El deshielo entre Cuba y Estados Unidos es una realidad. Tres días después de la conclusión de la Cumbre de las Américas en Panamá el Presidente de Estados Unidos retiró a Cuba de la lista de los países que apoyan al terrorismo. Fue la administración Reagan quien la había incluido en esa lista en plena guerra fría, en 1982, esgrimiendo que en la isla se refugiaban miembros de las guerrillas colombianas y del ETA español.
Desde el momento en que Obama hizo sus primeros pasos hacia el restablecimiento de las relaciones con Cuba, en diciembre pasado, Raúl Castro pidió que se dejara de considerar a Cuba como a un país de terroristas y finalmente el Presidente Obama dio ese paso.
Un comunicado de Jeff Rathke, portavoz del Departamento de Estado, señaló que “Cuba no ha proporcionado ningún tipo de apoyo al terrorismo internacional en los últimos seis meses y hay suficientes garantías de que no lo hará en el futuro”. Siguen en esa lista solamente tres naciones: Siria, Sudan e Irán.
Queda así libre el camino hacia la reapertura de las respectivas Embajadas.
Un paso simbólicamente muy importante así como lo fueron muchas de las cosas que pasaron durante la Cumbre de Panamá.
Si es verdad que en las Cumbres más que los discursos tienen valor los símbolos que leemos en los gestos, los tonos de voces, a veces los silencios, esta Cumbre estuvo particularmente plagadas de detalles que gritaron lo que las palabras no se atrevieron ni a susurrar.
El histórico apretón de manos entre Obama y Castro, iluminado por los flashes de fotógrafos de todo el mundo, la reunión a puertas cerradas entre los dos Presidentes, el discurso, para muchos sorprendente, del Presidente Raúl quien confesó admiración por el Jefe de Estado estadounidense del cual, dijo, había leído todos los libros y a quien ofreció pleno apoyo para agilizar el real acercamiento entre las dos naciones, ya de por sí serían suficientes señales de los cambios que se están gestando en la región. Pero hay otros detalles muy significativos.
La reunión que mantuvieron Obama y Castro opacó totalmente las torrenciales intervenciones de los Presidentes Maduro de Venezuela, Fernández de Kirchner de Argentina, Morales de Bolivia, mientras pedían que Washington retirara las sanciones a un grupo de dirigentes venezolanos quienes, según la administración Obama, estarían involucrados en violación de los derechos humanos y actos de corrupción.
La actitud indiferente de Raúl Castro hacia esta petición fue muy elocuente. El Presidente cubano mostró claramente de qué parte piensa estar de ahora en adelante.
El Jefe de Estado de Venezuela, a pesar del apoyo más o menos tibio de parte de los otros socios del Alba, quedó aislado y su posible deseo de sustituir a Cuba con Venezuela se estrelló miserablemente contra la real politik determinada por los intereses económicos que unen a Estados Unidos con los países de América Latina y el Caribe.
Hay que agregar que tampoco lograron el apoyo deseado los que pedían un pronunciamiento que condenara la actitud del gobierno venezolano hacia los presos políticos así como su irrespeto de los derechos humanos.
Sin embargo por primera vez paralelamente a la Cumbre de los Jefes de Estado se desarrolló un Foro en el cual participó la sociedad civil y hubo un fuerte empuje para que en las futuras Cumbres se formalice esa participación.
La voz de la sociedad civil impediría que se dejaran atrás problemáticas muy importantes para los ciudadanos como lo son el respeto de los derechos humanos, la corrupción, la delincuencia, la diferencias sociales, las asimetrías regionales y las crisis económicas.
La Cumbre de las Américas que se ha desarrollado en Panamá marca un antes y un después en las relaciones entre las dos Américas. Mucho camino habrá que recorrer para que en Cuba se instale una verdadera democracia pero el primer paso, el más difícil de todos, ha sido dado y los siguientes van a ser lentos pero indetenibles.
Por otro lado Estados Unidos recupera un liderazgo en América Latina y el Caribe que se reflejará en acciones económicas muy necesarias para todos los países que en estos momentos están enfrentando las consecuencias de unas crisis económicas más o menos graves y determinadas en gran parte por la caída de los precios de las materias primas.
A todo eso hay que agregar el debilitamiento de China en la región ya que el coloso asiático ha disminuido notablemente su presencia a causa de sus dificultades internas.
Obama y Raúl Castro serán los motores que facilitarán un cambio profundo entre norte y sur.
Una fase histórica se ha cerrado. Ahora todos deberán construir un nuevo futuro.
Photo Credits: Nedim Chaabene