Qué bien se siente explorar, descubrir y conocer,
hallarse mínimo entre tanta gente,
pausar la zona de confort, moverte a otro lugar y sentirte ajeno.
Esas ganas de sentarte a escuchar a la gente porque
quieres entender cómo la viven, cómo la pasan,
qué los motiva, qué les molesta.
Tener tantas dudas de la ciudad que no quieres que te
la responda la web, quieres que te la responda «el local».
La sensación de sorpresa, volver a ser niños e impresionarse
con lo que vas recorriendo y se va abriendo a tu paso.
Disfrutar cada cuadra caminada,
disfrutar cada persona que quiere compartir su historia
contigo y se toma el tiempo para que te vayas con una
buena impresión.
Y vas con una sonrisa todo el tiempo,
esa que se dibujó cuando probaste esos sabores típicos
e inolvidables.
Vas entendiendo la arquitectura que va directamente
relacionada con la historia y la evolución política y social.
Y también conoces eso que no es tan bonito,
eso que no llena de mucho orgullo, pero ahora tienes conocimiento
y terminas con una suerte de sentido de pertenencia.
Esto para mi es turismo exclusivo.
