23:55
Sostengo que lo que más hace ruido en este mundo, es el silencio, pero me arrepiento de inmediato: no son horas de estar haciendo conjeturas de poeta adolescente.
Pero vuelvo. Rebusco la idea. Limito el concepto aquel del silencio estruendoso a visiones efímeras de cortinas de metal ardientes por el sol de mañana, que llegan a mis ojos entre parpadeos.
Conforme pasa el tiempo son más nítidas, las visiones, pero también lo son mis ganas de dormir.
23:56
Mis ojos son taumátropos: la realidad es una jaula; las cortinas de metal ardiendo, un pájaro.
23:57
Concilio el sueño
7:06
Amanece. Salimos a un mundo desierto. Es la primera mañana del año. O la segunda, o la última: hace meses que dejamos de contar las horas. M no ha dicho nada porque no hemos tomado café, pero cuando lleguemos al parque y sorbamos el trago decisivo, comenzará la crónica de un sueño en el que se miraba a ella misma mirándose de niña. Sus sueños a veces son matrioskas. Cuándo soñaste esto, pregunto. Hoy mismo, dice. O ayer, creo.
8:34
Hemos caminado ya un largo rato con las cámaras a cuestas. Nuestra búsqueda antropológica de misceláneas con nombres antológicos, peluquerías con peluqueros embatados, se ve frustrada por un silencio mortuorio.
Qué muere, pregunto a M.
No me contesta, pero ambos sabemos que el mundo.
El mundo es el que está muriendo.
9:07
La palabra embatado no existe, pero ya me la inventé. Cómo es que nadie nunca había necesitado una palabra para decir que los peluqueros de la vieja guardia llevan bata para trabajar.
9:15
Detenemos la búsqueda. Fuimos muy ingenuos. Pero ahora contamos las cortinas de los negocios cerrados por enfermedad.
Son decenas.
Son telones apagados de un espectáculo a medio terminar.
Además, se han escrito promesas imposibles de horarios de apertura y rentas en sus superficies.
9:30
Qué muere, vuelvo a preguntar.
Lo que sea que esté muriendo, está detrás de esas cortinas.