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De Venus a Botero
De Venus a Botero

Dietas heterodoxas y personajes pintorescos

«Pero en el mundo real, en el día a día, algunas —o muchas— de estas dietas, además de ineficaces en el medio plazo, son muy peligrosas para la salud. Casi todas apuntan al lucro de sus inventores —mientras dure la efímera fama de la dieta milagrosa— y/o de las empresas promotoras, los únicos y verdaderos ganadores».

¡Engordar! Palabra maldita.

No hay duda alguna de que el exceso de peso corporal, el sobrepeso, que denominamos en lenguaje llano gordura, y más científicamente obesidad, atenta contra la salud física, la perspectiva de vida, la calidad de esa misma vida y, sobre todo, la autoestima, eso tan importante para la felicidad que es sentirse a gusto con uno mismo.

Tampoco parece haber dudas de que una alimentación natural, sana, equilibrada, nutritiva y sobre todo moderada en sus cantidades, unida a una actividad física razonable, deben evitar esta condición, la obesidad, a excepción de que coexistan enfermedades predisponentes o coadyuvantes —desarreglos hormonales, ciertos trastornos metabólicos y del sistema nervioso central, algunas patologías genéticas, discapacidad motora y otras— que requieran tratamientos médicos específicos.

Pero la realidad del mundo en que vivimos, dada por el medio ambiente social y alimentario, el denominado entorno obesogénico, no se atiene a esta lógica. Este entorno, en general adverso, ha llevado al desarrollo de una epidemia, en realidad una pandemia mundial de sobrepeso y obesidad —Globesidad la denominó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los años 90 del siglo XX— que todos padecemos de una u otra forma.

Y como tantas veces se ha dicho, escrito y repetido, el sentido común no es el más común de los sentidos, y algo tan lógico y sensato como comer moderadamente y moverse, utilizar los músculos, no es lo que la mayoría de la gente hace, ni quiere hacer, la gente usualmente quiere lo imposible.

¿Y qué es lo imposible?

Lo imposible es la dieta mágica: comer y beber hasta el hartazgo, pasarse todo el día en el sofá y mantenerse flaco como un alambre.

Poca cosa.

Buscando soluciones rápidas, casi milagrosas —el ser humano parece estar genéticamente condicionado para preferir y buscar los caminos supuestamente fáciles y cortos, una ilusión vana, como tantas—, el planeta se ha convertido en el teatro de una gran puesta en escena para dietas de todo tipo, dietas que eventualmente nos llevarán de la mano, y con muy poco esfuerzo, quizás ninguno, al peso corporal ideal y a la tan ansiada, y necesitada por nuestro endeble ego, belleza física.

Pero en el mundo real, en el día a día, algunas —o muchas— de estas dietas, además de ineficaces en el medio plazo, son muy peligrosas para la salud. Casi todas apuntan al lucro de sus inventores —mientras dure la efímera fama de la dieta milagrosa— y/o de las empresas promotoras, los únicos y verdaderos ganadores, junto con la prensa y los medios de comunicación.

Pero retrocedamos un poco y entremos en materia.

La historia cuenta que una precursora de la necesidad de estar «esqueléticamente flaca» fue Madame de Pompadour (Jeanne-Antoinette Poisson, 1721-1764) cuya experiencia erótica —era también, además de una espectacular puta, una buena amiga de sus amigos, una discreta confidente y una inteligente consejera— y el empleo de su grácil y menudo físico como herramienta de trabajo con hombres poderosos, incluyendo al rey Luis XV de Francia, es un hecho históricamente inobjetable.

¿Será posible que en fechas tan tempranas gustaran tanto las mujeres flacas?

Pero la Pompadour, que se vanagloriaba de sus 111 libras de peso y que murió tuberculosa a los 42 años de edad —hay quien alega que la envenenaron, pero no es más que un rumor cortesano—, no nos dejó, por lo menos escrita, una dieta específica. Quizás en muy poca comida y mucha gimnasia sexual consistía su fórmula ganadora, pero no contamos con pruebas escritas para asegurarlo.

Dejemos ahora en paz a la «experta» Pompadour y vayamos a encontrarnos con los que sí escribieron.

El primer «dietólogo» reconocido fue el británico William Banting (1796-1878). Banting provenía de una añeja familia de fabricantes de ataúdes y expertos funerarios —y funerario muy profesional y experimentado él mismo—, amigo y paciente del doctor William Harvey (no confundirlo con el famoso anatomista de un siglo y medio antes), que había estudiado rudimentos de fisiología y metabolismo humano en París con el famoso fisiólogo francés Claude Bernard.

Banting, que era diabético (recordemos que no existía un tratamiento específico para la diabetes en aquellos tiempos), comprendió, quizás a instancias del Dr. Harvey, que limitar la ingesta de almidón, como denominaban entonces a todos los carbohidratos, constituía la única posibilidad de sobrevivir y mejorar su estado de salud. Así fue como diseñó una dieta a base de pollo, pescado, huevos, algunos vegetales y tres o cuatro copas de vino tinto diarias, una especie de dieta de Atkins pero más sabrosa y agradable, ¡por el vino, claro está!

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Fue la primera dieta baja en carbohidratos de la historia, y le fue muy bien a Banting pues bajó más de treinta kilos de peso y vivió hasta los 81 años, a pesar de su diabetes. Pero William Banting no se conformó con eso. Describió prolijamente su dieta, y sus experiencias, en su famosa y muy leída Letter on corpulence (1863), un folleto que se convirtió en el primer bestseller «dietológico» de alcance internacional, y cuya última reedición, que sepamos, ocurrió, aunque usted no lo crea, en Londres en el año 2007.

Tan bien le fue a la dieta de Banting que la pregunta: ¿Do you bant? Se sigue utilizando en Inglaterra como sinónimo de: ¿Estás a dieta?

Después de la Primera Guerra Mundial, probablemente a causa de los nuevos paradigmas corporales que establecían las novelas, las revistas y sobre todo el cine mudo, paradigmas que no son necesariamente los de hoy, pues las mujeres «bellas» conservaban habitualmente algunas curvas y masas en ciertas partes del cuerpo, las dietas para bajar de peso y ponerse en la línea comenzaron a florecer como los hongos.  

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En 1917 Lulu Hunt Peters (1873-1930), una doctora norteamericana —se graduó de médico en California en 1909, una época donde una cosa así era verdaderamente una rareza—, y obesa ella misma, pero muy sociable y buena comunicadora, fue la primera persona en escribir sobre las «calorías» y su conteo refiriéndose a los alimentos ingeridos y su relación con el organismo humano. Caloría fue un término que la Hunt tomó prestado de la física y que hizo fortuna en nuestro vocabulario de ahí en adelante, hasta hoy.

El libro de Lulu Hunt, otro bestseller, titulado Diet and Health: with key to the calories vendió, y todavía vende, aunque ya no tanto, alrededor de dos millones de copias, y no solo en los Estados Unidos, lo que estableció, definitiva y contundentemente, el mercado editorial para los libros de dietas.  

De Venus a BoteroHacia el final del cine mudo y comienzos del cinematógrafo hablado se puso de moda en Hollywood la denominada dieta de las estrellas: dieciocho aterradores días sin consumir una gota de alcohol, ingiriendo solamente toronjas, huevos duros, vegetales verdes solos o al vapor, unas pocas tostadas sin mantequilla en las mañanas, agua mineral… y mucha, mucha voluntad y perseverancia para soportar aquello.

¿Sin alcohol en Hollywood?

Ni que decir que la felicidad de la susodicha dieta no estaba en bajar de peso sino en la llegada del ansiado día 19.

Las dietas continuaron, mire si continuaron que en 1959 el New York Times informaba que existía una dieting neurosis entre las mujeres norteamericanas —las anfetaminas para controlar el apetito ya se empleaban, ¡sin receta! en el año 1939 y la Clínica Mayo había publicado su «Mayo Food Nomogram», contando calorías, en 1933— pero, no obstante, en aras de la brevedad, nosotros vamos a adelantar un poco el reloj.

En 1960 al señor Stillman, otro gordito, se le ocurrió que si uno tomaba ocho vasos de agua al día —así empezó este lugar común que sigue dando vueltas hoy en día sin el menor soporte científico— y se comía un filete miñón de vuelta y vuelta solo, sin sal y sin más nada, bajaba de peso, y claro que bajaba, aunque el verdadero problema que angustiaba a los practicantes de la dieta era si se valía añadirle algunos entrantes y acompañantes y alguna que otra copita de licor al odiado filete —¿después de un mes de lo mismo, si aguantaba, quien no lo odia?— y a los dichosos ocho vasos de agua.

Jean Nidetch, una norteamericana paciente de obesidad mórbida, no soñó nunca con ser famosa y millonaria, pero el destino es juguetón e impredecible. En 1963 la Nidetch estaba tan gorda que no le quedó más remedio que ingresar a un hospital para tratarse, pero su médico, desesperado y frustrado por no poder ayudarla, la instó a comunicarse con otros pacientes obesos para que se apoyaran mutuamente y pudieran soportar las rigurosas dietas de hambre que se empleaban entonces para esos casos.  

De Venus a BoteroAsí nacieron los weight watchers (WW) y los millones depositados en el banco de Jean. ¿Le habrá regalado algo a su médico por darle la idea?

No lo sabemos.

La dieta Mediterránea no es, stricto sensu, una dieta, en todo caso es una forma de comer, de beber y de ser, que se acostumbra desde tiempos inmemoriales en ciertos países de la cuenca mediterránea.

Se ha discutido mucho si la delgadez de los italianos, los franceses y los griegos observada por los norteamericanos al final de la Segunda Guerra Mundial no tuvo mucho que ver con las privaciones alimentarias impuestas por esa contienda, o sencillamente que la vida diaria es mucho menos sedentaria allí —se camina y se anda en bicicleta todo el santo día— que en los

Estados Unidos.

El tema se sigue discutiendo actualmente, pero lo cierto es que no existen claras evidencias de que los mediterráneos de hoy en día sigan la tal dieta mediterránea, por lo menos en la forma clásica en que se suele describir.

El ya fallecido Dr. Robert Coleman Atkins (1930-2003) publicó su primera dieta cetogénica (productora de cuerpos cetónicos en el organismo), pero no la última —vendrían otras versiones en los treinta años siguientes—, en la revista Harper’s Bazaar en 1966. Como quiera que sea Atkins creó una revolución conceptual —sus conceptos son muy poco fisiológicos y en general erróneos— que nos sigue persiguiendo, para bien y para mal, hoy en día.  

De Venus a BoteroEs sabido que la Dieta de Atkins funciona mejor en los hombres que en las mujeres, y también sabemos hoy que a la larga no puede evitar el efecto rebote (el yo-yo). El propio Atkins, en persona, fue un ejemplo dramático de ese rebote y de otra serie de complicaciones metabólicas y cardiovasculares que terminaron contribuyendo a su fallecimiento.

Pero eso no ha impedido que cada cierto tiempo aparezca, bajo otro nombre, un remake de la Dieta de Atkins generando nuevas, y generalmente infundadas, expectativas.

Hacia 1970 el 70% de las familias norteamericanas estaban consumiendo productos bajos (o supuestamente bajos) en calorías y, como todos sabemos, la obesidad global estaba aumentando cada vez más aceleradamente.

En el año 1990 la artista de cine, empresaria y comunicadora, además de obesa, Oprah Winfrey, bajó, en muy breve tiempo, 67 libras con la dieta Optifast, un plan ideado por «especialistas» para ella y de su propiedad. Todo un éxito obtenido en vivo ante las cámaras de su estudio de televisión. Pues bien, todo el mundo la felicitó, la dieta se hizo efímeramente famosa, dejo pingues ganancias, y no había pasado un año cuando ya la Winfrey había recuperado sus 67 libras y seguía hacia arriba, y lo más doloroso es que varios millones de personas —Oprah es, sin discusión, una verdadera estrella de la animación televisiva— estaban viendo, día a día como el comentado plan dietético fracasaba.

No more diets, fue el honesto comentario de ella en su programa de televisión y ha constituido su filosofía de vida (con algunos altibajos) hasta el día de hoy.

Una sabia decisión es esta: No more diets, (No más dietas), pero no, las cosas de la gente real no van por ese camino.

De aquí en adelante la lista de nuevas dietas, y de nuevos personajes y promotores en la palestra, se hace interminable: La dieta de los grupos sanguíneos, la del Dr. Hay, la dieta Pritikin y la Scarsdale, la de Okinawa, la de las calorías negativas, el fabuloso negocio de las comidas Jenny Craig, el plan de los Neandertales y su secuela, la dieta paleolítica, las de Feingold, Perricone y McDougall, la de Madonna (la diva no podía ser menos), la de 100 miles, la alcalina, el F-plan diet, la de la sopa (hay varias), de la col y de la piña, la South Beach (SoBe), la macrobiótica, la prison loaf, la Zone Diet, la dieta de los guerreros (Warrior diet), the Diet Smart Plan, la dieta rastafarian, la Ornish, la muy discutida en Europa dieta Montignac y la del ejército israelí.

Pero no, no se acaban aquí.

Contamos también con la dieta John Robbins Diet for a New America (nada que ver con Donald Trump), la dieta budista, la de la Luna, la de la alcachofa, la dieta ¿disociada?, la de Cambridge, el muy problemático —y demandado en los tribunales— régimen de Dukan y su secuela, la 5:2 y la dieta 20/20.

¿Cree que son pocas?

Pues también tenemos la Pronokal, la de las Fit Happy Sisters, el plan de las 8 horas, la Detox, la Dash (Dietary Approaches to Stop Hypertension), desarrollada por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos y casi seguramente la más seria, razonada y científica de todas, la low-copper diet, todo el gran grupo de las dietas vegetarianas, veganas…

Y para que seguir, decenas y decenas más, y las que faltan.

Ni lo piense, estimado lector, comience hoy mismo su dieta… O diséñela usted mismo, publíquela y hágase rico, aunque en el ínterin, siga un poco grueso.

¡Qué más da si el bolsillo engorda!

 

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Sobre el autor

Felix Fojo
Photo Credits: Abel Ferro, Versal Studio

Félix J. Fojo nació en La Habana, Cuba, y vive desde hace mucho tiempo entre San Juan de Puerto Rico y La Florida. Es médico, divulgador científico y un apasionado de la Historia y la política de los Estados Unidos. Publica habitualmente columnas de opinión en varios periódicos y revistas. Ha escrito novelas, libros infantiles y libros de divulgación científica y ha ganado varios premios internacionales. Es editor de la Revista Galenus, una de las revistas médicas más importantes de habla hispana.

 

Sobre la editorial

UnosOtros Ediciones

Unos&Otros es el sello de publicación personalizada de Unos&OtrosCulturalProject, es una editorial independiente fundada en 2013 en Miami, EE.UU. Su politica editorial es la de favorecer la publicación de autores noveles. Abarcamos contenidos muy diversos y aspiramos a ampliar el horizonte editorial actual llevando la mayor cantidad de historias posibles a los lectores de todo el mundo.

Nuestro catálogo comprende novela, poesía, ensayo y obras experimentales. Aquí encontrarás autores que —como tú— apuestan por impulsar su carrera literaria mediante la autoedición del libro que llevan dentro.

 

Para mayores informaciones sobre la Editorial Unos&Otros, haga click aquí: http://www.unosotrosculturalproject.com/

 

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