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climate change
Photo by: Bill Smith ©

Clima año cero

Las imágenes de incendios, inundaciones, destrucciones irreversibles de ecosistemas, muertes humanas y migraciones forzadas, se están volviendo cotidianas. No solamente en los lugares más pobres y olvidados de la tierra sino en todas partes. 

El famoso efecto mariposa ya no es solamente una teoría que moviliza los estudios de los científicos o la creatividad de escritores y cineastas. Es parte de nuestra cotidianidad. Si la Covid-19 nos recordó la vulnerabilidad de un mundo interconectado gracias a la facilidad de las comunicaciones, los desastres ambientales nos hablan de un planeta que se está destruyendo, que estamos destruyendo, sin que existan lugares para “privilegiados” en los cuales encontrar cobijo, alimento, agua.

El cambio climático no es una posibilidad, es una certeza. Lo estamos sufriendo todos. Miles de personas están perdiendo la vida, otros miles vieron sus casas, sus bienes transformados en cenizas o en pantanos.

Los bienes materiales pueden ser reemplazados pero el daño que incendios, aluviones, huracanes producen en el medio ambiente es en gran parte irrecuperable.

Durante semanas y semanas hemos asistido a las hogueras que han puesto de rodillas a países diversos, desde Rusia hasta Canadá, desde Europa hasta Estados Unidos. Incendios que no solamente devastaron hectáreas de campos y árboles, muchos de ellos centenarios, sino que también destruyeron la fauna, el hábitat en el cual se reproducen muchas especies, sus fuentes de alimentos. Arrasaron con todos los invertebrados pequeños que viven en el terreno y que desarrollan funciones esenciales para la vida de la tierra como son la mineralización de las sustancias orgánicas y la disolución de las sustancias contaminantes. Gracias a esa actividad intensa, silenciosa, en gran parte desconocida, nuestros terrenos se mantienen vivos, fértiles. 

En otros lugares del mundo la destrucción llegó del cielo con lluvias torrenciales, huracanes, vientos agresivos. Ciudades enteras han quedado sumergidas en ríos de barro. Es lo que pasó en Henan, ciudad china particularmente importante para la agricultura. Decenas los muertos y millones los damnificados.

Según el último estudio publicado por Nature Climate Change con el título “Increasing probability of record-shattering climate extremes” en los próximos años, hasta 2050, las oleadas de calor extremo, en todo el mundo, serán entre 2 y 7 veces más probables y entre 2051 y 2080 la posibilidad subirá hasta veinte veces.

El cambio climático es asimismo la causa de feroces sequías y de una constante, peligrosísima escasez de agua. Si Estados Unidos está en alarmas al ver cómo se está secando el lake Mead de Nevada, lago artificial que provee agua a la mayoría de los estados del sur del país, en el resto del mundo, y sobre todo en los países más pobres la falta de agua se está transformando en una tragedia dantesca. Las sequías son la causa de la contaminación de las escasas fuentes de agua potable a las cuales tienen acceso millones de personas, con consecuencias dramáticas en sus vidas, sobre todo en la de los niños y de las mujeres embarazadas. Según los datos que presentó Naciones Unidas en el Día Mundial del Agua que se celebra cada 22 de marzo, una de cada tres personas no tiene acceso a fuentes de agua potable. Se prevé que para 2050 más de 5,7 billones de personas vivirán en áreas donde habrá escasez de agua al menos una vez al año. 

Ya nadie puede seguir negando el cambio climático. Los daños al ambiente, a nuestro ecosistema, a las fuentes de alimentación y de agua son dolorosamente evidentes. Así como lo son las miles de personas que cada año emigran dejando atrás tierras otrora fértiles convertidas en desiertos. Muchísimas las que mueren por los cambios de temperatura. Hasta ahora las voces de los científicos han sido desoídas y los indígenas y defensores ambientales son víctimas constantes de agresiones y asesinatos.

El cambio climático no es un problema reciente y, a su empeoramiento han contribuido gobiernos diferentes de todo el mundo. Amén de los intereses económicos y la ligereza de quienes pensaron que ese problema nunca les afectaría. Hay dirigentes que tienen una responsabilidad muy especial.

Hasta el momento, como comunidad internacional, no contamos con los instrumentos para pedir cuenta y castigar a quienes, estando en el poder, se mancharon de delitos contra la naturaleza y contra la humanidad, por acción y por omisión. 

Sin embargo, sí tenemos la posibilidad de evitar que ciertos personajes puedan volver a gobernar. 


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