Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

De Roussef a Keiko

Dos mujeres, dos mundos distintos, dos visiones de la política. Dilma Roussef Presidenta de Brasil y Keiko Fujimori, posible Presidenta de Perú.

Roussef quien fue reelecta en Brasil, con un gran apoyo popular hace solamente dos años, ha quedado atrapada en el laberinto de pequeñas y grandes mentiras que entraman toda campaña electoral y cualquier gobierno. Acusada de haber ocultado la real situación financiera del país, de haber manipulado las cuentas del gobierno antes de las últimas elecciones para mostrar un déficit más bajo de lo que era en la realidad, sufre las consecuencia del impeachment, instrumento jurídico que llevó a la destitución del Jefe de Estado Collor de Mello hace 24 años.

En realidad el juicio contra Roussef es político. Sobre ella se han lanzado, como aves de rapiña que olfatean al animal herido, sus enemigos, desde el vicepresidente Michel Temer hasta el Presidente del Congreso Eduardo Cunha, evangelista quien está saboreando la venganza tras la petición que hicieran algunos diputados del Partido de los Trabajadores (PT) para que fuese investigado por la Comisión de Ética.

Dilma sufre las consecuencias de la corrupción que ha invadido a su partido salpicando al ex Presidente Lula, quien fuera símbolo internacional de una izquierda latinoamericana honesta y progresista. Si bien Roussef no esté implicada en ningún caso de corrupción no ha podido desligarse de una realidad que pone en evidencia las múltiples facetas oscuras del poder.

Es tan profundo el pozo de la corrupción que, si las dos Cámaras votaran definitivamente en favor de la destitución de Roussef a través del impeachment, el panorama se tornaría tan oscuro como imprevisible.

El vicepresidente Temer quien estuvo preparándose para su momento de gloria deberá responder de las mismas acusaciones de las que fue víctima Roussef.

Si no puede ser Temer quien sustituya a Roussef hasta unas nuevas elecciones, debería ser el Presidente de la Cámara Eduardo Cunha, pero sobre él pesa una acusación de reciclaje de dinero y otros reatos, en el marco del escándalo Lava Jato. Entre otras cosas deberá explicar la procedencia de los más de cinco millones de dólares que guarda en una cuenta secreta en Suiza.

Si Cunha queda fuera del juego el mando debería pasar al Presidente del Senado Renan Calheiros quien también está siendo investigado por conexiones con el escándalo de Petrobras.

Es un cuadro deprimente que muestra el nivel de corrupción que socava por dentro un entero sistema político.

Brasil, un país de 200 millones de habitantes que es la sexta economía del mundo empezó su parábola descendiente a partir de la crisis del 2008.

Cuando Roussef llegó al poder encontró una situación mucho más difícil de la que manejó su predecesor Lula. Muchos de los programas sociales implementados por Lula tuvieron que ser redimensionados si no eliminados. En medio de una crisis que pedía sacrificios a los brasileños sin distinción de clases, el eco de los hechos de corrupción que embarran a los políticos de todo color e ideología, se ha transformado en un estrépito de tal magnitud que hoy más del 60 por ciento de los ciudadanos prefiere que Dilma deje la Presidencia.

El pueblo está de luto, luto por la pérdida de las muchas esperanzas económicas y políticas que acompañaron el éxito rotundo de Lula antes y Dilma después.

Luto e indignación que superan fronteras y se alargan a toda América Latina.

Y así mientras asistimos impotentes al ocaso de Dilma seguimos con preocupación el éxito de Keiko Fujimori en Perú. Un éxito que nos parecería increíble si no estuviéramos curados de espanto en lo que a política se refiere. Esta mujer quien se pavoneó como primera dama durante el gobierno de su padre, el dictador Alberto Fujimori y que perdió las elecciones en 2011, hoy, como candidata del partido Fuerza Popular, logró en la primera vuelta de las elecciones peruanas, el 39,81 por ciento de los votos. El segundo más votado fue Pedro Pablo Kuczynski del partido Peruanos por el Kambio (PPK) con el 20,98 por ciento. Verónika Mendoza, representante de la coalición de izquierda, Frente Amplio, solamente alcanzó el 18,85 por ciento.

Eso significa que el próximo Presidente de Perú será o la hija de un dictador actualmente en la cárcel, o un economista quien promete profundizar la economía neoliberal y quien, en las elecciones de 2011, apoyó con entusiasmo a la entonces candidata y hoy contrincante Keiko Fujimori.

Verónika Mendoza terminó pagando el apoyo que ella misma y sobre todo una parte de la coalición que representa, tributara al ex Presidente venezolano Hugo Chávez.

Hablar de izquierda y de derecha en este nuevo siglo es obsoleto. Sin embargo es evidente que hay una diversidad en la visión de la política, de la vida, de la sociedad, del manejo del dinero público, entre las bancadas progresistas y conservadoras.

Lamentablemente los partidos progresistas latinoamericanos parecieran destinados a terminar una etapa luminosa entre muchas, demasiadas, sombras. El camino queda abierto para los líderes más conservadores.

Lo más probable es que muchas de las acciones positivas que han llevado adelante esos gobiernos progresistas, a pesar de todos sus errores e incongruencias, terminen diluyéndose entre las decisiones de los nuevos gobernantes. A demostración, una vez más, que las batallas sociales nunca se pueden dar por terminadas ni mucho menos por ganadas.


Photo Credits: thierry ehrmann

Hey you,
¿nos brindas un café?