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dinapiera didonato
Photo by: Remko Hoving ©

Volver o no volver al parque

Piensa que falta poco. Para qué, no sabría. (Esos placeres, esos escombros). Hay que recordarlo todo, pero como en el juego Veo veo, ¿qué ves? lo que cree recordar va y viene nublado. Veo una cosita, ¿qué cosa es? Los recuerdos le están quedando extraños.

Esta vez la marmota no vio su sombra cuando salió a predecir el clima así que prepárate para la temprana energía agresiva de la primavera. No banalices la libertad del monte. No reprimas tu instinto cantando victoria porque no pudo contigo el virus. Podrías rendirte ante los alergenos.

Aunque no presentes síndrome respiratorio agudo, después de tanta lucha aparece el desgano para la guerra final. En la lista de los muertos de la portada del New York Times no dice que murió un viejito que tenía alergia. Harta de conversaciones sobre vacunas, que no le hablen de picores. Y mientras, su amiga A sigue pegada a todos los santos como de una baranda. Ni el webinar del teletrabajo, ni la tos, ni el lagrimeo estresan tanto como el precio de un huevo en el país de origen.

Cuando llega al fin el dólar que le cuesta a la madre uno solo ya el dichoso huevo desapareció. Santos del catering de La Última Cena protéjanla porque si un huevo aumenta a más de un dólar se volverá objeto de bodegón como el plátano. No todos los nuestros son venezolanos de bodegones, Francisco de Asís, patrón de las aves, que baje el huevo.

A y ella aplauden menos y no precisamente por los ataques alérgicos extenuantes. Rezar mentalmente al santo de los sanitarios y de los trabajadores esenciales sí pero el saludo de la cacerola que toca enérgicamente el vecino genera imágenes de platos vacíos. Se confunden agradecimiento y mortificaciones. No olvidan el idioma de siglo pasado que hablan entre ellas: esto no es España, sanitario suena a excusado.

Cansada de evitar los pelos y las plumas de la fruta, el greifrú del champú, el ácaro del libro favorito, lo más fácil sería recordar viejas fórmulas, como una flor de Bach para lo del sufrimiento corrector de una alergia, la intolerancia a la incertidumbre, el miedo a las floraciones virtuales. Los brotes de la soberanía grotesca.

Los ojos se les cierran cada vez más, pero nadie ha llorado aquí. Hay cosechas de docilidad buena, borrosas, inversiones masivas de maldad nebulosa, predicciones de auto-regulaciones del aire, un carraspeo y más picor. Nada que no cure una refriega a base de iguana grávida verde. ¿Qué ves? Una cosa. ¿Cómo es? maravillosa.

Se trataba de grasa de caimán, corrigen su recuerdo. Hoy en día lo consigues por Amazon aunque juraste que no volverías a negociar con esclavistas. Pero las mejores ofertas de libros están ahí. Hipócrita. Impostora. Perdónate porque necesitas rebajas en la crema antihistamínica y en el último libro de sus autores venezolanos. Nota que ha olvidado la composición de efecto broncodilatador.

Habla con el hermano para verificar recuerdos y se complica. Lo que quiere que él recuerde se confunde porque Adolfo, para ubicar la hierba aquella con la que les preparaban el emplaste, empieza hablando del patio donde estaba la vaca.

¿La vaca? ¿Qué vaca? (Veo, veo)

Pero concéntrate, Piera ¿no te acuerdas la ternera que me regalaron?

Ve un niño peine en mano dispuesto a despiojar un cuero muy bello. Está dorada y lagañosa. Ve al cura español que le pedía prestado a papá para su negocio de los préstamos. Ve una carretera embarriada en invierno con paisajes de ojos de agua que emergen en la curva que desemboca en el campo de un señor bueno, no como el cura que endeudaba a todo el mundo, pero nunca pagaba su propia deuda. El bueno, no el zángano, le ofreció un animalito por las finezas de papá. Cómo pudo haber olvidado la vaca.

Parecía que evadían los grandes temas. La composición exacta contra los silbidos lleva aquellas hierbas cultivadas en el patio donde la amarraron. Ve cuando los otros hermanos esperan impacientes que Adolfo adecente su vaca y dé permiso para tocarla. La madre diciendo si huele a bosta aquí no se queda. Ve cómo los hermanos la bañan de perfume y todos terminan con un ataque. Ve las carreras de la abuela arrancando matas para el remedio. La vaca no paraba de estornudar tampoco. La angustia de los niños escondiendo la mierda.

Se apresura no a escribir el nombre de los ingredientes del antialérgico sino a contarle a A que la familia va capeando bien el temporal, no entrarán en quiebra, y que Adolfo tenía una vaca que una vez… No sigue porque nota que A prendió más velas. Se acabó la teleconferencia y está oyendo unas noticias horribles de Venezuela que suenan neblinosas. Hasta que se fija que se trata de un video del 2018.

Las carcajadas de las señoras confinadas del 6B. Veo veo, ¿qué ves? No se baja la hinchazón de los ojos. Ve en un mensaje: Hay aquí un cementerio.

Se alarma, traga saliva, se resigna a otra mala noticia de desfavorecidos del barrio no atendidos en la lotería improvisada de la pandemia. O que llegó al barrio de las madres. Lo que en realidad dice es Hay aquí un comentario. Y de Lesbia Quintero: Siempre habrá una baranda disfrazada de nuevo amor, de romance, de postgrado, de libro para escribir o novela para leer. Y nosotras sabemos aferrarnos a todas.


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