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Photo by: Dranac CP ©

¡Estúpidas guerras!

Tras la segunda Guerra Mundial, el mundo parecía haber entendido la estupidez de unas acciones militares de las cuales nadie sale ganando. El denominador común de toda guerra es miles y miles de muertos, ciudades destrozadas, hambre y emigraciones forzadas. Los ejércitos marchan sin que la mayoría de sus soldados entienda la razón por la cual tiene que matar a otro como él, con los mismos miedos, las mismas añoranzas, el mismo deseo de paz.

Quizás lo absurdo de todo aflore con particular evidencia cuando, al firmar la paz, los pueblos salgan a la calle a festejar y personas que hasta el día antes se consideraban como enemigos vuelvan a ser solo personas de países distintos.

Las guerras siguen asolando aún hoy nuestro planeta, sobre todo en África. Países como Libia, Siria, Yemen viven las consecuencias de conflictos que continúan obligando a miles de personas a huir de ciudades devastadas, del hambre y del miedo.

Es evidente, absolutamente evidente, la inutilidad de las guerras que responden a los intereses de pocos y cobran la vida de muchos. Sin embargo, como si fuéramos marionetas que no pueden evitar moverse según los hilos que las manejan, estamos nuevamente hablando de guerra fría o, peor todavía, de una tercera guerra mundial.

El ciego y obstinado deseo de grandeza de Putin lo ha llevado a empujar, hasta el límite de lo racional, un posible conflicto internacional utilizando Ucrania como si fuera un país de papel y no un lugar en el cual viven millones de personas que nada tienen que ver con sus designios geopolíticos.       

Estados Unidos y la OTAN desplazaron tropas a la frontera dispuestos a responder con la fuerza en caso de una invasión de Ucrania por parte de Rusia. En el medio de este tira y afloja, los ucranianos quienes se preparan para lo peor, sin poder evitarlo.

Desde 2013 Ucrania, y en ese entonces también Crimea que era parte del mismo país, se ve envuelta en un conflicto que nada tiene que ver con los intereses y la voluntad de la mayoría de su población. En ese momento el presidente Víctor Yanukóvich, prorruso, decidió bloquear los acuerdos que se estaban llevando adelante para que Ucrania entrara a ser parte de la Unión Europea. La indignación de la población se manifestó en las calles, pero la represión fue tan brutal que Yanukóvich tuvo que renunciar y dejar el país.

Poco después, se consumó la anexión de Crimea a Rusia a través de un referéndum manchado de acusaciones de fraude.

Es el fin declarado de la paz para Ucrania que empieza a ser escenario de guerras internas que enfrentan a prorrusos y proeuropeos. Entre escaramuzas, amenazas, intentos de paz fallidos, se llega hasta el actual despliegue de fuerzas rusas en Bielorussia, cerca de la frontera con Ucrania.     

Putin sueña con ser el artífice de una renovada Unión Soviética, que revierta el mapa geopolítico actual. Naturalmente cuenta con el beneplácito de China. Estados Unidos y Europa, aun con menos ganas de iniciar una guerra, están decididos a no permitir una invasión de Ucrania que pondría en serio riesgo su posición y fuerza internacional.

En medio de esos cálculos, estrategias y juegos de poder, está Ucrania, víctima de una confrontación que parece destinada a seguir y seguir sin que se puedan medir las consecuencias.

Parece un juego de mesa, mas no lo es. En el tablero de esos pocos que aman jugar a la guerra hay seres humanos que no quisieran matar ni ser matados. Pero que, con el orden mundial en el cual vivimos, no tienen como evitarlo.

Las grandes guerras empezaron siempre con conflictos aparentemente periféricos. 

Quizás haya llegado el momento de pensar qué instrumentos podríamos crear los ciudadanos, independientemente de los gobiernos, para frenar la locura de quienes detienen el poder sin preocuparse por el bienestar ni de sus pueblos ni del resto del mundo.


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Luis
Luis
2 years ago

El gran peligro para todos nosotros en el mundo se daría, en caso de una inicial guerra “convencional”: cuando uno de los titanes en conflicto vaya perdiendo sucesivamente las batallas y no quiera perder la guerra, entonces se podría desatar el infierno nuclear. En tal caso, nosotros los latinoamericanos podríamos ser pasivos de la bomba N, la de neutrones, la famosa “solo mata gente”. Porque los estadounidenses “necesitarían” nuestros territorios…….

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