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Tomas Id
Cronica de viaje

En viaje hacia Chichicastenango (Parte I)

Llegar es toda una aventura. Chichicastenango, pueblo de Guatemala de glorioso pasado, tierra que conservaba el libro sagrado de los Maya, Popol Vuh, que encierra los misterios del Universo, está a unos 150 kilómetros de Guatemala Capital, y a casi 2mil metros de altura.

Tras esperar un buen rato en el mercado central de Guatemala Capital, logro entrar en un “chicken bus” empujada por una marea de colores, olores y risas. Escucho palabras en español y en quiché. Dos turistas alemanes miran todo con el asombro alegre de quien descubre otro planeta escondido en la tierra. Algunos niños duermen felices envueltos en unos trapos multicolores que los mantienen pegados de los cuerpos generosos de sus madres y los más grandes se entretienen con lo que pueden. Hay gallinas aterradas, para las cuales muy probablemente este será su último viaje, y también dos perros flacos que, según el código de las colas, parecieran felices.

El bus arranca y empieza a caminar. La vegetación se transforma a manos que subimos. A cada curva nos encomendamos el alma a un dios, es difícil decidir cual, en este mundo en el cual la religión católica se ha fundido con las antiguas tradiciones indígenas en un sincretismo que, tras tantas batallas, ha llegado a una tregua de convivencia. Les rezamos a todos sin preferencia alguna.

El jamaqueo de tantas curvas, olores y confusión nos produce una ligera náusea que combatimos mirando el increíble espectáculo de la naturaleza mientras reímos con personas que nos convidan con sus risas y miradas, aún sin conocer la razón de tan contagiosa alegría.

También nos invitan a saborear sus comidas y bebidas pero, sin dejar de darles las gracias mil veces por su generosidad, les explicamos que nuestro estómago no resistiría esas degustaciones.

Cada vez que el conductor cambia marcha pareciera que nos vamos a quedar en medio de la nada pero, no sé si gracias a la ayuda de todos los santos y vírgenes pintados en todas las fachadas del autobús, seguimos sin parar y finalmente, después de unas horas, no me pregunten cuantas, llegamos a Chichicastenango…


Ilustración por Tomás Id

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