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paola maita
Photo by: emilykneeter ©

Volver

…les quería comentar una decisión que he tomado con respecto a mí y a mi familia… la noticia es que me voy a regresar a Venezuela lo antes posible…

Así comienza la nota que A. nos envió a F., M. y a mí la madrugada del domingo. En el resto del audio, A. nos cuenta las razones por las cuales regresa a Venezuela: una mezcla de cosas familiares sumadas con la crisis económica que ha desatado la pandemia del COVID-19.

Más allá de los porqués que cada quien pueda tener para regresar a Venezuela, está la inquietud que me genera el que un amigo al que amo profundamente tenga que enfrentar las circunstancias del país donde nacimos y de volver a la ciudad que nos unió durante años.

No solo el mundo ha sido sacudido radicalmente por esta crisis de salud mundial, sino que Venezuela vive sus propias carencias y procesos que no tienen nada en común con lo que podemos estar viviendo los demás desde otras latitudes. ¿Qué significa realmente volver a Venezuela?

El país del que nosotros emigramos ya no existe.

Creo que he dicho y escrito esto tantas veces, que hay momentos en los que dudo de si solamente existió en mi imaginación. Los mecanismos de defensa y supervivencia que habíamos desarrollado en su momento, ahora son insuficientes. Las vueltas que habíamos aprendido a dar para sortear las dificultades se han convertido en saltos triples mortales aterrizados en medio de un lugar incierto. Esto hace que para mí la idea de volver sea un sinsentido.

Volver normalmente significa estar de nuevo en un sitio. Para decir que hemos vuelto, ese sitio tiene que conservar al menos ciertas características de lo que conocimos. Algunos de los elementos que tenemos en la memoria deben resonar con lo que estemos viendo en el sitio que tenemos ante nuestros ojos.

Cuando regresé a Barcelona 7 años después de haberla visto por primera vez, sentí que volvía de verdad. Algo del sitio que había visto hacía años y que estaba en mis recuerdos, seguía estando allí.

En cambio, la última vez que fui a Valencia, la ciudad en la que viví durante 11 años y que recorrí todo lo que quise, apenas la reconocí. A pesar que la visité mensualmente los últimos meses que viví en Venezuela, esa última vez me sentí como una extranjera.

Visité a mi psicólogo por última vez en su consultorio de siempre. Ese espacio entre él y yo se conservaba tal cual yo lo había vivenciado mientras vivía en Valencia y pude volver a él todas las veces que lo necesité mientras preparaba todo para emigrar.

En cambio, los lugares del resto de la ciudad eran como fotografías mal reveladas de mis recuerdos. Parecía que, en tan solo unos meses que dejé de vivir esa ciudad a diario, una capa de polvo invisible de olvido hubiese nevado sobre ella.

No sé cuál será la impresión de A. cuando pise su casa, cuando vuelva a ese murito en el que conversábamos y que hicimos nuestro de a ratos, pero lo que yo sé es que una vez que me fui de Valencia, nunca pude volver.


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