Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
george floyd memorial
Photo by: Lorie Shaull ©

El Presidente en su laberinto

Perdido en su laberinto, Trump nunca estuvo tan solo. Su incapacidad de empatía, su carrera ciega hacia la reelección, en momentos tan difíciles y delicados para el pueblo norteamericano, han dejado al desnudo aspectos de su personalidad que ya nadie puede ignorar. Si su cálculo fue el de cabalgar la ola de las protestas y en particular de sus focos violentos, para presentarse como el sheriff capaz de hacerle frente a lo peor con mano dura, la equivocación fue tan aparatosa como desastrosa para su imagen. El Pentágono, a través de voces tan respetadas e innegablemente republicanas, como el Secretario de Defensa Mark Esper, el general retirado de cuatro estrellas Jim Mattis, y el general retirado John Allen, uno de los protagonistas de las guerras en Afganistán y en Iraq, ha plantado cara al Presidente y ha dicho un rotundo “No” a su petición de mandar a los militares a la calle para dispersar las manifestaciones que estallaron en todo el país tras el lamentable, terrible homicidio de George Floyd.

Los militares dejaron claro que no conciben una guerra contra su propio pueblo. El general Mattis tuvo palabras durísimas hacia el Presidente, acusándolo de impulsar la división de la ciudadanía en lugar de buscar su unión, como le competería por la institución que representa. Mattis hizo un llamado al pueblo norteamericano pidiéndole encontrar unidad, a pesar de Trump.

Paralelamente, el ex Presidente Barack Obama hizo una intervención durante la cual, una vez más, mostró su profunda humanidad. Habló de la esperanza que suscita en él la imagen de tantos jóvenes manifestando pacíficamente para reivindicar el respeto hacia todos los seres humanos independientemente del color de su piel, de su religión, sexo, preferencias sexuales. Con los manifestantes se solidarizaron también los últimos ex Presidentes.

Conmovedor fue el discurso del reverendo Al Sharpton quien dijo: “La historia de George Floyd es la historia de todos los afroamericanos. Son 401 años que no podemos ser quienes hubiéramos deseado y soñado ser, porque ustedes nos mantienen una rodilla en el cuello”.

Las palabras de los militares, así como las de Obama, de otros políticos nacionales e internacionales, de pensadores y activistas, así como las diferentes expresiones de solidaridad que llegaron también de las mismas fuerzas de policía, son un homenaje a George Floyd y reivindican el derecho de una población herida, dolida, asustada, a manifestar su descontento y luchar para un mundo mejor. Al mismo tiempo devolvieron a su justa dimensión los brotes violentos que han empañado la protesta pacífica. Lamentablemente si cien personas rompen una vitrina y saquean una tienda, los focos de atención quedan centrados en ellos y olvidan a los otros miles quienes están desfilando pacíficamente. No sabemos todavía quienes están detrás de esas acciones violentas, cuáles fuerzas nacionales o internacionales podrían estar alimentando una rabia acumulada durante mucho tiempo, para empañar la legitimidad de la protesta y de la indignación. Lo único que se sabe es que no ayudan a los manifestantes y, por el contrario, contribuyen a desestabilizar la democracia norteamericana.

Desde que apareció el Covid-19 en nuestras vidas mostrándonos la fragilidad de los seres humanos, estén donde estén, pensamos que nada volvería a ser igual, que una experiencia tan traumática dejaría marcas profundas obligándonos a revisar nuestras actitudes como individuos y como sociedad. En nuestro ser albergamos la esperanza de un cambio positivo, aunque también había el temor de las consecuencias de una crisis, inevitable, frente a la cual la sociedad y los gobiernos hubieran podido reaccionar con una profundización de sus aspectos más negativos.

Ahora, tras ver a tantas personas marchar juntas, gritando los mismos slogans con igual pasión, no solamente en Estados Unidos sino en todo el mundo, estamos seguros que nada volverá a ser como antes. No solamente los jóvenes sino todas las personas que creemos en la solidaridad, en la tolerancia y en la justicia, sabremos luchar para un mundo mejor.

Nunca como ahora, en las Américas así como en Europa, los movimientos y líderes políticos que fomentan las divisiones, los nacionalismos y la desigualdad, aparecen tan absurdamente anacrónicos. Por lo contrario, se está reafirmando el valor de la democracia y la necesidad de un mundo interconectado y capaz de dar respuestas unitarias a las emergencias.

Mientras mirábamos, con conmoción, las imágenes de centenares de personas acompañando al féretro de George Floyd, en Houston, pensamos que quizás, por una vez, una muerte injusta no será vana.


Photo by: Lorie Shaull ©

Subscribe
Notify of
guest
2 Comments
pasados
más reciente más votado
Inline Feedbacks
View all comments
A pantin
A pantin
3 years ago

Brava Msriza

A pantin
A pantin
3 years ago

Urgente investigar esto:
«No sabemos todavía quienes están detrás de esas acciones violentas, cuáles fuerzas nacionales o internacionales podrían estar alimentando una rabia acumulada durante mucho tiempo, para empañar la legitimidad de la protesta y de la indignación»
Criminales de río revuelto…

Hey you,
¿nos brindas un café?