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Venezuela protestas
Venezuela protestas

El infierno venezolano

Venezuela pareciera haber caído en los círculos del Infierno de Dante. El aire de sus ciudades se vuelve cada día más irrespirable por las bombas lacrimógenas que policías y Guardias Nacionales lanzan a mansalva sobre la población que el desespero ha arrojado a la calle. Y que sigue en la calle a pesar de los 38 muertos, casi todos muchachos muy jóvenes, que han caído víctimas de una represión tan violenta cuanto desesperada.

Venezuela se parece cada día más a las cruentas dictaduras del siglo pasado que creíamos enterradas en los libros de historia. Ya no hay disfraz que tenga. Hasta hace un mes, cuando con un cálculo político sumamente errado, el Presidente Nicolás Maduro, con la connivencia del Tribunal Supremo de Justicia, trató de concentrar en sus manos también el poder Legislativo, que, por más que lo intentara, no había logrado desautorizar completamente, cayó hasta el último maquillaje de una democracia tristemente vacía. El rey apareció en toda su escuálida desnudez.

El desmantelamiento de la autonomía de los poderes públicos viene de larga data. Lo comenzó el difunto Presidente Chávez siguiendo la teoría que desde siempre comparten las dos puntas más extremas de la derecha y de la izquierda: caudillo-militares-pueblo. El caudillo es el leader, legitimado por el pueblo y defendido por los militares. No es un caso que el slogan que tanto utilizó Chávez fue: «Con Chávez manda el pueblo». Las instituciones se vuelven fachadas detrás de las cuales solo hay el vacío.

La desastrosa situación económica que heredó el delfín de Chávez, Nicolás Maduro, unida a la caída vertical de los precios del petróleo, ha alimentado la avalancha de desastres que se ha abatido sobre Venezuela. Una población que parecía dispuesta a soportar todo en silencio ha dicho “basta”, y ha salido a la calle a protestar con valentía, seriedad y un profundo sentir democrático. Jóvenes y meno jóvenes han superado la barrera del miedo, más los asusta la idea de volver a sufrir, en un mutismo resignado, penurias por falta de alimentos y medicinas. Peor es el miedo de ser asesinado un día cualquiera a manos de una delincuencia desbordada que ha obligado la sociedad entera a autodeclararse en toque de queda apenas las primeras sombras de la noche caen sobre las distintas ciudades del país.

La valentía de una oposición cada día más amplia está logrando importantes resultados: ha obligado a salir de su zona de confort a una diplomacia internacional siempre reacia a tomar posición en los asuntos venezolanos, está creando hondas fisuras en el chavismo y está sembrando el pánico en un gobierno que al descubrirse siempre más solo, sin chequera para comprar consensos, en su desespero va acumulando errores graves. La fuerza de las armas usada sin piedad le hace temer menos el caos nacional que el aislamiento internacional. Sobre todo en vísperas de nuevos pagos de deuda externa a los cuales llegará con las arcas vacías. En un desesperado intento de darle legitimidad a la ilegitimidad Nicolás Maduro sacó de su sombrero la convocación a una “Asamblea Constituyente Comunal”. Una maniobra que, además de inconstitucional, puede alejarle aún más de grandes sectores del chavismo que no quieren modificar la Constitución chavista.

Es un brazo de hierro que puede durar todavía mucho tiempo y cobrar más vidas. Por eso es necesario que crezca la presión internacional, que el rechazo se transforme en un coro de voces e involucre, cada vez más, a distintos organismos internacionales y a un número creciente de países.

Venezuela debe reconstruir su democracia a través de elecciones confiables, el reconocimiento de la legitimidad de la Asamblea Nacional y la liberación de los presos políticos cuyo número lejos de disminuir aumenta. Seguirá un proceso inevitable de justicia transicional para que, poco a poco, pueda reconstruirse un país que se está cayendo en pedazos.

Los muchísimos venezolanos que vivimos en el exterior tenemos la gran responsabilidad de acompañar como podamos la lucha por la democracia que se libra dentro de los confines nacionales. Sin embargo de nada ayudan las voces de quienes, desde la amargura y el desespero de una lejanía forzada, critican la salida electoral como único camino para restaurar la paz y remendar los profundos desgarres que hieren una sociedad que deberá convivir necesariamente en un mismo territorio.

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Photo Credits: El País

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