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Photo Credits: Pedro Szekely ©

Díaz-Canel, ¿el comienzo de un cambio? 

¿Comienza finalmente una primavera política en Cuba? Todos lo quisieran, unos pocos lo creen, casi nadie lo espera. Como prometido, Raúl Castro se retira de la presidencia de la isla. Mas, no de la escena política. Con sus 87 años a cuestas, Raúl Castro seguirá siendo, cuando menos hasta el 2021, secretario general del Partido Comunista, el único permitido en Cuba. Y, desde ahí, tratará de pilotear una transición política lenta, ordenada, administrada; la entrega del testigo, hasta ahora en manos de los sobrevivientes de la generación de los “barbudos”, a los burócratas del poder, nacidos después de la revolución. Aún por algunos años, será protagonista de la política cubana. 

Ojos claros, amante del rock y fanático de los Beatles, Miguel Díaz-Canel, nuevo presidente de Cuba, es un ingeniero que se formó en las filas del Partido, pero alejado de la capital. A saber, para decirlo con palabras de Fidel Castro, “lejos de la podredumbre del poder”. Es él, con sus 57 años, que deberá encabezar el cambio jerárquico en la isla; un cambio que muchos quisieran de fondo pero que otros tantos temen que sea tan sólo de forma.  

Todo indica que Raúl Castro, y los hombres que hoy gobiernan la isla – los generales José Ramón Machado Ventura (87 años) y Ramiro Valdés (85) en las vicepresidencias, el ministro de las Fuerzas Armadas Leopoldo Cinta Frías (76 años) y su viceministro Álvaro López Miera (74) – buscan aplicar los procesos ya experimentados con relativo éxito en China y Vietnam. Decimos, un poder político centralizador, rígido y fuerte y una estructura económica capaz de conciliar, sin romper los equilibrios institucionales del régimen, lo público con lo privado. Es una apuesta difícil. Y, para ganarla, Castro llamó a Díaz-Canel, un hombre que ha logrado sobrevivir a la sombra del líder. El nuevo presidente, a la vista está, no gozará de amplios poderes, como lo hicieran los hermanos Castro. Y su gobierno seguramente se caracterizará por un equilibrio delicado entre fuerzas antagónicas: la económica, que para ofrecer mejores niveles de vida a los cubanos deberá deslastrarse de viejos paradigmas, y un poder político que nunca estuvo  dispuesto a conceder espacios, temeroso de que pueda nacer una elite económica capaz de defenestrarlo. 

Por ende, Díaz-Canel deberá actuar con sumo cuidado: permitir el desarrollo de un sector privado capaz de absorber el desempleo que se espera del cierre de empresas del estado ineficientes, sin dejar que crezca demasiado. En fin, libertad, sí; pero, no sin control. Una apuesta casi imposible. 

Raúl otorgó a casi 600 mil cubanos los permisos para que pudiesen competir en 201 oficios. Fue así como el 12 por ciento de la población dejó de depender de la burocracia y comenzó a ganar en Cuc, la moneda convertible cubana creada por el régimen para evitar la dolarización de la economía . El crecimiento rápido de un sector económico privado próspero, sin embargo, ha provocado un desequilibrio en el poder adquisitivo de la población: los “buscavidas”, como han sido bautizados los trabajadores autónomos, que ganan en Cuc, la moneda cubana convertible; y los empleados de la burocracia que lo hacen en Cup, el peso cubano. El cambio oficial es de 24 Cuc por un Cup.  

El cambio generacional en las altas esferas del poder en Cuba coincide con la crisis económica que vive Venezuela. La isla, luego de la profunda crisis económica originada por la caída del muro de Berlín, el estallido en mil pedazos del bloque soviético y la desaparición de la “Guerra Fría”,  ha encontrado en los gobiernos chavistas, en Venezuela, el salvavidas que necesitaba para no ahogarse. Sin embargo, la crisis económica en Venezuela, después de la bonanza petrolera en la primera década del nuevo milenio, ha puesto de nuevo la isla en aprietos. El gobierno del presidente Maduro, autócrata, corrupto e incapaz de tomar decisiones económicas, ha llevado el país al borde de la desesperación y de la implosión. Con un sector privado destruido y ya casi inexistente; unas empresas estatales ineficientes y con tecnología obsoletas; sin recursos para seguir importando alimentos, medicinas y bienes de primera necesidad, el gobierno populista del presidente Maduro ya no está en capacidad de subsidiar la economía de Cuba. De ahí, la necesidad de la isla de profundizar en las reformas económicas y la apertura a los emprendimientos privados. 

Desde hace años se especula que Cuba podría ensayar un sistema político-económico parecido al de China o Vietnam. Raúl Castro dio los primeros pasos. El nuevo presidente pareciera querer seguir por la misma senda. Y, además, buscar un acercamiento con Estados Unidos a pesar de los temores que esto provocaría. Como se recordará, Barack Obama aflojó el embargo convencido de que el contacto con la realidad norteamericana estimularía los cambios en la Isla. La llegada de Donald Trump tuvo un doble efecto. A saber, tranquilizó a los líderes cubanos, que la apertura de Obama había puesto nerviosos y sacado de su zona de confort; y agradó a los fanáticos anticastristas en Florida. Sin embargo, Trump ha demostrado ser capaz de sorprender y no temerle a los cambios repentinos de rumbo. De hecho, luego de amenazas y ultimátum próximamente encontrará al Sr. Kim. ¿Quién quita que más pronto que tarde haga lo mismo con el Sr. Díaz-Canel? 


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