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manny lopez
Photo by: Matthew Paul Argall ©

Y uno que pensaba que era la banda sonora lo que le faltaba

De repente me di cuenta de que todavía faltaba muchísimo para convertirme en raíz en Sebastian. No tenia una banda sonora para mis días y eso me decía que a esto le faltaba mucho material. Oía canciones a todas horas, pero no había descubierto a nadie que barriera el piso conmigo como había pasado con Esther Phillips en la calle Ellwood. Esto recién comenzaba.

Lo cierto es que son unos pocos meses lo que llevamos aquí. A mi me parece que son años viviendo en esta casita. Siento que era este el pueblo que me esperaba, no Hudson en Upstate New York. Veía hasta los venados en la ventana. Pajas mentales. Son de esas bofetadas que le da la vida a uno. Un despertar. Jamás pensé en volver a la Florida. Y aquí me tienen. Soy un animal de reinvención. O simplemente para ponerlo en un anaquel menos complicado, esta es mi ruta de vida. Mi ruta de vida que se va trazando. Me dejo llevar. Voy hacia el susurro. Cuando lo oigo, o cuando siento la briza que me eriza los pelos de la espalda, por ahí voy. Así ha sido siempre, menos al principio que me rebelaba en contra de los avisos y terminaba en fracaso.

En mi espacio verde vivo entre dos ventanas. Hemos sembrado nuestro primer árbol justo de frente a una de esas ventanas. Es una orquídea de Hong Kong y se convertirá en un gran árbol. Me dice una señora que me habla en el vivero donde lo compramos que florece el año entero. Le agradezco la información. Necesito flores, quiero el verde arropándome. Hace meses que no recuerdo el gris que por años me envolvía. Despierto temprano y lo primero que hago es abrir las cortinas, de par en par. Quiero luz del mismo modo que quiero una banda sonora para estos tiempos.

Escucho todavía a los mismos de siempre. Los queridos de siempre: Nina Simone, Little Jimmy Scott, Sinatra, Benjamin Clementine, Sara Vaughan, Ella Fitzgerald, y todos los que me han acompañado siempre. Pero vuelvo y repito, aquí todavía debo tropezar con ese o esa que me abofetee y me doblegue a escucharlo sin frenos. Debo perder los frenos como ha pasado antes.

Sé que este es casi el final de mi viaje. Aquí me queda el restante de esta vida que he tenido. Una vida algo complicada, controversial, pero libre. He sido libre. Hoy soy más libre que nunca. Se han marchado muchos, pero no me sorprende. Son cambios de piel. Me paso el cepillo duro por las uñas quitándome el lodo que se aloja después de pasarme horas en el jardín. Siembro tomates, ajíes, eneldo, y lavanda, entre otros. Siembro flores multicolores por nuestro alrededor. Quiero darle espacio a pájaros, mariposas y abejas. Quiero una canción.

Una cosa es lo que uno cree que quiere y otra es lo que la vida le proporciona. La vida siempre sabe más que uno. Creía que andaba enfocado en buscar esa canción cuando tropecé con la poesía. La poesía andaba un poco ausente en estos tiempos.

La última vez que visité a mi querida amiga, la poeta Magali Alabau me regaló un libro. Una biografía de una poeta americana. Lo guardé con la intención de leerlo lo antes posible. No paso así. Comenzó mi avalancha de cambios y no volví a recordar el libro. Hace unos días buscaba poetas por estos lares. Di con una fundación y el nombre me pareció conocido. Leí un poco de su historia y cual sería mi sorpresa al ver el libro que Magali me había regalado en el listado de libros de, o sobre esa poeta.

Fue un jalón de pelo merecido. Eso me pasó por haber descuidado la poesía por estos meses. Yo andaba enfrascado en busca de una banda sonora, cuando lo que debía hacer, del mismo modo que lo había hecho siempre, era estar disponible para la poesía.

No he encontrado la música para estos tiempos, pero he logrado hacer comunión con algo mucho más monumental para mí: He llegado al lugar ideal. He encontrado el hilo conductor en Sebastian para la poesía. He encontrado a Laura Riding Jackson…

(Continuará)


Photo by: Matthew Paul Argall ©

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