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paola maita
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Voces laberínticas

Tengo días pensando en contar la historia del gato tuerto de una de mis amigas. Cuando comienzo a darle forma en mi cabeza, se me atraganta en los dedos lo que he leído sobre el ingreso frustrado en Venezuela de la ayuda humanitaria el pasado sábado 23 de febrero, tal como la historia sobre cómo la periodista Adriana Núñez estuvo a punto de perder su vida en el intento de reportar los acontecimientos de ese día desde San Antonio del Táchira.

Ser venezolano en estos momentos plantea muchas interrogantes complicadas. Nuestro futuro, nuestras relaciones familiares, qué significa ser expatriados, qué podemos hacer para ayudar… Todas estas preguntas que nos planteamos en colectivo me llevan a cuestionarme ciertas cosas como alguien que sueña con vivir de escribir: ¿Cómo narrar esto que nos está sucediendo?

La respuesta que busco va más allá de un tema de formato. No es buscar si nuestra historia es mejor contarla a través de una película, una novela, un poemario, un podcast, o qué sé yo cuál será el próximo formato que innove en el mundo del entretenimiento. La pregunta cuestiona directamente a esta voz de narradora que muchas veces llevo en la cabeza, la misma que va haciendo un poco de bitácora a través de crónicas… ¿Qué tengo para contar?

Ciertamente el sábado 23 yo estaba a miles de kilómetros de los epicentros de los sucesos del ingreso de la ayuda humanitaria en Venezuela. Fue un día en el que poco estuve pendiente del teléfono y de las noticias porque estaba compartiendo con dos personas a las que quiero mucho y que tenía meses sin ver. No puedo narrar una historia sobe balas zumbándome en los oídos si en ese momento estaba viendo unas obras de microteatro.

Al leer la historia de Adriana al día siguiente, el primer sentimiento que me invadió el cuerpo fue de preocupación por hasta dónde seguirán escalando las cosas. Luego agradecí que hubiese podido encontrar alguien que la ayudase en semejante situación, alguien que estuvo dispuesto a arriesgar su propia vida para ayudar a una desconocida. Finalmente, pasados estos sentimientos, pude escuchar la voz de esta narradora que usualmente está anotando cosas para contarla: No siempre tendré una historia impactante para contar, no siempre podré presenciar los hechos que quisiera vivir para poder contarlos.

* * *

…supongo que lo contaremos como cuando cuentas una película o un libro que tiene muchos detalles y a cada rato tienes que hacer aclaratorias en la historia y devolverte en el cuento…

Esa frase fue parte de una nota de voz que le envié a una amiga que está en Chile cuando hace unos días nos preguntábamos cómo haremos en el futuro para contar todo lo que nos ha sucedido en los últimos años, tratando de ser fieles a la verdad.

Ninguna de las dos vivirá in situ lo que sucederá en los próximos meses en Venezuela, pero creo que seremos parte del laberinto de voces que será la historia venezolana en los próximos años: un lugar con múltiples pasillos y vericuetos que podrán llevar al oyente a cualquier lado del mundo.


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