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La ¿última? víctima

Se llamaba Paulo Paulino Guajajara, aunque lo apodaban Lobo Mau, y vivía en la selva Arariboia en el estado de Maranhão, al noroeste de Brasil. Allí, entre esos bosques que trató hasta el último instante de su vida, de preservar de las invasiones ilegales, cayó en una emboscada y lo mataron. Junto con él estaba otro líder indígena, Laercio Guajajara, quien logró salvarse, aunque resultó herido. Es el ¿último? activista ambiental asesinado por sicarios al sueldo de los muchos quienes desean explotar la Amazonía sin importarles ni los daños al ambiente ni, mucho menos, la vida de las comunidades que allí habitan desde generaciones. Quizás sería más justo decir que es el último cuyo asesinato ha superado la barrera de los silencios cómplices.

Mientras el mundo “civilizado” sigue atrapado en discusiones eternas entre quienes no creen en el cambio climático y quienes demuestran que vamos camino a una catástrofe, miles de héroes anónimos dan la vida para proteger su hábitat que es también el nuestro. Sus luchas deberían ser nuestras luchas y si bien ya son muchas las voces que se están levantando en el mundo para darles la solidaridad que merecen, esos líderes continúan muriendo y sus muertes siguen impunes.

Los silencios entre una y otra muerte, cuya noticia llega hasta nosotros, encubren la tragedia de pueblos originarios que, en todo el mundo, y sobre todo en América Latina, están constantemente amenazados. Quienes tratan de luchar contra garimpeiros, latifundistas, multinacionales, gobiernos locales, son víctimas de una violencia cruel e impune. Entre una y otra muerte hay decenas y decenas de amenazas, heridas, violaciones de las que no se habla con suficiente fuerza. Hasta que un nuevo asesinato desgarre esos silencios. Es lo que pasó con Lobo Mau quien ya había recibido varias amenazas de muerte.

Si Brasil a nivel ambiental y de respeto hacia las minorías vive uno de sus peores momentos a causa de la política e ideología de su Presidente Jair Bolsonaro, Colombia es otro de los países de América Latina, considerado fuertemente peligroso para ambientalistas, indígenas y defensores de derechos humanos.

En 2018, según el último reporte de Global WitnessEnemies of the State 2019, Colombia fue la nación con el mayor número de activistas asesinados en el mundo. El primer lugar lo detiene Filipinas. Por primera vez el estudio analiza también las razones por las cuales fueron asesinados. La mayoría murió porque se opuso a las empresas de minería, en segundo lugar están quienes lucharon contra los latifundistas y seguidamente quienes defendían fuentes de agua, o trataron de contrarrestar la pesca y la cacería irregulares.   

En Colombia las esperanzas que surgieron a raíz de los Acuerdos de Paz se están desmoronado poco a poco. La cifra de asesinados de líderes sociales, indígenas y defensores de derechos humanos va in crescendo. Para campesinos y comunidades indígenas nada ha cambiado para mejor. Siguen siendo el blanco de grupos guerrilleros, del narcotráfico y de los paramilitares. Según los registros de Indepaz (Instituto de Estudios sobre Paz y Desarrollo), y la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular – CACEP, “entre el 1 de enero de 2016 y el 8 de septiembre de 2019, 777 líderes sociales y defensoras de los Derechos Humanos han sido asesinados en Colombia. 132 casos ocurrieron en el año 2016, 208 en el año 2017, 282 en el año 2018 y 155 en el año 2019 (corte 8 de septiembre de 2019)”.

En el mismo informe leemos también que “desde que se suscribió el acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC – EP hasta septiembre de 2019, 151 ex guerrilleros de FARC – EP en proceso de reincorporación han sido asesinados en Colombia, 2 en el año 2016, 38 en el año 2017, 76 en el año 2018 y 55 en el año 2019 (8/09/2019). A nivel Nacional en el mismo periodo han sido asesinados 35 familiares de ex guerrilleros de las FARC – EP en proceso de reincorporación, 15 en el año 2017, 11 en el año 2018 y 9 en el año 2019”. En su gran mayoría estos crímenes siguen impunes.

Lamentablemente esta situación tan dramática es consecuencia de las graves desigualdades sociales y de las asimetrías regionales que caracterizan todos los países de América Latina sin que ningún gobierno, sin importar su orientación ideológica, haya logrado enfrentarlas o cuanto menos disminuirlas.

Hasta tanto enteras poblaciones vivan sin acceso a una educación y sanidad adecuadas, hasta tanto la corrupción y los intereses personales primen sobre el bienestar de las comunidades, seguiremos asistiendo a las muertes, torturas, violaciones y amenazas de esos héroes silenciosos quienes luchan por nuestro ambiente mucho más de quienes participan en cumbres y encuentros internacionales.

Y lo hacen a sabiendas que en esa lucha titánica lo más probable es que pierdan sus vidas.


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