Fue en un muelle a orillas del Mar Caribe donde la artista venezolana Carlota Hellmund conversó conmigo sobre cómo mueve la fluidez en su trabajo.
Tata, como prefieren que la llamen, estudió diseño de indumentaria en Buenos Aires y enseguida creó las marcas venezolanas 1991 y Del Rayo. El mundo la llevó a México, donde abrió una tienda de ropa vintage modificada, bajo el nombre de Portal y elaboró la dirección creativa de Ashni. Actualmente, se dedica a experimentar con textiles, y también a la fotografía, y a la dirección de arte y estilismo para varias marcas.
Resalta de su práctica la importancia que le ha encontrado a “expresar, como sea que sientas el llamado, con los materiales que tengas. Sacar y practicar. Porque siento que también es una práctica.”
Resulta químico, sincrónico, tal vez, que de tanto crear con fe, haya terminado trabajando con hierro; un material súbito y suave a la vez, por los tonos que imprime en los telares de @Watoshe con algo de tiempo y sol.
¿Me podrías contar tu trayectoria hasta convertirte en la artista, alquimista que eres hoy? Hasta Watoshe.
Tuve el privilegio de estar en un colegio que nos dio espacio y herramientas para expresarnos. Desde entonces se me hizo natural ese juego con la materia, con lo que voy consiguiendo en el camino y con lo que visualizo. Siempre estuvo ahí expresándose esa niña, esa artista interna. Luego busqué comercializar mi creación para vivir de ella. Y bueno, hoy me celebro por haber apostado en eso, por confiar en mí y en la creatividad que canalizo.
¿En tu casa tus familiares también eran creativos?
En mi casa son más científicos. Mi mamá es científica, mi hermana es científica, mi hermano es súper estudioso, y la verdad es que me dieron el espacio para tomar ese papel de artista. Pero sí, hay otros artistas en mi familia y en mi casa. Gracias a Dios, me han dejado espacios para desarrollarme. (Me dijeron) estudia, dedícate, apréndelo, como todo, con su preparación. Pero de hecho esa palabra, artista, me costó habitarla. Hasta recientemente.
¿Después del colegio estudiaste diseño gráfico?
Estudié diseño de indumentaria en Buenos Aires, que es diseño de ropa, pero la universidad que cursé era muy digitalizada y básicamente estudié diseño gráfico.
Entonces lanzaste tu primera marca de ropa: 1991.
Exacto. Volví a Caracas y lancé mi primera marca, 1991, que estaba súper inspirada en todo lo que yo había aprendido en la universidad sobre moda. Era como una liberación, un expresarnos a través del cuerpo, en ese lenguaje silencioso, pero que puede ser súper poderoso. Los argentinos me inspiraron muchísimo a jugar con eso, con los personajes que somos y en cómo podemos ir cambiando.
Esa primera marca es súper teenager, colores y glitter, celebrando mucho esa niñez de la que de repente me estaba despidiendo. Siento que al final [mi práctica] es eso, llevar a expresar algo a través de la emoción. Y lo hacemos inconscientemente, ¿sabes? Por lo menos así fue mi caso. Estaba en una nostalgia juvenil bellísima y siento que esta marca me dio el espacio para explorar eso.
Además de eso, ¿qué consejo le darías a una diseñadora que esté apenas comenzando?
Tomárselo ligero y sacarlo. Expresar, como sea que sienta el llamado, con los materiales que tenga. Sacar y practicar. Porque también es una práctica. Requiere de valentía, pero sin permitir que esa valentía signifique algo que muchas veces me ha pasado, es decir sentir que hay que realizar algo maravilloso y perfecto. Muchas veces lo que vas a sacar es lo que es, y quizás no tiene mucho sentido al momento, no te parece bello, o sientes que le falta algo. Sin embargo, hay que seguir practicando y poco a poco irás puliendo. Llegar a entenderlo ha sido una divinidad y me ha dado una soltura total.
¿Cómo fue la transición de 1991 a tu segunda marca, Del Rayo?
Cuando empecé a cambiar de 1991 a Del Rayo seguí otra necesidad, con otras personas. Parte de lo que siento y que fluye en mí, es buscar una armonía entre todos los presentes para construir una colaboración que nos permita sentirnos bien con lo que estamos logrando. Con Del Rayo tuve cuidado en evitar que se repitiera lo que había pasado en 1991, y fue algo radicalmente diferente. Todo blanco. Minimalismo. Comenzamos a incluir a hombres y mujeres, a hacer algo más neutro. También como decíamos antes, se presentó una oportunidad.
Siempre estoy súper agradecida de que se presente el material. Siento que soy sobre todo una observadora que decide tomar las oportunidades que encuentra en el camino. Con Del Rayo encontramos el espacio. Decidimos habitarlo y crear algo. Eso lo hice con una amiga del colegio, Ote y las morochas Argento que son súper elegantes. Yo pasé de hacer algo más trashy a realizar piezas súper elegantes. Pude ver la capacidad que tenemos de reinventarnos y conseguir nuevas fases de nuestro ser. Entendí lo importante que es no sentirnos encajados en una personalidad o en un estilo para siempre, sabernos seres cambiantes. Con esa ligereza me quité un disfraz y me puse otro y fue muy interesante.
También creo que te retaste mucho a ser autodidacta en cuanto a aprender a llevar un negocio propio.
Totalmente. En ese momento yo me estaba apoyando un poco en otras personas, y si, aprendí un montón. Hoy día ya he tomado el coraje y soy la responsable del proyecto en todos los sentidos. He aceptado que en muchas cosas tengo que buscar ayuda puntual. Hay veces en las cuales la ayuda te saca las patas del barro en un segundo. Antes trataba de hacer todo yo, ahora estoy aprendiendo a recibir ayuda puntual. Como en lo que se refiere a administración.
Una parte de mi filosofía, que considero importantísima, es que siempre he querido evaluar cómo haría las cosas yo misma, más que como te lo digan otros. Entender cómo me gusta hacerlas. Eso me parece uno de mis mejores dones.
Sí yo estoy de acuerdo y también te lo aplaudo. Es la razón por la que te estoy entrevistando, porque te tomas ese espacio de preguntarte cómo te vibra a ti y tomar tu camino.
Sí y con mucha humildad estoy abierta a recibir también consejos y puntos de vista. No me cierro a escucharlos, pero los veo como eso, como puntos de vista, y luego trato de escucharme a mí misma, entender cómo me siento con cada tema para manejarlo de una manera que me funcione.
Ahora, para manejar Watoshe, ¿Cómo es un día típico para ti? ¿Tienes un día típico?
Soy más estructurada de lo que pensaba. Aun siendo bastante abstracta, he encontrado que unas rutinas me funcionan. La constancia. Decir vamos a abrir los trabajos de hoy, cuáles son las prioridades. Me doy el espacio para enfocarme en las prioridades. Más allá de estar a una hora o en un lugar, estoy tratando de mantener mi cuerpo limpio, elevado, estirado y darme el espacio para Watoshe. Cuando me siento bien, puedo encontrarme con el proyecto y darme el permiso de ver, en el momento, qué es lo que me está llamando. También soy bastante flexible con esa rutina, pero sí trato de ser constante, seguir con las prioridades y escucharme. De verdad, es como un juego y me encanta ver qué es lo que me llama. Permitirme esa intuición. Es una mezcla entre ver cuáles son las cosas que hay que hacer y hacerlas y entender qué parte de ese proyecto está alimentando mi alma. Puede ser que me tome muchísimo tiempo en afinar unos detalles. Es algo que también me permito y que me enriquece muchísimo.
¿Hay cosas que intentas incorporar todos los días porque sabes que te hacen bien?
Sí, mi alimentación siempre es lo más limpia posible. Mi estiramiento, mi yoga. Trato de sumergirme en la naturaleza lo más posible. Eso me balancea, me centra, me aclara. Estar un tiempo a solas. Me he dado cuenta de que mi energía es dadora, y cuando estoy con otras personas me cuesta enfocarme completamente en mí, en mi proyecto y en lo que yo necesito. Entonces necesito esos momentos en los cuales estoy sola con mi universo. Trato también de tomar más agua, prestarle atención a la respiración y practicar mindfulness para que mi trabajo sea una energía más pura. Una cosa que me fascina son esos estados meditativos. Hay infinitas maneras de meditación y siento que logro, a través de la expresión y de la materia, entrar como en un trance que alimenta el espíritu.
Pierdes la noción del tiempo y estás ahí, bailando con el momento. Qué hermoso Tata. ¿Qué pasó después Del Rayo?
Dejé Del Rayo para irme a México. Llegué primero a Ciudad de México y fue un renacer total, una trascendencia de mi ego. Tenía la carrera, tenía una súper autoestima laboral y llegar a México representó un encuentro con mi ego. Fue darme cuenta de que había infinitas personas talentosísimas y bellísimas, así que tuve que preguntarme: “¿cómo vas a realizar tu arte, o qué vas a hacer para ser una adulta en el mundo?”. Antes de eso había tenido muchísima ayuda familiar y había trabajado en proyectos que me impresionaron. Mi primer proyecto, 1991, fue súper exitoso económicamente. Nos llevó a viajar y nos puso pasarelas para presentar nuestras piezas. Hubo mucha magia. Yo creo que por la inocencia de la niñez uno manifiesta cosas demasiado mágicas porque las cree posibles. Luego Del Rayo fue, durante una etapa, súper complejo a nivel económico. Tenías que ser un tiburón para que te quedara algo de ganancia a pesar de la inflación. También fue fuerte trabajar dentro de un contexto país que, así lo siento yo, estaba en guerra. Llegar a México me obligó a pensar que tenía que ponerme las pilas para trabajar, tener techo, comida, independencia.
¿A qué te dedicaste en México?
Recibí una invitación para un trabajo en Tulum en fotografía y me fui sin pensarlo demasiado. Me encontré con el mar, que fue otro renacer. Ahí creamos un proyecto que se llama Portal. Tuvo menos presencia en el mundo virtual pero en el real fue increíble. Lo realicé con dos amigas de Caracas, Sabina, de Revista Modesta y Lucía Dado de Retrovértigo. Creamos una colaboración, nos llevamos un poco de ropa vintage de Caracas a Tulum y con nuestras máquinas de coser empezamos a reconstruir las piezas. Por ejemplo, hacíamos un croptopsito a partir de cosas que ya no se usaban tanto. También teníamos otras que estaban casi listas para la venta y les faltaba solo algún detallito. Las cosíamos Sabina y yo y Lucía era una nazi de la tienda. Vendíamos súper bien a unos precios buenísimos. La tienda era en Casa Jaguar, un restaurante en la playa que se llama Casa Jaguar con una vibra súper cool. La tienda abría en horario de tarde-noche. Fue una ventanita que nos permitió conocer gente de todo el mundo a quien ofrecimos nuestras piezas. Muy felices de habernos llevado esa materia de Caracas para luego transformarlas hasta hacerlas nuestras. Luego comenzamos a hacer curaduría, un poco como Del Rayo, pero más para ese mercado. Era un público turístico que viajaba a Tulum, entonces nos enfocamos más en artesanías latinoamericanas. La curaduría con Lucía fue impecable y la colaboración cosiendo con Sabina súper activa.
¿Ese ciclo cómo lo cerraste?
Sabina siempre supo que ella en algún momento iba a mudarse a California, porque estaba comprometida, se iba a casar y a vivir allí. Lucía y yo hicimos una segunda temporada de Portal pero tuvimos algunos choques de personalidad y de visión. La verdad es que en 1991 también me pasó un poco eso. Después de un tiempo, me costó mantener en armonía la colaboración con las socias. Yo acepto lo que me lo dijo una astróloga: «tú eres demasiado pasional, si no hay pasión no quieres hacer las cosas». Reconozco que hay una parte de mí que se apasiona y cuando ve que estoy perdiendo la libertad de dedicarme a lo que me gusta de verdad, para dar prioridad a otras cosas que me apasionan menos, posiblemente me lleve a dañar un poco mis relaciones. Hay que asumir responsabilidades. Con Lucía pasó un poco eso, pero igual la relación sanó muchísimo teniendo ya hoy día cada una su proyecto. Supimos como parar las cosas en el momento justo y priorizar el tener una buena relación entendiendo y aceptando que cada una tenía una manera de ver diferente.
¿Fue entonces que te empezó a llamar más la atención la experimentación con textiles y pigmentos, algo que estás haciendo con Watoshe?
Exacto, en ese momento yo estaba queriendo estar en mi casa, en mi jardín, con mi exploración textil. Tenía ya algunas telas, en Tulum teníamos un jardín que estaba en construcción y en el cual había hierros. Vi algo que me inspiró muchísimo en el pigmento con hierro y empecé a probar, a poner mis telitas en esos hierros que resultaron muy oportunos. Disfrutaba muchísimo con los resultados y trabajar con unas técnicas que requieren de varios días. El movimiento es lento pero el resultado va apareciendo.
Finalmente, el universo me botó de México y me trajo para Venezuela. Los últimos 6 meses en México fueron muy interesantes porque trabajé con una italiana que quería realizar una marca de ropa y siento que desarrollé una sin la emocionalidad que yo hubiese querido. Sin embargo, era lo que ella quería. Como no estaba jugando con mi dinero, trabajé con mucha libertad. Me decía “ah buenísimo vamos a comprar estas, estas y estas telas, para probarlas y vamos a hacer las cosas de esta manera”. Teníamos dos costureras en un apartamento súper rico, una mesa de costura, empezamos a sacar patrones, a diseñar y confeccionar ahí lentamente, una pieza a la vez. En Tulum había trabajado con un taller de costura al que le daba el patrón y la muestra para su realización, pero no seguía el proceso. Eso, a veces, me causó mucha frustración si no quedaba satisfecha con la calidad de las piezas. Deseaba involucrarme un poco más en ese craft que significa hacer las piezas, algo que me encanta. Tuve la oportunidad de hacerlo, de crear una colección de ropa y seguir todo desde el logo hasta la conceptualización, los diseños, la supervisión de la producción. Mucho, quizás demasiado. Ahora estoy haciendo lo mismo, pero con muchísimo amor porque es para mi proyecto, mas, en ese momento sentí que tenía que poner límites porque estaba ocupándome de demasiadas cosas.
¿Qué nombre tenía la marca?
La marca se llamaba Ashna que es el chakra del tercer ojo. Estoy muy agradecida con ese proyecto porque me dio mucha seguridad en lo que se refiere a confeccionar, invertir, producir.
¿Actualmente trabajas más o menos siguiendo esos procesos?
Estoy trabajando con una costurera en Catia. Me sentí súper feliz cuando tuve mi espacio para poner mi máquina, mis telas, y poder crear ahí. Sin embargo, ese espacio se fue como llegó, como un regalo del cielo. Siento que el universo lo hace mucho conmigo, me obliga a re-inventarme. Cada vez lo enfrento con menos duelo y con más confianza y aceptación. Practicar el desapego y confiar en que lo que vendrá va a ser lo perfecto para el momento. Ahora, por ejemplo, estoy disfrutando de haber hecho una pieza aquí. Si estuviera en ese lugar que de todas formas extraño, no estaría aquí, así que intento conectar más con el presente y seguir con ese hábito de la creación y la creatividad, quitándome limitaciones, pensando que necesito x o y.
Soltar y abrir espacio a ver qué viene… ¿Hay algo que quieras explorar en los próximos 5 o 10 años?
He tenido unas revelaciones que me confirmaron que el arte de la indumentaria es bellísimo, pero estoy súper abierta a otras expresiones artísticas. El textil me fascina. Toda la parte del pigmento, de intervenir el textil, me parece divertidísimo y sé que hay una conexión con eso que quiero explorar toda una vida. Sin embargo, también deseo explorarme en otros sentidos y estoy cada vez más abierta a eso. Crear espacios también me fascinaría, y un arte más abstracto. Aunque me gusta mucho crear cosas que sean útiles y que a la gente le funcionen, también quiero aceptar este llamado de hacer piezas que no parecen útiles, o que no tienen una utilidad tan cotidiana y, de todas formas, tienen una utilidad más filosófica, porque transmiten una energía valiosa.
¿Sientes una responsabilidad a contribuir a algo más grande que tú?
Sin duda. Sé que somos eso.
¿Para ti es importante ser parte de una comunidad creativa?
Sí, para mí sería bellísimo ser parte de una comunidad creativa en la que podamos realzar el espíritu de las personas que sienten el llamado de expresarse.
¿Te sientes inspirada creativamente por tu entorno?
Siempre estoy buscando esa inspiración y la encuentro gracias a la naturaleza. Hay momentos en los que me siento más inspirada. Estoy buscando mejorar mis condiciones, mi entorno. Soy súper sensible a mi entorno y quiero crearlo de manera que me haga sentir más fluida e inspirada.
Cerremos con unas preguntas más ligeras que puedan servir de detonante, a ver qué te está inspirando ahorita. ¿Qué estás escuchando?
Mi música últimamente ha estado bastante volcada en mantras, música que me recuerda lo divino. Me encanta la música de yoga y kundalini.
¿Película o series?
No he visto desde hace tiempo, la verdad. No estoy viendo tele desde hace muchos años. No tengo ni una peli ni una canción favorita.
¿Comida favorita, o un sabor que tengas muy pegado últimamente o que te esté haciendo sentir muy bien?
Me fascina la creatividad en la cocina y mi cosa favorita es hacer mezclas. Mezclas que pareciera que no van y, en cambio, sí salen (ríe). Me encanta mezclar salado con dulce, súper cocinado con súper crudo.
¿Qué vive en tu mesa de noche?
En mi mesa de noche viven mis aceites esenciales, mis piedras, mi agenda para estar anotando cosas por ahí y mi vibrador.
¿Un libro que recomendarías?
Ahorita tengo en la cartera El Camino del Guerrero de Carlos Castañeda. Siempre tengo mis sets de libros y me fascina que me estén recomendando libros. Amo una buena lectura.
El Camino del Guerrero puede ser un buen anzuelo para preguntarte si hubo algún momento que sientes que fue como tomar un gran riesgo, o dar un salto al vacío.
Me gusta muchísimo eso, permitirme fluir, no tener a veces sentido. Lo que estoy buscando es escuchar esa intuición de que lo que vibre y lo que sea que me corresponde en mi camino está señalizado y con una sincronía perfecta. Intento ir alimentándome de todo lo bueno para seguir dando todo lo bueno. Mi decisión es ser un ser contributivo.
Y finalmente, para los que quieran buscarte, ¿cómo te encontramos, a ti, a tu marca?
En Instagram como @Watoshe y @todoeselcentro. La página web está en camino. Voy a fotografiar las piezas que he estado haciendo, en ese querer hacer todo hay cosas que me han faltado, pero también me he permitido ir a mi ritmo. Que vayan creciendo y dándose a su ritmo.
Con un poco de fe. ¿Sabías que en la tabla periódica el Hierro se abrevia como FE?
Amo el hierro. Le he ido encontrando belleza en esa oxidación que se da con el paso del tiempo. Es una materia que cambia y tiene fuerza, solidez. Puede ser peligroso, súbito, y a la vez nos da unos tonos más tenues, orgánicos, naturales. Siento que es un material sanador. Así lo he visto.