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Luces y sombras en la Iglesia católica de Nueva York

Dolorosas son las imágenes de centenares de personas quienes, en estos días, lo arriesgan todo con tal de alejarse del horror de las guerras, los genocidios, el hambre. Éxodo que deja una estela interminable de cadáveres, algunos de ellos niños inocentes, quienes han tenido la desgracia de nacer en lugares que la locura humana ha transformado en infiernos.

Con palabras firmes y actitud valiente Papa Francisco ha enfrentado los ataques de quienes manipulan los miedos para sembrar odios, racismo y xenofobias. Es un consuelo para los tantos emigrantes e hijos, nietos de emigrantes que vemos reflejados en rostros lejanos los mismos anhelos y esperanzas que un día iluminaron los de nuestros padres, abuelos, amigos, los de nosotros mismos cada vez que buscamos en otra ciudad un espacio en el cual desarrollar una vida digna y productiva.

Esa y muchas otras batallas que está llevando adelante Jorge Mario Bergoglio desde el momento en que fue electo Pontífice son de profunda importancia para los católicos, para los ateos y para quienes profesan otras religiones.

Su esfuerzo en pos de una Iglesia católica abierta, transparente y capaz de acercarse a las personas entendiendo las problemáticas de nuestra época, no es nada fácil y lo demuestra el hecho, muy preocupante, de una recolección de firmas que está promoviendo un grupo de personas para volver a los dictámenes del Concilio de Trento. Es decir para que el catolicismo, así como se predica en las Iglesias y en las calles, vuelva a un pasado frío y lejano y los adelantos de Papa Francisco queden prácticamente borrados.

De Nueva York se están levantando voces respetadas, en la comunidad latinoamericana, para ofrecer solidaridad a la labor del Pontífice y a tal propósito también se empezó una recolección de firmas.

En medio del grande ruido que hay en el mundo, a causa de muchos problemas, esta lucha interna, que se está desarrollando dentro de la Iglesia católica, podría pasar desapercibida y sería un gravísimo error.

Todos, creyentes y no creyentes, deberíamos preocuparnos porque todos estamos conscientes de la importancia que tiene en millones de personas, y más aún en los gobiernos de muchos países, la influencia de la religión.

Si bien los católicos no tienen estados religiosos, el poder del Vaticano, a la hora de tomar decisiones que nos atañen a todos como seres humanos, es incuestionable. Más aún en América Latina.

Y en Nueva York, ciudad con una inmensa mayoría de inmigrantes, la primera visita de Papa Francisco está creando gran expectativa. Mucho se ha hablado de cuestiones casi folclóricas como la Silla Sagrada que están construyendo tres inmigrantes latinos pero poco de una realidad que parece imposible en una ciudad tan heterogénea y acogedora como Nueva York. Aquí, donde se mezclan y conviven en un clima de respeto y tolerancia, culturas, tradiciones, idiomas, religiones, vemos como ese respeto y esa tolerancia hacia la diversidad se diluyen dentro de la Iglesia Católica, justo allí donde deberían ser más profundos.

Haciéndonos eco de las voces de algunos católicos latinoamericanos sentimos el deber de denunciar una realidad en la cual las minorías de creyentes y en particular los latinoamericanos se sienten fuertemente discriminados.

Los latinoamericanos, según estudios recientes, representan más de un tercio de la población católica de Estados Unidos. A pesar de eso los párrocos latinoamericanos son un porcentaje ínfimo, que no llega al 10 por ciento del universo católico estadounidense. Muchos de los curas latinoamericanos son personas que han cursado estudios de postgrado en las mejores universidades y no obstante no han logrado tener el espacio que merecerían dentro de la Iglesia local. Sin embargo nadie mejor que ellos puede entender las razones que llevan a muchos latinos a cruzar fronteras manchadas de sangre con tal de ofrecer un mejor futuro a sus hijos.

Hoy la presencia latinoamericana en Estados Unidos está cambiando, muchos son profesionales y académicos, pero el drama, la esperanza, la amargura y la alegría de la emigración siguen siendo las mismas para todos y nadie mejor que un párroco quien habla su mismo idioma y conoce su historia puede ofrecer ayuda espiritual a aquellos que la necesitan. Mucho más difícil es encontrar ese consuelo o esa palabra en quien nunca ha viajado, en quien no conoce la historia, las tradiciones, los idiomas de América Latina.

Hay iglesias en las cuales se les niega a los indocumentados la posibilidad de celebrar matrimonios, comuniones y bautizos y hasta otras donde los padres quienes hablan un inglés con acento, no pueden oficiar, los domingos, las Misas dirigidas a los anglosajones. Una discriminación casi ridícula en una ciudad como Nueva York en la cual se cruzan más de 800 idiomas.

El viaje a Nueva York del Pontífice, como dijimos, ha creado muchas expectativas, en particular dentro de la comunidad latinoamericana. Sin embargo el espacio del Madison Square Garden es muy limitado con respecto a la cantidad de personas que quisieran asistir a la Misa. Se habla de una capacidad de máximo 20mil personas frente a una población de casi dos millones de católicos.

Cada párroco ha recibido muy pocos boletos para repartirlos entre sus sacerdotes y fieles. Los más afortunados disponen de unos 10, los otros no llegan a esa cifra.

¿Y todos los demás? “A nosotros nos queda la calle” ha comentado con amargura un latinoamericano, pensando en los que tratarán de ver al Papa desde las aceras durante su recorrido. Muchos recuerdan con nostalgia la misa de Juan Pablo II quien, en el Central Park, lugar que permitió a todos participar, inició a hablar en inglés y luego, frente a las tantas banderas de las comunidades latinas, terminó en español. En esa ocasión Papa Wojtyla concluyó su sermón diciendo El Papa está contigo en perfecto español.

Sabemos que es muy difícil conocer lo que ocurre en las tantas y tantas parroquias que están diseminadas por el mundo pero, en espera de su visita a Nueva York consideramos importante recordar a Papa Francisco que aquí, en la ciudad que es ejemplo de diversidad y tolerancia, las minorías católicas sufren a veces discriminaciones inaceptables y contrarias a la Constitución de la Iglesia y a los preceptos del Evangelio. Y lo que es más importante contrarias a esa Iglesia abierta y solidaria para la cual Papa Francisco, con tanto valor y tanta fuerza está luchando.

Quizás para todos sería importante escuchar de sus labios, los labios de un Papa que por primera vez creció hablando su mismo idioma, palabras que les recuerden a todos “El Papa está contigo”. Más aún porque desde aquí un gran grupo de personas, con su firma, están diciéndole “Papa Francisco, los latinoamericanos estamos contigo”.

Firme aquí la petición a favor de la Iglesia que desea Papa Franscisco: (http://chn.ge/1UtOM5r)

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