Un poema desgarradoramente hermoso. Es lo que pensamos tras ver: Edna, el más reciente documental del director brasilero Eryk Rocha. Todo en ese documental es poesía: las imágenes, la voz de la protagonista, los poemas que ella escribe y en los cuales encuentra la fuerza para seguir adelante. Poemas que son al mismo tiempo una denuncia y una esperanza. Palabras que se apretujan en las páginas de un cuaderno. Escritas a mano porque en esa humilde casa al borde de la Transbrasiliana, no ha llegado la tecnología. Palabras que trasudan dolor y reflejan la voluntad de combatir el olvido. Palabras que encierran, asimismo, la capacidad de sueño. Edna, a pesar de las heridas que rasgaron su cuerpo, logró salvar el alma. Con una sensibilidad diáfana, aprecia la belleza de una flor amarilla, escucha lo que dice el viento, mira el horizonte en el cual se pierde la carretera y piensa que un día dejará todo para irse… sencillamente irse. Não sei onde. No sabe y quizás no le importe dónde.
Y poesía destila cada palabra del director Eryk Rocha cuando empieza a hablarnos de su encuentro con Edna, de las razones que lo han llevado a transformarla en la protagonista de un documental. La conoció mientras acompañaba a su compañera, Gabriela Carneiro da Cunha, actriz y directora de teatro, quien estaba preparando una obra de teatro sobre las guerrilleras de Araguaia, en la selva amazónica de Brasil, uno de los lugares que más sufrió los desmanes y la crueldad de los militares durante la dictadura.
Intacta ha quedado la emoción por ese encuentro que transformó en película.
“Edna, por sí sola es un testimonio de la historia de violencia de Brasil. Violencia que vivió en su cuerpo aun sin estar involucrada en la guerrilla ni en los movimientos de izquierda. Edna es una mujer del pueblo, una campesina, quien luchó siempre por la tierra, por su dignidad. Sin embargo, queda fuera de la fotografía, de la historia oficial. Lleva en su cuerpo la memoria de las violaciones, de las torturas, y las vuelca en sus escritos. La gran resistencia de Edna es su poesía. Todo lo que narra tiene una gravedad muy fuerte y sin embargo ella lo describe con mucha suavidad, de una forma singular. Muy propia, muy original. Al mismo tiempo Edna es un sujeto colectivo que representa a millones y millones de mujeres de Brasil y en general de América Latina. Enfrentó y sigue enfrentando las consecuencias de un estado patriarcal, del machismo, de la opresión que golpean, aún hoy, sobre todo a las personas más humildes, a las mujeres, a los campesinos”.
Eryk Rocha no limita su trabajo en una observación exterior de los hechos. Se sumerge en la vida de sus personajes, sufre con ellos, comparte esperanzas y deseos. Lo hace con sensibilidad y respeto. Sentimientos que refleja cada fotograma de sus películas.
Nacido en una familia de artistas, pierde a su padre, el gran cineasta Glauber Rocha, a la edad de tres años. Sin embargo, el padre seguirá siendo una presencia viva en su vida, no solamente gracias a la memoria de su madre y sus abuelos, sino también por el testimonio que ha dejado en sus películas.
Quizás sea esa la razón por la cual, al hablarnos del arte, del cine, Eryk nos dice:
“Toda creación artística deja una memoria y por eso demanda mucha responsabilidad y mucha conciencia. Uno se va, pero las películas quedan, quedan la música, el teatro. Mi compromiso como cineasta es producir una memoria del mundo y sobre todo de América Latina, región con la cual tiene que ver todo mi trabajo, aunque la mayoría de mis películas las haya rodado en Brasil, una nación que a veces por su grandeza y la diferencia del idioma pareciera desligada del resto”.
En la herencia paterna y sobre todo en las enseñanzas éticas y estéticas de la madre, Paula Gaitán, reconocida cineasta colombiano-brasilera, encuentra las raíces de su ser, lo mejor de su arte. El arte permea cada ser de su familia, desde los abuelos, uno poeta y el otro director de teatro, hasta las hermanas Ava, popular cantante y Maira artista plástico.
“Si bien -nos dice sonriendo- en una familia de artistas haya una complejidad que es necesario manejar con mucha tranquilidad y respeto del espacio de cada uno, para mi todos son muy estimulantes. No me asustan la herencia, las raíces, por lo contrario, encuentro en ellas un incentivo para la inspiración y para la libertad”.
El cine para Rocha no tiene que ver ni con premios ni con reconocimientos, a pesar de haber recibido muchos ya desde su primer trabajo, Rocha que voa, que realizó tras terminar sus estudios en la Universidad de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba.
La estadía en Cuba y en Colombia, país donde su familia tuvo que mudarse para huir de las garras de la dictadura, marcaron la vida de Eryk, ampliaron su mundo y le dieron una dimensión latinoamericana en su manera de ver y de crear.
“América Latina me dio las voces y los cuerpos. El cine me dio la escritura y la posibilidad de materializar la mirada y la escucha”.
Hacer cine para Rocha significa caminar por el mundo, explorar los distintos barrios de las ciudades, las periferias, internarse en las zonas más pobres y en las más ricas. Dispuesto siempre a ver, a escuchar, a aprender de los demás.
Es un camino que le permite crecer como ser humano y entablar un diálogo con quienes en las salas de cine del mundo ven sus películas, se emocionan con ellas, descubren nuevas realidades, en una red infinita de conexiones y complicidades.
“Lo que me lleva a hacer una película es un conjunto de muchas cosas. La decisión surge de los encuentros con otras personas. Nunca comienza con una imagen clara, más bien encierra un misterio. Es una intuición que se revela a medida que avanza y toma forma. Si supiera todo desde el principio ya no me importaría hacerla”.
Eryk Rocha considera cada película una aventura diferente de la cual él mismo sale cambiado. Y, mientras recuerda el trabajo de tantos años de su vida, con un español que el acento brasilero suaviza y vuelve música, las palabras fluyen, ahondan en las emociones y en ellas nos reconocemos. Son el reflejo de quien no se conforma con el vivir. Le urge sumergirse en las profundidades de la vida, necesita entrar en el ojo del huracán sin miedo, sin defensas, dispuesto a dejarse arrastrar para luego resurgir diferente.
“Existen algunas imágenes intuitivas que yo sigo para revelar en qué consisten. Es parte de un proceso de descoberta parecido al revelado de las fotos de antaño cuando, encerrado en un cuarto oscuro, sumerges el papel en varios líquidos y empiezas a divisar la imagen. Es la aventura de lo imponderable, de ver qué sale de la experiencia de los encuentros y de la dinámica del trabajo. Luis Ospina, gran cineasta colombiano, dice que creer en el cine es creer en aquello que todavía no fue revelado. Para mi esa búsqueda es un proceso de mucha libertad y también las películas de ficción nacen de la observación documental. Surgen de la relación con los personajes, de un intercambio, un diálogo de afecto, deseos, contradicciones”.
Quisiéramos conocer más de todas sus producciones artísticas, desde sus documentales hasta sus películas de ficción, pero sería material para un libro más que para una entrevista, así que volvemos a concentrarnos en Edna.
“A pesar de las muchas informaciones que fuimos recopilando antes de la filmación, la película de Edna se construyó en el día a día. Nació del afecto, de la complicidad, de una relación que tuvo también sus momentos de desencuentro, de tensión. Edna vive en un lugar en el cual se respira el peligro. Ella misma es el reflejo de un continente que conoce la violencia más brutal. Sin embargo, transforma todo ese horror gracias a su imaginación y su poesía. Hay una coexistencia del tiempo en su escritura: se mezclan pasado, presente y futuro. Edna es testimonio de la herida abierta que en Brasil y en muchos otros países de América Latina no hemos logrado curar. La incapacidad de encarar los problemas no resueltos explica las razones por las cuales hoy en Brasil tenemos al presidente que tenemos, un presidente que, entre comillas, fue electo con el voto popular. Edna carga en su propio cuerpo, en sus memorias, toda la historia de violencia de Brasil y de muchos otros países de América Latina. Al mismo tiempo es una mujer que crea otros mundos con su imaginación, mundos que le permiten escapar del infierno que vivió y aún vive”.
Otro gran protagonista del documental de Rocha es la carretera Transbrasiliana en cuyo margen vive la protagonista junto con su pareja. En un pequeño quiosco venden agua y otras bebidas a los camioneros que se paran para una breve charla, una pausa. Es el camino por el cual transita el despojo al que se somete diariamente la selva amazónica, con los camiones llenos de árboles talados y otros productos, frutos de una deforestación salvaje y brutal.
“El territorio en el cual vive Edna es un espacio síntesis. En él cabe todo Brasil, pero también otros países de América Latina. Esa carretera infinita es la expresión de su aislamiento, pero también la soñada vía de escape que un día podría llevarla não sei onde”.
Eryk Rocha quien está decidido a transformar en libros los muchos cuadernos que Edna ha ido llenando a lo largo de su vida, ahora está dedicado a otra investigación para un nuevo documental. Esta vez sobre la vida de los Yanomamos, cuya cultura está llena de poesía y de sabiduría. Con su compromiso ético, su sensibilidad, su respeto, Eryk nos permitirá escuchar sus voces, conocer los matices de sus tradiciones. Será una nueva experiencia construida día a día. Una historia que encerrará en las imágenes que se le develarán poco a poco, con toda la magia de lo inesperado.