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covid crisis america latina
Photo by: Ian Livesey ©

Covid-19: Nadie está exento de responsabilidad

Oscilan entre el miedo a la covid-19 y al de una recesión que agrave y extienda la pobreza poniendo en peligro su misma estabilidad. Frente a la emergencia determinada por la pandemia, los gobiernos de todo el mundo están promoviendo políticas que van desde el aislamiento total a la apertura ilimitada e irresponsable. Hasta el momento nadie ha logrado detener el virus ni la caída de la economía. Por el contrario, mientras muchos países todavía transitan por la fase 1 del contagio, en otros hay rebrotes preocupantes.

Ya hay más de 24 millones de casos de contagio en el mundo y la cifra de muertos se acerca a los 830 mil.

Al mismo tiempo la economía mundial está en caída libre, la peor desde la Segunda Guerra Mundial, según el informe Perspectivas económicas mundiales presentado en junio por el Banco Mundial. Las previsiones indican que la economía mundial sufrirá una contracción del 5,2 y los ingresos per cápita disminuirán de un 3,6 por ciento empujando a millones de personas a la pobreza extrema. A causa de la parálisis comercial y financiera, y de las limitaciones de movimiento, la producción manufacturera y el turismo sufrirán pérdidas que en algunos casos serán prácticamente irrecuperables.

Si la situación a nivel global es altamente preocupante, en América Latina y el Caribe los efectos de las crisis sanitaria y económica pueden ser devastadores.

Según datos de CEPAL la región, para finales de año, presentará una caída del PIB de -9,1 por ciento y la tasa de desocupación se ubicará probablemente en un 13,5 por ciento con un incremento del 5,4 respecto del valor registrado en 2019. Siempre de acuerdo a la CEPAL, la proyección del número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45,4 millones, lo cual implica que pasaría de los 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020. Esta cifra representa el 37,3 por ciento de la población latinoamericana.

Dentro de estos indicadores globales que golpean a los diferentes países de la región, en mayor o menor medida, destaca el caso de Venezuela. De acuerdo al FMI esta nación, en 2019, presentaba una caída de su economía del 35 por ciento. Y no es todo. Entre 2014 y 2019, según análisis de expertos, reportados para el New York Times por Anatoly Kurmanaev, la caída ha sido del 65-70 por ciento. Cifras de por sí alarmantes a las cuales se agregará muy posiblemente un ulterior 15 por ciento por efectos de la Covid.

En todas las naciones el miedo a la muerte y una realidad de pobreza y desempleo pueden transformarse en una mezcla explosiva a nivel político y social. Al momento los gobiernos, sobre todo los más autoritarios, están evitando protestas y manifestaciones gracias a las medidas anti covid. Sin embargo, todos saben que el malestar creciente puede transformarse en un desespero imposible de contener. Eso significa que no solamente estamos frente a un peligro sanitario y económico sino también a un estallido político y social.

El futuro se vislumbra más incierto que nunca. La covid-19 ha dejado aflorar males antiguos que no solamente se están mostrando en toda su descarnada evidencia sino que se están agravando preocupantemente. Quizás, tras ver las debilidades y defectos de nuestras sociedades y gobiernos, todavía tengamos tiempo para buscar un camino que los rectifique, que profundice la solidaridad y disminuya las graves diferencias sociales y asimetrías regionales. Quizás.

Lo cierto es que gran parte de las poblaciones hasta el momento ha mostrado todo lo contrario. Lejos de asumir cada persona su cuota de responsabilidad y respetar el protocolo de seguridad durante la etapa de reapertura después de unos confinamientos más o menos rígidos, muchos han retomado la vida anterior como si el covid hubiera desaparecido por arte de magia. Esas actitudes individualistas e irresponsables están ocasionando rebrotes de pandemia alarmantes que no solamente significarán muerte y enfermedad para muchas personas sino un ulterior estancamiento de la economía.

Si es verdad que muy escasos gobiernos han mostrado estar a la altura de una situación de emergencia tan grave como inesperada, también lo es que una amplia parte de las sociedades tampoco está dando la talla. El egocentrismo, la búsqueda del placer inmediato, están sustituyendo la cordura y sobre todo el sentido de la solidaridad entre personas que habitan un mismo espacio. El otro pareciera volverse cada día más invisible y esto podría acarrear consecuencias que van mucho más allá del momento actual. Si no reaccionamos como sociedad en función de un mundo más ecuánime y justo, no solamente no estaremos en capacidad de enfrentar las eventuales emergencias que nos deparará el futuro, sino que nos condenaremos a vivir en un mundo agobiado por la desigualdad y destruido por la codicia.


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