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Mariza Bafile
Photo Credits: michael_swan ©

De Venezuela a Chile

Elecciones tristes en Venezuela y gran expectativa en Chile. Mientras en Venezuela las municipales se desarrollaron, el pasado domingo, en un clima de desencanto e intimidación, en Chile los juegos están abiertos en espera de la segunda vuelta de las presidenciales, que se llevarán a cabo el próximo domingo.

En Venezuela la mayoría de los partidos opositores disertaron las urnas al considerar que no existen en el país las garantías para un proceso electoral transparente y justo. Las pasadas elecciones regionales pusieron en evidencia tanto la fuerza prepotente del oficialismo, que utilizó todos los medios a su disposición para aventajarse, como las diferencias dentro de una oposición golpeada, herida y con visiones diversas sobre la participación o menos en los comicios. Los resultados, obviamente favorables al oficialismo, y el consecuente debate que sacudió aún más a los partidos opositores reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),  sirvieron de freno a una participación masiva de la oposición en las últimas elecciones del 2017, las municipales, que presentaron una muy baja afluencia en todo el país. Aún así no faltaron las denuncias de irregularidades, las amenazas de los colectivos, y el amedrentamiento hacia los empleados públicos.

Muy diferente el clima que se respira en Chile en vísperas de la segunda vuelta de las presidenciales y tras una primera elección que dio más de una sorpresa.

A pesar de las muchas encuestas que daban un amplio margen de diferencia a favor de Sebastián Piñera candidato de centroderecha y Alejandro Guiller de centroizquierda, la realidad fue muy distinta.

Mientras Piñera alcanzó a tener apenas un 36 por ciento de los votos y Guiller el 22 por ciento, la candidata del Frente Amplio Beatriz Sánchez obtuvo un 20,27 por ciento de respaldo y el ultraderechista José Antonio Kast quedó en cuarto lugar con un 8 por ciento, muy por encima de los pronósticos de las encuestadoras que le daban un 2,7 por ciento. Otro dato interesante fue la gran afluencia a las urnas en una elección que se ha desarrollado con mucha calma.

Es evidente que el país real en Venezuela no es el que salió de los resultados electorales y tampoco lo es el que en Chile habían dibujado las encuestadoras y algunos medios en una campaña que de todas formas tendía a fortalecer el frente de centroderecha.

En el país austral emergieron con fuerza las contradicciones y luchas que dividen en su interno a los dos grandes partidos de centroderecha y centroizquierda.

El bloque oficialista que sostiene la actual Presidente Michelle Bachelet, va perdiendo fuerza y credibilidad sobre todo entre los jóvenes, pero no solo. Si los más jóvenes, como nos explica una activista social y política, al no haber vivido la dictadura de Pinochet, mal toleran el camino que impuso al país el pacto de transición, muchas y de diferentes edades son las personas que están cansadas de la lentitud con la cual el actual gobierno ha llevado adelante algunas luchas sociales y socioambientales particularmente importantes como por ejemplo el derecho a la salud y a la educación, la deprivatización del agua y de los recursos naturales.

Por otro lado la centroderecha liderada por Piñera también tiene su gran piedra en el zapato debido al resurgimiento de un frente pinochetista guiado por José Antonio Kast quien no teme utilizar un discurso agresivo, violento y populista, para erguirse a defensor del ciudadano común contra la delincuencia y el narcotráfico.

Piñera necesitaría el voto de los seguidores de Kast tanto cuanto Guillén necesita los del Frente Amplio. En ambos casos deberían llegar a compromisos difíciles, quizás más difíciles para Piñera quien lidera el ala conservadora que se reconoce mucho más con los valores del centro que con los de la extrema derecha, pero también para Guillén quien, de resultar electo, no podrá evitar enfrentar cambios sociales que hasta el momento siguen siendo solamente unas promesas.


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