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Paola Herrera
Photo Credits: Ben Seidelman ©

We Might Be Dead By Tomorrow

Escucho a Soko mientras desayuno un plato de frutas sentada en mi terraza, antes de ponerme los zapatos y enfrentar la algarabía incomparable de la ciudad. Su voz me inspira a escribir (en ocasiones no hay que esperar mucho para que una canción te diga tanto) y a recordar que hay ojalás que arden en el alma y se convierten en cenizas que algún céfiro durante el crepúsculo transporta a una ciudad desconocida, una metrópolis dónde nadie sabe llegar para rescatar un poco de esas quimeras que teníamos a la espera de ser consumadas. Recordé también que hay sonidos indiscretos que te repiten que no todo se puede tener y que más allá de ello, la vida debe seguir su sendero. La voz de ella me hizo sentir, y pensé que a veces conoces a alguien y quieres desconocer al resto del mundo para conocerlo de nuevo. Sin contar las horas en las que el bullicio de dentro, ese que palpita en los entresijos, te carcome la vida y no te deja dormir o movilizarte de manera estable para enfrentar tu rutina. No hablemos de las cosas, ni de los seres, ni mucho menos de las primaveras que perdimos, ni siquiera acariciemos ese color grisáceo, ese polvo de las grietas que dejaron otros porque el mañana no depende de lo que se ha quedado atrás sino de lo que estamos cosechando ahora.

Nunca me ha gustado hablar del futuro, es tan incierto y tenebroso, en mi opinión el futuro es una película de suspenso que nunca nadie ha podido dirigir. Cuando tenía ocho años y descubrí que me tocaría elegir lo que deseaba ser de grande, me ilusioné como una chiquilla a la que llevan al parque de diversiones y le compran el brazalete en vez de tickets y le preguntan si quiere algodón de azúcar o cotufas y responde que los dos con una sonrisa peculiar de la felicidad. Luego cumplí los doce, ya entraba al bachillerato, y me repitieron que debía estar pensando en mi carrera, que los años pasaban como en un parpadeo y entonces me entró ese miedo, ese pánico de tener que emprender a edificar algo sin saber cómo dibujar un plano. Me paseé durante días por diversas opciones, caminé durante años por todo lo que me gustaba, pero no amaba. Es difícil encontrar qué amar, más difícil se convierte cuando se trata de algo que te acompañará toda la vida.

Ya para cuando tuve los dieciséis, la decisión me tomó a mí, me eligió y yo no supe lidiar con algo que no había previsto, ni escogido. Acostumbrada a no negarme, a pensar más en los otros que en mí, navegué en esas tierras que rechazaba, hasta que un día, agarré mi brújula, mi velero, tomé el timón y busqué mi puerto, nunca pude sonreír tanto como cuándo pisé esa orilla y suspiré sabiendo que tenía que desconocerme para conocerme. A lo que voy es que mañana podría ser demasiado tarde, hoy podría ser demasiado pronto, pero qué más da, si más allá de lo que podría suceder, la muerte espía a cada instante y simplemente lo que debemos hacer es respirar la vida y vivir, vivir sin dejar un vacío, sin dejar espacios en blancos en lienzos de acuarela.

…Give me all your love ‘cause for all we know we might be dead by tomorrow…


Photo Credits: Ben Seidelman ©

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