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El legado mexicano

Analizar la realidad mexicana como si fuera un todo único es prácticamente imposible. Profundas disparidades sociales, graves asimetrías regionales, diferencias que a veces involucran hasta el idioma, obligan a análisis parciales de una compleja realidad política.

A pesar de eso las recién concluidas elecciones de medio término en las cuales los ciudadanos fueron a las urnas para elegir 1.994 cargos de elección popular, entre ellos 500 diputados federales, en 9 estados gobernadores, 887 alcaldías y 598 diputados locales en 16 entidades, no solamente dieron algunas sorpresas anunciadas a los mexicanos sino que también abrieron espacios para una reflexión más amplia que supera las fronteras del país en el cual se realizaron.

Lamentablemente en algunos estados y ciudades de México ser político al igual que ser periodista o activista de derechos humanos, es casi una decisión heroica.

En esas áreas el verdadero poder está en manos de los carteles del narcotráfico quienes operan con la connivencia de algunos políticos corruptos. Son ellos los que dictan las leyes y los que determinan la vida y la muerte no solamente simbólica sino física de los candidatos “molestos”.

Veinte dirigentes políticos fueron asesinados, (8 candidatos y 12 entre dirigentes locales, asesores o militantes), en los meses previos a estas últimas elecciones. Muchos más son los que simplemente se retiraron para evitar engrosar esa lista macabra.

Se podría decir que el gran protagonista de la contienda electoral mexicana, en algunos estados y municipios, fue el miedo. Y sin embargo, al analizar los resultados, descubrimos que esa costra de miedo empieza a agrietarse. Grietas que comenzaron a tornarse evidentes a raíz de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en el estado de Guerrero.

Las fosas comunes llenas de cadáveres, algunos de ellos bárbaramente mutilados, muestran que la desaparición de los jóvenes no fue una excepción sino que se agregaba a muchos otros actos violentos y sin embargo fue la clásica gota que rebosa el vaso y todos los mexicanos se unieron para protestar. Como siempre, cada vez que la protesta deja la calle, queda una sensación de vacío casi de inutilidad. Parece inquebrantable la pared del poder y parecen haber sido inútiles tantas marchas, consignas y pancartas. Sin embargo las procesiones siguen por dentro y los mexicanos gritaron en las urnas su inconformidad.

Inconformidad que se transformó en votos para nuevos partidos y nuevos candidatos: in primis para los partidos Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), liderado por el ex candidato presidencial André Manuel López Obrador, y Movimiento Ciudadano, y para los independientes Jaime Rodríguez, más conocido como el Bronco y Pedro Kumamoto.

Si el partido Morena, absorbiendo muchos de los votos de los descontentos del PRD (Partido de la Revolución Democrática), ha logrado ganar 18 de las 40 diputaciones de mayoría en la Asamblea Legislativa (ALDF) y cinco de las 16 delegaciones: Cuauhtémoc, Tlalpan, Azcapotzalco, Xochimilco y Tláhuac, quitando el dominio de la capital al PRD que lo detenía desde hace 18 años, el candidato Enrique Alfano, con el partido menor Movimiento Ciudadano, ha ganado la alcaldía de Guadalajara, capital del estado de Jalisco, segunda ciudad más importante de México, rompiendo el bipartidismo entre PRI y PAN (Partido Acción Nacional).

Por su parte el candidato independiente, Jaime Rodríguez, El Bronco, tras una campaña muy agresiva ha obtenido la gobernación del importante estado de Nuevo León, mientras que el joven Pedro Kumamoto, ha logrado un puesto en el Congreso del Estado de Jalisco, siendo el único legislador sin partido de la región.

Son resultados que repiten en México una tendencia prácticamente mundial. Cada día más personas expresan su malestar contra los partidos, hablan de la política como de un unicum negativo y de los políticos como de unos corruptos sin distinciones.

El populismo es el gran motor de ese mundo sin grises ni matices, tan solo con blancos y negros, aprovecha el desencanto de las personas y con una grandilocuencia agresiva y gritada habla de destrucción mucho más que de construcción.

La habilidad está en el saber transformar en consignas la rabia, el cansancio, la preocupación de las personas quienes cada día descubren nuevos escándalos en los diarios y poco conocen del trabajo de los muchos quienes asumen su rol político con vocación de servicio.

El contraste entre un día a día lleno de dificultades y las grandes cantidades de dinero y de poder que fluyen en las manos de los políticos son una mezcla mortal que, al detonar, puede tener dos resultados, uno positivo y otro negativo.

El positivo sería una reflexión de los partidos tradicionales, una revisión de la gestión del poder y la elaboración de nuevas reglas éticas. También podría ser el nacimiento de nuevos partidos más transparentes y guiados por personas que ven en la política un camino para ayudar a su gente y a su país.

El negativo es el camino del populismo, lamentablemente el más fácil, el más seductor y el más destructivo.


Photo Credits: Roberto Robles

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