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sergio marentes
Photo Credits: Joybot ©

Ya no queda nada por quedar

Luego de una catástrofe, es decir, casi a diario, brota de los escombros un sabio de turno conectado a Internet para decirnos que no queda más por destruir y que esta fue la última tragedia anunciada por la religión más antigua o por el gobierno más nuevo. Y la naturaleza, o el hombre, en la mayoría de los casos, no demora en dejarlo terminar de hablar para destruir por completo sus teorías y declaraciones con, cómo dudarlo, otra catástrofe. No se sabe si es más rápida una catástrofe o la desaparición de quien la explica.

Sucedió hace unos días con el incendio de un museo centenario, aunque no se puede determinar qué tan natural es que un lugar como este sea consumido por el fuego, hace unas horas con una tormenta tropical que ya se llevó varias vidas y en este mismo instante con un tifón en Asia que no tiene temor de ninguno de los miles dioses de la región. Así como sucederá mañana con el olvido de este texto, de mí y de todo cuanto he dicho y escrito, pasado mañana con el abandono de toda la buena literatura y en unas semanas con el completo desinterés en lo que realmente somos, fuimos e hicimos. Entonces será cuando aparecerá otro profeta, un adivinador espontáneo, un mago malogrado y dirá en tono solemne que todo eso estuvo dicho, pero que por ignorar las señales y la historia pasó lo que pasó. Ese profeta podría ser yo mismo ahora mismo, pero no soy ni profeta ni ahora mismo es ahora mismo, ahora mismo es ayer ya. Pero ahora mismo también es mañana todavía.


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