lo que ha pasado con los industriales quienes, tras aprovechar la falta de ética de los Ortega y su insaciable sed de riqueza para realizar jugosos negocios, también les quitaron su apoyo.

Daniel Ortega ya demostró que está dispuesto a cualquier barbaridad con tal de mantenerse en el poder, tanto que no le tembló el pulso al ordenar a sus mercenarios repeler con saña la marcha pacífica de las madres dejando en el asfalto más muertes y más heridos.

Quince persona perdieron la vida, entre ellos un adolescente de 15 años, y 79 quedaron heridas tras la brutal respuesta de los grupos parapoliciales y oficiales que dispararon contra manifestantes desarmados.

Dolor que se añade al dolor por los muertos de las otras manifestaciones. La pregunta que surge de tanto luto es “¿Hasta cuándo Daniel Ortega?”.

Es difícil saberlo. Sin embargo son cada vez más amplios y profundos los huecos que rasguñan la malla de su poder. Todo indica que la represión y violencia de Ortega son patadas de ahogado. Ya le llegará su hora, a pesar de la tibieza de las reacciones internacionales. Ya llegará el momento en el cual, al igual que Somoza, Daniel Ortega junto con su familia, deberá alejarse de la Presidencia y pagar por los crímenes cometidos en todos estos años.

Y deberá mirar a la cara y responder a sus viejos compañeros por haber embarrado el sueño compartido de una sociedad más justa, más honesta, más solidaria y más democrática.


Photo Credits: Cancillería del Ecuador ©

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