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Mauro Bafile

Cambios en el horizonte

De la tempestad al huracán. América Latina, luego de una período de relativa tranquilidad que nunca fue realmente tal, vuelve a poner de manifiesto todas sus debilidades y limitaciones. Anemia económica y decaimiento político. La realidad, a la cual a veces damos la espalda pensando tal vez que si no la vemos no existe, se torna evidente y nos golpea con violencia. La economía mueve los hilos de la política. Los mueve en nuestro hemisferio. Mas, también allende el mar, en el Viejo Continente; en Asia, ya no tan lejana de América Latina como parecía hace apenas una década; y en los Estados Unidos, un país para nosotros tan cerca y tan lejos a la vez.

Contradicciones. Tan solo en apariencia. En el Viejo Continente, y el nuevo más industrializado, la crisis económica ha debilitado el “establishment” y abierto caminos al fortalecimiento de movimientos xenófobos y reaccionarios, los cuales creíamos desaparecidos. Los “euroescépticos” conquistan terreno, los nazi-fascistas ganan adeptos. En Italia, la “Lega Nord” de Matteo Salvini; en Francia, el “Frente Nacional” de Le Pen; en el Reino Unido, el “Partido de la Independencia” de Nigel Farange; en Alemania, la “Alternativa para Alemania” de Franke Petry. Todos ellos han cabalgado la ola de la crisis económica, sembrando esperanzas. Vendedores de ilusiones. En los Estados Unidos, la crisis económica ha avivado el fenómeno Trump cuyo probable triunfo, para la prestigiosa revista “The Economist”, representa más que una amenaza mundial.

Confuso, intricado, difícil de desenredar. En Asia, el panorama se presenta más complejo aún. La economía de China frena, jadea. Pierde impulso y obliga a cambios de rumbos. El presidente del coloso asiático, Xi Jinping, para no desaparecer del tablero político, ha impulsado un “golpe de timón”. Del mercado externo al interno. Decimos, para no ser contagiado por la deflación que pone en peligro la economía europea y frente al agotamiento del “modelo exportador”, ha optado privilegiar el mercado local, que no es poca cosa.

Menor importación de materias primas y caída del consumo energético en los centros desarrollados; reducción de las exportaciones de materias primas y desplome del mercado de hidrocarburos en la periferia en desarrollo. Fenómenos de la crisis económica, los cuales repercuten negativamente en nuestro hemisferio y provocan chaparrones políticos que prometen adquirir fuerza de huracán. Atrás quedaron los días en que, gracias a los ingresos abultados provenientes del petróleo; antes, el gobierno del extinto presidente Chávez, y luego, el del presidente Maduro, podían financiar la estabilidad política y económica de los países aliados – léase, Argentina, Bolivia y Ecuador –. La debacle electoral de Cristina de Kirchner, en Argentina; la derrota en el referéndum de Evo Morales, en Bolivia; el debilitamiento de Rafael Correa, en Ecuador y, dulcis in fundo, la pérdida de sustento popular de Nicolás Maduro, son señales de los cambios que se están gestando.

Por el momento, la atención es hacia la red de corrupción que alimentaron los petrodólares en Brasil. El gobierno se tambalea al tiempo que la popularidad del ex presidente Ignacio “Lula” da Silva pareciera desintegrarse bajo los golpe del “affaire Petrobras”. Todo indica que, en el coloso del Sur, estaría cerrándose un capítulo de historia. Y de la manera más traumática e indeseable.

América Latina pareciera estar atravesando uno de sus peores momentos. Y las instituciones democráticas constantemente bajo presión, amenazadas por la arrogancia del poder y la violencia de las plazas. En un pasado no tan remoto, corrupción y recesión económica eran el caldo de cultivo de crisis institucionales que desembocaban en el yugo militar. Hoy, más que las ambiciones del estamento militar, pareciesen estar alimentando los deseos de cambios en democracia. ¿Estamos a la puerta de una “primavera latinoamericana”?


Photo Credits: Robert Aguayo Rubio

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