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Arturo Serna
Photo Credits: Dr EG ©

Vida y obra del filósofo

¿Se pueden separar la vida y la obra de un filósofo? En el caso de un escritor podemos distinguir las ideas fascistas de sus piezas creadas. Céline fue un escritor francés que defendió el nazismo. Sin embargo, su novela Viaje al fin de la noche es una pieza ficcional, con personajes ficticios, que si bien dan cuenta de una parte de la realidad, ellos, en sí mismos, son ficticios, pura invención imaginativa. La ética del personaje Bardamu funciona como una entidad ficcional. En este sentido, el ser de las ideas del autor no es idéntico en términos ontológicos a las ideas ficcionales.

En cambio, las ideas expuestas en un paper o en un tratado filosófico, son ideas del autor que las piensa y las escribe. En ese caso, las ideas no son productos ficcionales sino la expresión racional de una serie de creencias o de ideas del hombre que las escribe. Es decir, no es posible separar el sujeto que piensa de las ideas pensadas. De este modo, las ideas del filósofo que sostiene una ideología nazi no pueden separarse de sus ideas sobre el hombre o el mundo. En el caso de Heidegger, por ejemplo, sus ideas sobre el régimen de Hitler no pueden divorciarse de sus ideas sobre el hombre como ser ahí. Podría decirse que las ideas filosóficas de Heidegger están contaminadas con la ideología nazi como si estas últimas fueran un manto que recubre la totalidad de su pensamiento.

El hombre de carne y hueso es el mismo que dice que el hombre es un ser ahí y que el régimen nazi salvará el destino de Europa. Estamos frente al mismo sujeto empírico. ¿Cómo podríamos distinguir uno de otro? ¿Cuál sería el criterio para demarcar el que dijo una cosa del que pensó la otra?

No hay principio teórico o racional que nos permita separar y distinguir al que piensa en términos políticos de aquel que piensa en términos antropológicos. Incluso podríamos suponer que las ideas políticas se deducen o están directamente conectadas con las suposiciones antropológicas. Aunque se trate del menos platónico del grupo, el filósofo está atrapado en el jardín inescrupuloso de las ideas.


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