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Leonor Falcon Pasquali
Photos by: Flavia Romani ©

Casita Maria en el Sur del Bronx con la violinista y violista Leonor Falcón Pasquali

Ombligo del mundo, rascacielos, hoyo profundo, 9/11, caleidoscopio, aeropuerto, de kilómetros a millas, desgarre, esperanzas que aterrizan, nostalgias que se enraízan, espacio físico que se encoge, subterráneo, subir escaleras, bajar escaleras, ratas insolentes, ratas resueltas, ratas urbanas, olores que ofenden, grúas, alcantarillas que fuman, ruido, ambulancias, bomberos, policías, pobreza desesperada, riqueza infinita, tribus tatuadas, trabajo, ojeras, sueño, sueño que agota, sueño que despierta, morir de visa, garras,casas compartidas, anhelos compartidos, camas compartidas, encuentros fugaces, amores que nacen, amores que se apagan, culturas, vibraciones, música, vivir sin límites, prejuicios que se desmoronan, libertad a ras de piel, arte que nutre, innovación, movimiento, tesoros escondidos, bares, soledad, amistades, raíces arrancadas y vueltas a reanudar.

Nueva York es eso y mucho más…

 

EL PRIVILEGIO DE TENER MÚSICA EN  TU VIDA

 

Leonor Falcon Pasquali
Photos by: Flavia Romani ©

 

Cuanto más nos adentramos en el Sur del Bronx más respiramos aire latino. Palabras en español, música, ese ritmo innato con el cual se mueven los cuerpos, nos hablan de culturas que son nuestras y despiertan anhelos y recuerdos.

Un poco antes de llegar a Casita Maria, llama la atención un graffiti representando a una Virgen, resguardado por una reja y rodeado de flores. Casita Maria colocada entre los grises y marrones de calle y edificios destaca como una llama de alegría gracias a los graffiti llenos de colores que cubren su fachada.

Las clases ya terminaron y en los pasillos circulan solamente algunos estudiantes y profesores. Leonor Falcón Pasquali, violinista y violista venezolana radicada en Nueva York, nos espera en el cuarto piso, allí donde se desarrollan las actividades artísticas y culturales a las cuales tienen acceso los niños después de clase. “Enseño en este espacio desde hace seis años y me encanta este lugar. La gente que trabaja aquí es abierta, cariñosa. Es estupendo lo que hacen para la comunidad del Bronx. Los niños de mis clases son todos súper niños y siempre me dan tanto o más de lo que yo les doy a ellos. A veces llego estresada, cansada y los niños me obligan a concentrarme, me ponen de buen humor y siempre salgo más relajada”.

 

Leonor Falcon Pasquali
Photos by: Flavia Romani ©

 

Junto con Leonor nos espera Luis Pagani, latinoamericano de origen, quien con gran orgullo nos cuenta la historia de Casita Maria.

Todo comienza en East Harlem en 1934 gracias a una iniciativa de Claire y Elizabeth Sullivan, quienes, utilizando un apartamento de cinco habitaciones, organizan actividades culturales y recreativas para los niños de las familias puertorriqueñas. En 1961 Casita Maria se traslada desde East Harlem al Sur del Bronx y no solamente ofrece cultura sino también ayuda humanitaria para proteger a niños y adultos en condiciones de vulnerabilidad. Por ejemplo, desarrolla programas para la rehabilitación de drogadictos, la prevención de embarazos en adolescentes y la violencia de las pandillas. 

En 2009, gracias a un acuerdo con el Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York puede contar con un espacio mucho más grande que funciona también como escuela, desde primaria hasta bachillerato, y en el cual, en la tarde, Casita Maria desarrolla diferentes actividades artísticas y culturales.

 

Leonor Falcon Pasquali
Photos by: Flavia Romani ©

 

Aquí Leonor Falcón Pasquali regala el don de la música a niños entre 6 y 10 años, en su mayoría latinos, quienes en muchos casos vienen de situaciones familiares difíciles. “Cada niño es diferente y cada entorno familiar también. Yo trato de que ellos sientan que este es un espacio seguro, en el cual están protegidos y donde pueden ser ellos mismos sin que nadie los juzgue. Trato también de estar en contacto con los padres, lo más posible, y si detecto algún problema específico hablo con el psicólogo infantil para que le haga seguimiento. Algunos de mis alumnos eran homeless y vivían en refugios, otros estaban en casas de acogida. Son situaciones muy duras y espero poderlos ayudar un poco. Yo crecí rodeada de música y creo profundamente en su poder terapéutico. Tener música en tu vida es un privilegio. Mi gran objetivo es que los niños tengan música en sus vidas y logren canalizar a través de ella sus energías y sus emociones, sea lo que sea lo que está pasando en sus casas”.

Hija de arte, Leonor Falcón Pasquali fue amamantada con música y cultura. Su papá, Álvaro Falcón es uno de los guitarristas más importantes de Venezuela, su mamá es una médico dermatóloga reconocida internacionalmente y su abuelo materno fue un gran intelectual, escritor, filósofo, investigador y docente, fundador de la Cátedra de Estudios de la Teoría de la Comunicación en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela. La música en sus diversos géneros ha acompañado y acompaña la vida de todos ellos. “No podría imaginar mi vida sin la música. Empecé a estudiarla, siendo muy pequeña, en el Colegio Emil Friedman de Caracas, fundado por un gran violinista. Durante muchos años seguí estudiando y especializándome, sobre todo en música clásica. Sin embargo, sentía una gran curiosidad hacia otros estilos musicales. Quería experimentar, conocer”.

 

Leonor Falcon Pasquali
Photos by: Flavia Romani ©

 

Será esa curiosidad la que la llevará a Nueva York, una ciudad en la cual llegan personas de todo el mundo con su cultura y su música a cuestas. Aquí su vida personal así como la profesional, dan un vuelco. “Me inscribí en el Queens College para cursar una maestría en jazz.  Un gran reto para mi ya que nunca me había sumergido en ese mundo de manera formal. Mis compañeros ya tocaban jazz, hacían improvisaciones y en algunos casos hasta habían grabado discos. Desde ese momento se me abrió una gran gama de posibilidades y vivir en Nueva York me permite entrar en contacto con tantos tipos de música que antes desconocía y músicos increíbles de los cuales no había oído hablar nunca. Es muy nutritivo. Me gusta pasar de un género musical a otro porque disfruto con cada uno y eso puedes hacerlo únicamente en esta ciudad”.

Recuerda cuando, tras transcurrir unos días en New Jersey, llegó por primera vez a Times Square. “Cuando levanté la cabeza sentí una emoción profunda. La ciudad me pareció sobrecogedora, inmensa. La descubrí poco a poco siguiendo las notas de su música. Con los compañeros de la Universidad iba de concierto en concierto, nutriéndome de tanta diversidad, tanta excelencia. Son las sorpresas maravillosas que te regala Nueva York”.

 

Leonor Falcon Pasquali
Photos by: Flavia Romani ©

 

Curiosa, incansable, volcando en su profesión una pasión infinita, Leonor ha acumulado experiencias profesionales diferentes y todas igualmente enriquecedoras. Recuerda con particular emoción cuando la llamaron desde la orquesta de Willy Colón. “Me llamó Alí Bello, un violinista increíble, para decirme que necesitaban a otros violinistas. Era el día de mi cumpleaños y yo sentí que ese era el regalo más hermoso que me podían dar. Estar allí, con esos músicos que son lo máximo en música de salsa, tocando los arreglos que había escuchado toda la vida, fue una emoción que no puedo describir. Además, lo estaba haciendo en Nueva York: es decir, en la ciudad donde nació la salsa y con músicos que la hicieron nacer. Nunca pensé que una música tenga más valor que otra, sin embargo, esa experiencia me confirmó el valor de la música popular y en particular de la salsa. Es algo que repito a mis alumnos tratando de que tengan una visión global de la música y del arte. Les enseño a improvisar con el violín para que tengan unas bases que les permitan abrirse a posibilidades diversas, a incurrir en estilos que en muchos casos conectan mejor con su cultura. Considero que, de esa manera, tienen mayores motivaciones para seguir estudiando música y el instrumento”.

Leonor Falcón también ha tocado con la orquesta de salsa de Charlie Donato, con la talentosa guitarrista jazz chilena Camila Mesa y su grupo Néctar Orquestra, con la bajista americana Mimi Jones, esposa del pianista venezolano Luis Perdomo, con la cual está desarrollando un proyecto que se llama Black Madona. Ha tocado con muchos cuartetos de cuerda haciendo música popular, entre ellos uno que se llama O cuarteto y tiene un repertorio de música brasilera. Recientemente grabó un disco con la violinista y compositora norteamericana Sarah Bernstein y, en 2017, fundó el sello disquero Falcón Gumba Records, junto con su esposo Juanma Trujillo, guitarrista.

 

 

Ha lanzado un disco con el trío Chama creado junto con su esposo Juanma Trujillo y un amigo de infancia, Arturo García, baterista también venezolano. En su primer álbum Imaga Mondo, que en esperanto significa “Un mundo imaginario”, dedica cada canción a una criatura fantástica. Lo ha realizado con su cuarteto formado por Juanma Trujillo, guitarrista, Christof Knoche, bajista y clarinetista y Juan Pablo Carletti baterista. Con el grupo Chama ha grabado otros singles que saldrán en el transcurso del año. Hace apenas pocos meses salió el primer álbum del dúo Peach and Tomato que comparte con la violinista Sana Nagano. Juntas, ella en la viola y Nagano en el violín, experimentan diferentes efectos estando conectadas electrónicamente con unos pedales, y realizan muchas improvisaciones.

 

Chama

 

Si bien toca violín y viola con igual destreza y pasión Leonor confiesa preferir la viola. “El sonido de la viola es más oscuro, más íntimo, lo siento más en sintonía con mi personalidad. Sin embargo, también me encanta el violín, y en particular mi violín. Creo que lo que más me gusta es tener la posibilidad de cambiar. Cada vez que tocas asumes una personalidad distinta, es como actuar».

– ¿Y si tuvieras que escoger un solo género musical?

Leonor reflexiona, sonríe.

– No podría. No sería feliz. Ayer toqué un Mesías de Händel y fue maravilloso. Mañana tengo una grabación con una big band y sé que también lo voy a disfrutar muchísimo. La música para mi es alegría, aprendizaje, búsqueda, no puedo imaginarme encasillada en un único estilo musical.

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