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Photo by: Steven Pisano ©

Campaña electoral con Covid19

Al enfrentarnos con una pandemia que mata cada día a millares de personas y nos obliga a quedarnos encerrados en nuestras casas, las personas van sacando lo mejor y lo peor de sí mismas. Junto con gestos de solidaridad, conversaciones en los balcones entre vecinos antes casi desconocidos, aplausos a los sanitarios por su labor realmente heroica y canciones para desahogar angustias y llenar soledades, también hay quien decide comprar armas y proyectiles para defenderse de posibles robos o agresiones, quien profundiza su xenofobia y quien descarga su violencia sobre los más débiles.

De igual manera están reaccionando los gobiernos. Hay quien, como Viktor Orban en Hungría, aprovecha para dar un golpe de estado con la anuencia de un Parlamento que aprobó una ley que le permite gobernar con poderes excepcionales por un tiempo indeterminado, o quien, como el Premier filipino Rodrigo Duterte, da rienda suelta a su violencia ordenando a los policías y militares disparar a matar contra quienes violen la cuarentena. Pero también hay quien, como el Primer Ministro de Albania Edi Rama, a pesar de la emergencia en su propio país, decide enviar a médicos y enfermeros a Italia o quien, como el Consejo de Ministros de Portugal, aprueba una medida para regularizar a los inmigrantes en proceso de obtener su residencia, con el fin de permitirles acudir al Servicio Nacional de Salud al igual que cualquier ciudadano portugués.

Como siempre, en situaciones de emergencia, quienes más sufren son los sectores más vulnerables y con menores recursos. Entre ellos uno de los primeros lugares lo ocupan los migrantes quienes huyen del hambre y de la violencia y terminan en situaciones iguales o peores, atrapados en esas fronteras que soñaron cruzar. Atascados en los albergues que no reciben ayuda de los gobiernos y sobreviven gracias a la solidaridad de las personas, para ellos el virus Covid19 puede tener el mismo efecto letal de una bomba.

Ni el Presidente Donald Trump, cuyo mayor objetivo es su reelección, ni el Presidente de México Manuel López Obrador, quien con tal de no enemistarse con el coloso del norte sucumbe sin chistar a sus dictat, consideran una prioridad la vida y la salud de los migrantes, en su mayoría centroamericanos, obligados a vivir en condiciones infrahumanas.

La administración de la Casa Blanca más bien está aprovechando este momento de emergencia para agudizar medidas vueltas a restringir el flujo inmigratorio en Estados Unidos. Decidió así agilizar la expulsión inmediata de los inmigrantes ilegales, paralizar los trámites para las peticiones de asilo, posponer las audiencias legales y cerrar varias Cortes migratorias. Como denuncian algunas organizaciones de derechos humanos, Trump está aprovechando la emergencia para limitar los derechos de los migrantes. Un objetivo fundamental de su proyecto político.

Preocupado por el rebote negativo que puede tener la grave situación sanitaria que vive el país, la crisis económica que llegará inevitablemente y las críticas a su gestión en esta etapa de emergencia, está buscando con afán escapatorias que le permitan distraer a sus seguidores y en lo posible a ampliar su base electoral.     

Nada mejor que endurecer la lucha hacia el gobierno de Venezuela para lograr ambos objetivos. Y así, tras un largo tiempo durante el cual se limitó a enfrentarse más con palabras que con hechos a la grave situación de Venezuela, de repente decidió acusar a Maduro y otros miembros de su entorno de narcotráfico, a poner una talla sobre sus cabezas y, como si esto no fuera suficiente, a desplegar barcos de guerra en el Caribe cerca de las costas venezolanas.

Ni decir que, si de verdad su objetivo fuera la guerra al narcotráfico, debería organizar una operación mucho más amplia que involucrara tanto a los países productores como a los que favorecen su tránsito y distribución.

Es verdad, el régimen de Nicolás Maduro así como antes el del Hugo Chávez, tienen la enorme responsabilidad de todos los males que están sufriendo los venezolanos, desde la pobreza que ha llegado a índices alarmantes, hasta la carencia de medicinas, la destrucción del sistema económico, educativo y sobre todo sanitario. Muchos deseamos que haya un cambio de gobierno con la esperanza de que el país poco a poco pueda volver a reconstruirse. Sin embargo, en este momento la población de Venezuela necesita ayuda y no guerra.

El Covid19 llega en un país de rodillas, y quien sufre son sus ciudadanos. No aquellos que se han enriquecido con la corrupción y el narcotráfico, ellos caerán de pies pase lo que pase, sino los que desde hace veinte años luchan para sobrevivir.

Son ellos quienes pondrán los muertos cuando les toque enfrentarse a esta nueva enfermedad. Y estarán solos, más solos que nunca.


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