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José E. Gonzales

“El Efecto Pandora” Brexit y la crisis de Expectativas

La vasija de Pandora – Sustantivo, “un proceso que genera muchos problemas y complicaciones como resultado de una interferencia poco sabia en alguna circunstancia”.

Para la mitología clásica griega, Pandora fue la primera mujer sobre la tierra, creada por órdenes de Zeus para vengarse por el hurto del fuego del Olimpo que cometiera Prometeo. Según Hesíodo, Pandora había sido creada con cualidades múltiples, pero traía una “caja” – una “vasija” en realidad – consigo, que abrió al ser aceptada por Epimeteus, el hermano de Prometeo, como regalo de Zeus. La vasija contenía la muerte y muchos males que fueron liberados al mundo cuando Pandora la abrió, dejando en su interior, al cerrarla, solamente “Elpis” que, para los griegos, era la “esperanza” o la “expectativa”.

La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), el “Brexit”, por “Britain-Exit”, es una “vasija de Pandora” en nuestro tiempo, similar a la quiebra de Lehman Brothers en el 2008 y diferenciada de la caída del Muro de Berlín, en 1998, por los malos presagios (“expectativas”) que el evento augura.

Si bien, la quiebra de Lehman Brothers liberó a todos los demonios financieros de la crisis hipotecaria, de pasivos que superaban a los activos del banco de inversión en treinta y seis veces, desatando la furia de un inventario inimaginable de “Credit Default Swaps” y congelando fondos de terceros; el “efecto Pandora” del “Brexit” es más político que financiero, a pesar de sus implicancias en esta última esfera. 

Por un lado, los mercados financieros habían descontado la salida de Gran Bretaña de la UE, en una suerte de inercia que prevalecía luego de los intentos fallidos de escisión de Escocia, y Cataluña en España y el hecho que el “Grexit” (“Greek-Exit”), la salida de Grecia del Euro, luego de su colapso económico, no se materializara. Por el otro, las encuestas previas al evento le daban la razón a la inercia en función de un margen estrecho, pero ganador, a la tendencia del “stay” que alegaba permanencia en la Unión.

Así, el triunfo del “exit”, con 51.9% contra un 48.1% del “stay”, tomó a los mercados por sorpresa, ya que éstos habían asumido que Gran Bretaña optaría por continuar en la “modernidad” y la “globalización”, antes que sumirse en el “aislacionismo”. El margen, estrecho como parece ser en toda elección reciente, se logró entre las regiones más distritales de Inglaterra (Escocia y Londres votaron mayoritariamente por el “stay”) y en función del voto de los mayores, antes que de los jóvenes, otorgándole la victoria al sector más tradicional del Partido Conservador inglés y al Partido Independentista, que habían culpado al continente, a la inmigración de Europa del Este y a las burocracias de la UE de los males ingleses.

De esta manera, la reacción inicial de los mercados bursátiles y de renta fija que, como es usual en estos casos, ha estado enfocada en variables económicas y financieras, podría reflejar, en el fondo, un gran temor por variables políticas que, por ser más “cualitativas” (acaso más bien sociológicas y/o antropológicas) que “cuantitativas”, confunden a mercados financieros que prefieren enfocarse en valoraciones y rendimientos, antes que en actitudes y preferencias ideológicas.

En este sentido, parte de la volatilidad imperante es en función del temor político a que el “Brexit” genere contagio en Holanda, Francia y Alemania, donde hay presión separatista y elecciones a la vista. Una rebelión conservadora nacionalista, xenofóbica y aislacionista, no solo podría resultar en una Europa menos europea, sino que, de desmembrar la Unión, acabaría con el orden monetario hegemónico existente. La circunstancia política europea se ha visto complicada, además, por la ruptura del orden político tradicional en países como España, donde la segunda elección parlamentaria en menos de un año no ha determinado una mayoría clara, cuestionando nuevamente el orden bipartidista español y la aparición de nuevos actores políticos, como el Movimiento de las Cinco Estrellas, que acaba de ver elegida a su candidata, Virginia Raggi, una abogada de 37 años, como la primera alcaldesa de Roma.

Todas estas tendencias políticas “anti-sistema” de derecha e izquierda, habrán de estar pendientes de los resultados y las implicancias del “Brexit”, aplacándolos – si el trauma es mayor – o estimulándolos, si se enfocan en el triunfo de lo que se consideraba una quimera.

El resultado del “Brexit” tendería a confirmar así un espíritu aislacionista en Occidente, reflejado también en la elección norteamericana. Las posiciones de Donald Trump y Bernard Sanders de cara a los tratados de libre comercio y de inmigración – en el caso del primero – y su popularidad, parecieran ser una consecuencia de los continuos efectos de la crisis hipotecaria del 2008 y el cuestionamiento que éstas plantean a lo que ha sido el orden imperante en la economía global desde la “Revolución Reagan”, en alusión a las reformas anti-inflación y pro-mercado emprendidas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los ochenta y globalizadas en las últimas décadas.    

Es en ese cuestionamiento probablemente donde se puede encontrar el mayor malestar al que alude el “Brexit”. El progreso en el transporte, la tecnología, la movilidad y la emancipación individual, generados por la globalización y la irrupción de las redes sociales, coinciden con un reconocimiento de la dimensión de la crisis económica existente, resultante en “estancamiento económico”, baja inflación, altas tasas de desempleo y salarios congelados y del agotamiento del modelo político/económico del Siglo XX y la búsqueda de alternativas cuyo horizonte no es claro aún.

La presión social y el resurgimiento del «nativismo» occidental desarrollado, que le echa la culpa a la UE y a la política de fronteras abiertas a los problemas de un sistema que necesita renovación, ignora por razones ideológicas que el capitalismo “economicista” se ha enfocado en demasía en el retorno sobre el capital, ignorando el bienestar ciudadano. De allí que se necesiten reformas que busquen redistribuir las cargas fiscales y reactivar el gasto público, racional, para disminuir la desigualdad en la distribución del patrimonio y el ingreso, y reactivar economías estancadas que tienen a la gente alienada en contra de los migrantes. Se trata así de un contexto absurdo, en la medida que la crisis no solo es coyuntural, sino estructural en función del envejecimiento de la población en Occidente, determinando que los países europeos necesiten más inmigrantes, no menos, y del agotamiento de un modelo de crecimiento que ha dependido del crédito y el consumo, de cara al fin de la “era del crédito» en función de la crisis hipotecaria.

Para los mercados financieros lo que queda más o menos claro, es que las medidas de auxilio monetario ya no son capaces de reactivar las economías y que la austeridad no es una salida como lo demuestra la Gran Bretaña.

Curiosamente, los mercados emergentes bien podrían tomar un camino divergente en la medida que sus renovados regímenes políticos son en su mayoría democráticos y diversos, concentran la población joven del planeta en un marco de expansión de las clases medias y apoyan la globalización y el libre comercio, empezando a depender más de las dinámicas del Asia que de Occidente, a pesar que el “estancamiento económico” de Occidente afecte a todos los mercados.

En cuanto al “Efecto Pandora”, Hesíodo, el poeta griego quien, con Homero, fue fundador de las costumbres religiosas griegas, además de ser considerado el primer economista en la historia, señalaba que la “Edad de Oro” de hombres inmortales llegó a su fin con el hurto del fuego por Prometeo y con la aparición de Pandora, la primera mujer, cuya naturaleza femenina marcó el inicio de la “Edad de Plata” en la que los hombres encararon la muerte, pero también la génesis de todo renacimiento, de toda esperanza.


El autor es Director de ECG Asset Management y Managing Partner de GCG Advisors. Este artículo fue también difundido como un comentario de mercado por ECG Asset Management.


Photo Credits: Ed Everett

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