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Photo by: arlos Castro Ruge ©

Francia Márquez versus Marelene Castillo 

La política en el mundo entero, pero sobre todo en América Latina, pareciera desconocer los grises, esas posiciones que van desde el centro más progresista al centro más conservador. 

La antipolítica ganó definitivamente la batalla y, cada vez más, asistimos al ascenso de gobernantes quienes manipulan la rabia del electorado para crearse un espacio.

Las recientes elecciones en Colombia fueron otra demostración de esa tendencia. Los votos de la semana pasada se orientaron hacia dos personajes que están en las antípodas. Gustavo Petro, quien fue el más votado, es un candidato progresista, un político de vieja guardia cuyo discurso se nutre de la retórica antisistema, si bien con matices mucho más moderados de los de su contendor Rodolfo Hernández, el ingeniero, como ama definirse. Este último no conoce de política, considera que todo se puede comprar, y, como todos los populistas narcisistas, no mide las palabras porque convencido de estar siempre en lo cierto.

Quedaron fuera de la contienda electoral el moderado Sergio Fajardo, apoyado por una parte de los intelectuales y de la clase media, y Fico Gutiérrez, representante de la derecha uribista. Fue justamente el uribismo el gran perdedor de esta primera vuelta electoral, posiblemente cerrando una época dominada por la presencia de ese presidente. La causa hay que buscarla en el pésimo gobierno de su delfín Iván Duque.

Desde el punto de vista de las mujeres la diferencia entre un gobierno presidido por Petro y otro guiado por Hernández, será realmente abismal. No tanto porque Petro se preocupe mucho por los derechos de las mujeres, sino porque tendría a su lado a Francia Márquez, una activista quien no solamente defenderá los derechos de las mujeres sino también de los más pobres, de los olvidados, así como de la comunidad LGBTQ+ y de los afrodescendientes. Petro tuvo que aceptarla como vicepresidenta, aun si hubiera preferido otras opciones, porque Márquez fue la tercera candidata más votada de las primarias de todas las coaliciones.

Madre soltera desde los 16 años, pobre y afrodescendiente. Francia Márquez conoce el lado difícil de la vida de miles y miles de personas; sobre todo de las mujeres quienes tienen que enfrentar las mismas dificultades que tuvo que superar ella a lo largo de su vida. Habla y actúa con el corazón y sin retórica. Contar con ella en la Presidencia será una garantía para todas las personas que siguen invisibilizadas y marginadas en un país fundamentalmente machista y racista.

Bien diferentes serían las cosas si ganara Hernández, un hombre que del machismo hace una bandera, quien dijo explícitamente que las mujeres deberían estar en sus casas cuidando a los hijos. Agregó que a la gente no le gusta tener a mujeres en el gobierno y que ellas deberían limitarse a aconsejar a los maridos, entre bastidores.

Como si no fuera suficiente al hablar de la ley del feminicidio vigente en Colombia tras el asesinato de Rosa Elvira Cely en 2012, dijo, en un video, que la senadora que impulsó la ley transformó un homicidio en feminicidio sin que eso haya solucionado nada. Dijo también que creía que esa ley había sido abolida por la Corte. La reacción no se hizo esperar y se volvió viral, en Twitter, la etiqueta #ElFeminicidioSiExiste.

Tras decir tantas barbaridades con la misma prosopopeya con la que expresó su admiración a Hitler y a Mussolini, para luego tratar de retractarse con banalidades que más bien confirmaban su pensamiento, Hernández para calmar los ánimos del electorado femenino escogió también a una vicepresidenta: Marelen Castillo. Catedrática e investigadora Castillo es muy católica. Siguiendo los lineamientos del candidato a la Presidencia, quedó un paso atrás durante toda la campaña, representando un papel deslucido y bastante humillante cuando intentó defender lo indefendible.

Para las mujeres el verdadero reto no se juega tanto o sobre todo en la contienda entre dos candidatos a presidentes, sino entre las dos posibles vicepresidentas y los valores que ellas representan y que defenderán.


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