Hasta hace unos meses creía conocer el significado de la palabra “Libertador”. No era una palabra para asignársela a cualquiera, porque siempre la había visto escrita en mayúscula y nunca sola, siempre acompañando el nombre de Simón Bolívar. Creo que el año que más usé esa palabra fue entre 2002 y 2003, el período que cursé 9º grado, cuando vi una materia que se llamaba “Cátedra Bolivariana”. No hay que ser un genio para adivinar de qué se trata: Estudiar la vida de Bolívar.
Hasta ahora, jamás había reflexionado sobre esa palabra, más allá del significado evidente que adquirió cuando estudié aquella materia, pero el lenguaje tiene caminos misteriosos para hacernos resignificar las palabras.
He de confesar que de todos los caídos en estos últimos ciento y pico días de protestas, el único nombre que me sé al derecho y al revés es el de Neomar Lander, y no porque sea más importante que el resto, porque todos son sangre venezolana derramada innecesariamente, sino porque me tatúo en la memoria la frase que tenía escrita en la protección improvisada que cargaba en su tronco el día en el cual fue asesinado: YO SOY LIBERTADOR.
Ahí estaba de nuevo, la palabra que creía conocer, que tantas veces había repetido como estudiante de bachillerato, que era casi un título nobiliario que podía ser ostentado en exclusivo por el gran Simón Bolívar; grafiteada en el pecho de un chamo de 17 años en el 2017. ¿Podía ser él libertador?
A mis 17 años jamás habría pensado en atribuirme esa palabra, porque, a diferencia de él, estaba teniendo lo que se supone que es una vida normal de adolescente, si es que tal cosa existe. A mis 29, tampoco habría pensado en hacerlo antes de verla en el pecho de Neomar… Pero ahí estaba, cruzándole de un flanco al otro. ¿Nos hemos convertido en libertadores?
En los últimos 18 años, los miembros y simpatizantes de la oposición hemos sido llamado de todo: oligarcas, fascistas, apátridas, imperialistas, pitiyankees, guarimberos, terroristas; por sólo mencionar los que me acuerdo de primera mano, pero jamás libertadores.
Ser libertador se transformó del adjetivo por excelencia de Simón Bolívar a ser algo que cualquiera que luche por la libertad de este país podría clamar ser, e incluso pudiendo llevarlo en una camisa que imita la pechera de “El Libertador”, el original.
Recuerdo una conversación muy dolorosa que mantuve con alguien hace unos meses, donde le decía que me sentía inútil ya que no había salido a protestar porque me daba miedo. Esa persona me respondió “no puedes cumplir todos los roles a la vez, todos somos necesarios desde lo que podemos hacer”.
Me tomó un tiempo asimilarlo, pero hoy lo entiendo. Todos somos libertadores desde la trinchera de nuestro quehacer. Yo desde estas líneas, la abuela que se queda en casa cuidando a los niños mientras alguien sale a protestar, los que elevan sus oraciones, el que lee esto desde otro país y siente su consciencia despertar, y claro está, el que ha pateado el asfalto y tragado humo de bomba lacrimógena en todos estos días. Gracias Neomar por recordarme que yo soy libertadora. Y tú también, que no se te olvide.
Photo Credits: Paola Maita, «Somos libertadores»