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periodismo en riesgo

El periodismo silenciado

Miles de personas desfilaron por las calles de México el pasado miércoles. Algunos lo hicieron en silencio, otros clamando justicia y levantando pancartas con los nombres de los últimos periodistas asesinados. Tres en tres semanas. El 10 de enero José Luis Gamboa fue apuñalado en el puerto de Veracruz, el 17 de enero, el fotoperiodista Margarito Martínez Esquivel fue tiroteado en Tijuana, una de las ciudades más peligrosas para el periodismo y en la cual el 23 de enero fue asesinada con armas de fuego también Lourdes Maldonado. Así empezó el año en México. Con calles manchadas con la sangre de los periodistas. Inútiles fueron sus peticiones de protección frente a las amenazas. Lourdes Maldonado dijo directamente al Presidente Andrés Manuel López Obrador que temía por su vida. Y tenía razón.

La emotiva imagen de su perro Chato inmóvil frente a su puerta durante 24 horas sin moverse y sin comer, habla, quizás más de cualquier palabra, de la soledad y la indefensión que sufren los comunicadores en países en los cuales la libertad de prensa es más una quimera que una realidad.

Si México detenta el macabro liderazgo de muertos, no menos grave es la situación en otros países. Muchas y diferentes las formas que tienen los gobiernos y la delincuencia organizada para reducir al silencio el periodismo. Corrupción, amenazas, agresiones, cierres indiscriminados de diarios, radios, televisoras, encarcelamiento, leyes ad hoc, ponen de rodillas la libertad de prensa que en algunos casos se transforma en autocensura y en un silencio colmado rápidamente por la desinformación.

El periodismo es la mejor vacuna contra la desinformación, dijo el secretario general de Reporteros Sin Fronteras Christophe Deloire, quien agregó: Ante la viralidad de una desinformación que sobrepasa fronteras, a través de plataformas digitales y redes sociales, el periodismo es el principal garante del debate público basado en una diversidad de hechos establecidos. Es justamente por eso que hay quien trata de silenciarlo.

Según los últimos datos de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa que presenta cada año Reporteros sin Fronteras, tras evaluar el desarrollo de la profesión en 180 países, en 73 de ellos el periodismo encuentra impedimentos graves mientras que en otros 59 tiene que enfrentar obstáculos. Hablamos de un total del 73 por ciento de los países evaluados. América Latina registró en 2021 el mayor desgaste en las puntuaciones regionales (+ 2.5%).

En Venezuela el actual gobierno ha prácticamente barrido la prensa libre. Ha obligado al cierre muchos diarios negándoles el acceso al papel y en general a las materias primas. Ha silenciado programas de radio y de televisión. Interrumpe sistemáticamente el acceso online a los portales que se han transformado en las fuentes más confiables para conocer la realidad del país. Los comunicadores reciben amenazas, en muchos casos son encarcelados y en general son víctimas de agresiones. A la violencia generalizada, en el caso de las periodistas, hay que sumar el acoso sexual.

En Nicaragua la palabra libertad desapareció del diccionario de una dictadura cada vez más cruenta. En Brasil el jefe de Estado, sus familiares y acólitos utilizan regularmente la agresión verbal cuando se enfrentan con algunos periodistas.

En El Salvador la mayoría de los trabajadores del medio digital El Faro tuvo sus teléfonos iPhone intervenidos durante varios meses a través del programa Pegasus que la empresa dijo vender solamente a los gobiernos. El Faro entró en la esfera de los medios incómodos para el presidente Nayib Bukele tras denunciar un posible acuerdo entre el gobierno y la delincuencia organizada con el fin de aumentar su popularidad bajando los números de muertos en su país. 

Situaciones similares se viven en muchas otras naciones de América Latina y del mundo. La represión contra los medios se ha agravado durante la pandemia ya que muchos gobiernos trataron y siguen tratando de dar cifras edulcoradas de los muertos y enfermos.

La libertad de prensa es un bien de primera necesidad. Silenciar a un comunicador a través del asesinato, las amenazas, el encarcelamiento, no es un drama solitario, es una herida para toda la sociedad. Herida que la vuelve más débil y manipulable.

Más de una vez y en muchos países, hasta en los más avanzados en el respeto de las libertades, asistimos a la avanzada de una información falseada, modificada. Las redes sociales contribuyen a su difusión inmediata y las repercusiones sobre la capacidad de discernimiento de los ciudadanos y sus consecuentes decisiones políticas son muy graves.

Lo peor de la política se alimenta de las informaciones falsas y si se debilitan las fuentes de quien busca decir la verdad, seguiremos con una escalada de malos gobiernos mientras asistiremos a la muerte del buen periodismo.

Defender la libertad de prensa, la veracidad de las informaciones, ofrecer apoyo a los comunicadores en su trabajo diario es algo que deberíamos asumir como un deber y también como un derecho de todos.

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