2016 es el último año de la Presidencia Obama. Termina así el segundo mandato de un Presidente cuya elección ha sido casi una revolución al ser el primer Jefe de Estado afroamericano en un país en el cual los coletazos del racismo siguen dolorosamente vigentes.
No han sido años fáciles para Obama, la realidad se ha impuesto a sus muchas promesas, tuvo que enfrentar una de las peores crisis económicas, en 2010 perdió la mayoría en el Senado y desde 2014 en ambas Cámaras del Congreso.
Muchos de los proyectos que prometió llevar a cabo mientras gritaba el famoso “Yes we can” tuvieron que ser reconsiderados a la luz de estos y otros impedimentos. Entre ellos la reforma migratoria, muy ansiada por la comunidad latinoamericana, que debía permitir reglamentar la posición de 7 millones de «sin papeles».
Pero a pesar de todo Barak Obama ha decidido terminar su mandato dejando una huella importante dentro y fuera de Estados Unidos. Este nuevo y último año de su presidencia lo ha inaugurado con una decisión muy polémica y difícil, la de reglamentar y restringir la venta y posesión de armas de fuego.
Los grandes intereses que manejan las «lobby de la muerte» han bloqueado, hasta el momento, todos los intentos de evitar la venta masiva y extremadamente fácil de armas a pesar de los muchos cadáveres que quedan en el campo de esta guerra invisible. Se habla de casi 30mil muertes al año. La última masacre ha tenido por teatro un centro para discapacitados en la ciudad californiana de San Bernardino. Una tragedia que ha impulsado Obama a asumir una posición firme y a utilizar todos sus poderes para detener la que él mismo definió “la epidemia de las armas”.
Su propósito es el de crear mayores controles entre los vendedores de armas y en particular entre quienes lo hacen por Internet. No es una cruzada sencilla aunque el 67 por ciento de los norteamericanos lo apoye, pero es importante hacerla.
Más importante aún sería llevarla a cabo en América Latina. Nuestro 2016 amaneció con el asesinato de Gisela Mota, alcaldesa del municipio mexicano de Temixco, un día después de asumir el cargo. Gisela Mota, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), tenía 33 años y unos ideales que fueron barridos sin piedad por las balas que le dispararon sicarios de una de las tantas bandas que han transformado Temixco en uno de los municipios con mayor índice de delincuencia común y organizada.
Cada día la violencia armada cobra víctimas en nuestros países. En Honduras, Venezuela, Colombia, Guatemala, México la implicación del tráfico ilegal de armas en las muertes violentas es muy preocupante.
La connivencia con los poderes políticos y policiales entorpece toda acción vuelta a controlar y reducir la circulación de las armas transformando estos países en campos minados donde la vida no vale nada.
Poder y dinero son los grandes motores de estos tráficos, el alma de esa otra mitad de la humanidad con la cual debemos inevitablemente confrontarnos y que es responsabilidad de cada uno de nosotros encarar y combatir.
Photo Credits: Dennis Skley