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Venezuela Crisis
Photo Credits: Gabriela Camaton ©

El día después

Mientras el país languidece dentro de una crisis económica y social de proporciones dantescas, el gobierno de Venezuela sigue confundiendo voto con democracia. Sin embargo, como bien dijo el filósofo alemán Habermas, el voto constituye un momento necesario pero no suficiente en la vida democrática de un estado. De poco sirve votar cuando no solamente no existen las condiciones mínimas para que ese voto sea confiable sino que todas las instituciones del país están secuestradas. Democracia significa participación en un sentido amplio, nadie puede reducirla al simple hecho de votar.

La Asamblea Nacional Constituyente venezolana, ya de por sí anticonstitucional, con una decisión que no respeta ni las más mínimas reglas democráticas y pisotea sin pudor la constitución todavía vigente, declaró que los próximos comicios presidenciales se realizarán en el mes de abril. Una decisión aparentemente atropellada, pero quizás bien meditada, que punta a debilitar ulteriormente una oposición que no logra superar las heridas dejadas por las últimas elecciones para alcaldes y gobernadores.

Muy probablemente la maniobra responda también a la necesidad de volver a cohesionar las diferentes almas del post-chavismo y a evitar llegar a las urnas con una crisis económica dramáticamente más grave.

La disyuntiva de la oposición es grande, más todavía si pensamos que es una oposición sin rumbo unitario. Deberá meditar con sumo cuidado cualquier movimiento, cualquier decisión. El riesgo es caer en una trampa mortal.

A nivel internacional los países democráticos están cada vez más claros, saben que en Venezuela la democracia está muerta y sepultada, que no existen las condiciones para garantizar un proceso electoral transparente. En algunos casos han anunciado que no reconocerán los resultados que saldrán de las urnas, al tiempo que aumenta el número de funcionarios sancionados en Estados Unidos y en Europa.

¿Y el pueblo? El pueblo venezolano sigue sufriendo, el que está dentro y el que escogió el amargo camino de la emigración.

Duele, duele mucho ver como se desdibuja un país, cual si fuera víctima de una maldición. Ríos de venezolanos salen como pueden, llegan a otras tierras dispuestos a todo, con el propósito de construir otro futuro. Los negocios languidecen, las fábricas cierran, los apartamentos van quedando vacíos. Una tierra otrora generosa y vital se está volviendo cada día más opaca.

Esa sociedad que un día conoció el chiste, la simpatía, la capacidad de risa, se ha vuelto agria y amargada. Odios profundos van dejando un reguero de veneno contra el cual no se conoce antídoto.

Frente al desastre humanitario que golpea al pueblo entero, hay quien tiene la ilusión que estas últimas decisiones del gobierno venezolano sean patadas de ahogado, otros piensan que la crisis servirá de detonador para que la gente reclame otro gobierno. Un amigo que bien conoce de dictaduras y sufrimientos nos dijo amargo: “hambre no tumba gobiernos”. Y quizás sea esa la razón por la cual el gobierno venezolano queda insensible frente a la crisis humanitaria que está arrasando con la vida de sus connacionales. Entre ellos muchos son los mismos que les entregaron sus vidas con confianza plena. Mueren en particular los más vulnerables, los más pobres, los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas, los enfermos.

Un día pagarán por tanto dolor. Es inevitable, la historia lo enseña. Sin embargo para ese momento ¿hasta qué punto la maldición que cayó sobre Venezuela habrá logrado desaparecer el país?, ¿hasta qué punto el verde del trópico se habrá transformado en tierra quemada? La economía se recuperará, de eso no hay duda. Pero ¿qué pasará con la sociedad?

Quizás el gran interrogativo de los venezolanos hoy no debería ser votar o no votar, sino qué hacer para empezar a reconstruir un tejido humano que pueda llamarse sociedad, cómo volver a tener un pueblo dispuesto a convivir a pesar de las diferencias, cómo evitar que un país tan necesitado de todo caiga nuevamente víctima de la corrupción?

El día después llegará. En ese momento el gran trabajo será remendar, puntada tras puntada, esa tela llamada país que está hoy maltratada, pisada, deshilachada. ¿Sabremos hacerlo?


Photo Credits: Gabriela Camaton ©

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