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Photo by: Constanza.CH ©

Chile entre pasado y futuro

Desde el momento en el cual el pueblo chileno hizo añicos de esa imagen estereotipada de país modelo con una economía pujante y en continuo crecimiento, Chile ondula entre la esperanza de futuro y el espectro del pasado.

Las protestas callejeras que tuvieron su auge hace dos años dejaron ver todas las costuras de una sociedad con enormes desigualdades, unas leyes obsoletas que favorecen las clases más ricas, una educación inalcanzable para buena parte de la población.

La polarización entre el sector que pedía cambios y el que, lejos de escuchar, se lanzó a la calle con violencia para reprimir, creó, o quizás más bien profundizó una fractura difícil de sanar. La primera vuelta electoral para la presidencia puso en evidencia esa fractura, pero, sobre todo, el rechazo de la mayoría de la población hacia cualquier tipo de violencia. Una abstención del 54 por ciento de los electores marcó una votación que dejó en el ruedo a dos contendientes que representan los polos opuestos del espectro político: Gabriel Boric, líder estudiantil y José Antonio Kast, hijo de la dictadura pinochetista.

Y así, mientras el país da un salto hacia el futuro con la aprobación del matrimonio igualitario, una conquista histórica en el camino de los derechos humanos, un sector sueña con volver al pasado, a la época de Pinochet, una de las más dolorosas y sangrientas de la historia de América Latina.

La sombra de Pinochet y, en general el espectro de las dictaduras, sean del color que sean, en América Latina y el Caribe, parecieran imposibles de borrar. Son como lava destructiva que espera el momento oportuno para volver a brotar y volver ceniza todo adelanto democrático.

Kast nunca negó su admiración hacia el régimen de Pinochet y basó su campaña electoral en los principios clásico de la derecha extrema: economía, orden, tradición y rechazo a la inmigración. Su misma vida privada -es muy religioso y padre de nueve hijos- es un ejemplo de las ideas que quisiera proyectar en todo el país.     

Poco sorprende la información que publicó Associated Press sobre el pasado nazista del padre de Kast. Esa fue su formación y esas las raíces en las cuales ahonda hoy su sentir político. 

La fiesta que un gran sector del país, el más democrático y abierto, está celebrando en estos momentos, tras la aprobación del matrimonio igualitario, podría transformarse en duelo el próximo lunes 20 de diciembre, después de la segunda vuelta electoral. La sociedad chilena podría despertar en un país que dio un salto al pasado.

Quedaría en el limbo de los sueños otra gran batalla: la del aborto libre hasta la 14 semana, ley para la cual se está luchando arduamente desde hace mucho tiempo.

Es obvio que la decisión final queda en manos de ese gran porcentaje de personas que decidieron no votar. La esperanza es que no los traicione la memoria y recuerden lo que fue el Chile de Pinochet.

Quienes se acercan hoy a Kast buscando orden, podrían mañana ver ese “orden” entrar en sus mismas casas en busca de hijos y nietos quienes, con el arrojo y honestidad de la juventud, sueñan y luchan por un mundo más justo.     

En ese momento se darán cuenta de su error, pero, como siempre pasa en estos casos, sería demasiado tarde.


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