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Volver a nacer

La vida es un misterio cuyos fragmentos se revelan ante los ojos humanos cuando uno como ser de este planeta siente la presencia de todo lo que lo rodea incluso aunque no lo pueda ver. Un día detuve mis pasos para analizar el recorrido que había estado haciendo y el mundo me anunció que vibraba al ritmo de mi respiración, por lo tanto, cada paso era un sonido más, un acontecimiento más que se unía al movimiento de todas las cosas.

Religión, re-ligión, re-lación con el mundo, con la naturaleza, con mi vida. Necesitaba un vínculo con algún tipo de existencia, llenar el espacio que ocupaba la incertidumbre con imágenes y sensaciones que me incitaran a darme un lugar como habitante de este universo que se ha puesto ante mí incluso desde antes de nacer.

Se han nublado un poco los recuerdos que tengo de la primera vez que hablé con un niño santo. No sabía que iba a hacerlo ni estando ya en su morada. Sólo me puse cómoda, asumí lo que sucedía y su magia me condujo a lo que soy ahora.

El festín comenzó de pie frente a la montaña, entramos, escalamos, cada paso hacia adelante era un poco menos de oxígeno y mucha ansiedad de saber qué iba a ver, qué era lo que insistentemente Sammy quería mostrarnos, por qué, para qué. 

Éramos aproximadamente diez personas, caminamos por el valle extenso de las brujas buscando la presencia de los hongos. Tres o cuatro horas de camino después alguien anunció con un grito de alegría su primera aparición, luego, casi como una sinfonía, los gritos alegres marcaron el ritmo de nuestros pasos que se fueron sincronizando hasta parecer uno solo, nos mezclamos con los árboles, la tierra, el cielo… nos volvimos parte del mundo, fuimos conscientes de estar aquí, vivos, respirando, bailando, cantando, bebiendo.

Las risas sonaban antes de cualquier movimiento, algunos no podían estar quietos, como bailando con el aire, otros abrazaban los árboles y lloraban, otros se lanzaron a la tierra como si fuera un colchón y parecían volverse uno con ella, reconocimos que somos hijos de la tierra, volvimos a nacer.

Pasada la tarde nos sentamos bajo la sombra de un gran árbol, comimos mandarinas, abrimos una nueva botella de vino y nos fumamos un porro. Nadie hablaba. El primer álbum de Pink Floyd sonaba en los pequeños parlantes que colgaban del cuello de William, el sonido iba y venía igual que él.

Pasó el tiempo, tal vez horas, hasta que la figura de William se dibujó de nuevo en el horizonte pero la música ya no estaba, su cabeza miraba al suelo y junto a él había dos hombres vestidos con traje militar. Armas al hombro y pasos firmes, se dirigían hacia nosotros.

La psilocibina ya corría por nuestras venas, por lo tanto, sobre eso no podían decir nada. Ninguno de nosotros entró en pánico pero los soldados estaban evidentemente alterados por nuestra presencia allí. – ¿Qué están haciendo?, ¿Muchos honguitos?, Están invadiendo propiedad privada, ¡párense!  Yo aún era menor de edad, no dije nada. El resto de mis compañeros estuvieron en silencio hasta que uno de ellos no pudo permanecer así y les dijo unas cuantas palabras que no recuerdo bien, los soldados se enojaron más, nos llevaron a todos a la estación de policía.

En el camino vi muchos hongos que no noté antes de sentarnos bajo el árbol, el paisaje ahora era de color púrpura, el frío invadía el espacio que ocupábamos, escuchaba las risas de los alcaravanes, incluso sentí y escuché a los árboles burlándose también de la situación, pensaba que un soldado podría estar haciendo cualquier cosa útil en su vida, sobre todo en un país como Colombia, pero éstos solo querían pretender que hacían algo en su jornada laboral evitando que un montón de niños siguieran sentados bajo un gran árbol.

La decisión de la policía fue no movernos de ahí hasta que algunos padres de familia fueran por nosotros, no todos éramos menores de edad pero ya que todos estábamos en el mismo viaje, incluso después de ver a tan desagradables personas, seguimos riendo y hablando juntos en la estación a la espera de lo que iba a suceder.

En la noche llegaron mis padres y la mamá de una amiga, pero no encontraron el desastre que el policía les anunció por teléfono, en ese punto ya había terminado todo, por lo tanto, ninguno se alarmó, saludaron al policía, se rieron y fuimos a tomar cerveza en la tienda que quedaba frente a la estación.

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