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¿Cuándo podremos vivir en un mundo con: #NiUnaMenos?

Roberto Saviano dijo una vez que una de las armas que usan las mafias contra sus detractores es el desprestigio. Denigrar, humillar, descalificar: verbos todos que han marcado y marcan la vida de miles de mujeres. Y el irrespeto se vuelve injusticia cuando, en las más altas esferas del poder, no aceptan que el asesinato de una mujer no es un asesinato cualquiera, sino un feminicidio, y que como tal debe ser sancionado.

Ningún hombre corre el riesgo de ser víctima de homicidio por el simple hecho de ser hombre. Una mujer, sí. Su identidad sexual es su gran “culpa”. Un sistema patriarcal que no conoce de diferencias sociales ni geográficas, la considera de “propiedad” de padre, hermanos, novios, esposos, amantes. Cualquier conato de rebelión puede ser causa de maltratos, violaciones y muerte. Por cada mujer que muere asesinada hay muchísimas otras que son víctimas de abusos. Es una realidad que las cifras de las estadísticas muestran con frialdad descarnada.

En América Latina se encuentran 14 de los 25 países con los índices más altos del mundo de crímenes por violencia de género, según una encuesta citada por ONU Mujeres en 2018.

En México, cada día, 10 mujeres mueren asesinadas. El año pasado se registraron 1.006 feminicidios, eso sin contar los que ocurren en estados que no consideran feminicidios los asesinatos de mujeres. Y, siempre según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), cada cuatro días la víctima es una menor. En los últimos cinco años los feminicidios contra menores han aumentado de un 96 por ciento. En la inmensa mayoría esos crímenes quedan impunes.

El país aún no se había recuperado de la indignación y dolor por la muerte de la joven Ingrid Escamilla de 25 años descuartizada por su pareja, como muestra un video en el cual el homicida confiesa sus atrocidades, cuando otro feminicidio llegó a sacudir la población. La pequeña Fátima, de tan solo 7 años, tras desaparecer a la salida del colegio, fue encontrada muerta en una bolsa de plástico. Su cuerpo desnudo mostraba señales de tortura.

Incapaz de dar una respuesta adecuada frente a la ola de protesta e indignación de la población que se volcó en las calles, Andrés Manuel López Obrador, intentó achacar el horrible crimen a la delincuencia creciente en México, al neoliberalismo etc. etc.

Al Presidente de México pareciera darle miedo llamar las cosas por su nombre y admitir que Ingrid, Fátima y otras miles de mujeres en México son víctimas de crímenes de odio, odio contra su sexualidad, odio contra sus cuerpos y mentes, odio contra su vitalidad y energía.  Esos crímenes, señor Presidente, tienen un nombre: FEMINICIDIOS.

Y de nada servirá el “amor al prójimo”, como dijo a una periodista, para frenar la matanza sistemática de mujeres. Se necesita crear leyes justas, sensibilizar a los policías, ampliar las estructuras que puedan garantizar protección a las mujeres víctimas de violencia y educación, educación, educación. Hasta tanto no se combatirán los estereotipos machistas las mujeres seguirán siendo víctimas de violencia y asesinatos.

López Obrador no es el primer político, Jefe de Estado o de Gobierno, quien rehúsa la palabra feminicidio. Muchos más son aquellos que siguen humillando a las mujeres con insinuaciones machistas. Un ejemplo para todos: el del Presidente de Brasil Jair Bolsonaro quien, en estos días, ha ofendido con vulgaridad a una periodista que tiene la valentía de investigar y denunciar.

En Perú se necesitaron casi cuatro años para encontrar a los culpables de la muerte de la activista feminista Solsiret Rodríguez quien desapareció en agosto de 2016. Y fue posible únicamente por la persistente búsqueda de los padres y otras personas que lograron superar el muro de indiferencia de las autoridades y de la policía.

Las mujeres mueren por el simple hecho de ser mujer. Mueren solas, entre agonías y terror. A veces sus cuerpos y almas ya están marcados por cicatrices viejas dejadas por golpes y maltratos. 

El peligro nos acecha a todas. Cualquier mujer puede ser la próxima víctima. Y entonces nos preguntamos: ¿Cuándo podremos vivir en un mundo con: #NiUnaMenos?


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