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paola maita
Photo by: Pedro Ribeiro Simões ©

Vestigios

Soy un interminable inventario de objetos que pierdo y encuentro, que a veces me definen como si fuesen una parte inseparable de mi identidad, mientras que otras no son más que objetos que pasan por mis manos sin dejar una huella en mi memoria.

La lista de la compra que encontré tirada en el carrito del supermercado que me dice lo que una persona catalana necesitaba, las cenizas de la lista del ritual de Halloween que hice hace un par de días, el ticket de tren con viajes agotados que a veces encuentro en los torniquetes, el paraguas que alguna vez perdí en un tren hacia Barcelona antes de una gran tormenta, las incontables botellas de agua que he usado hasta olvidarme de ellas en algún sitio, las bolsas de ropa que llevo al contenedor de donación, un cepillo de dientes en el baño de una de mis amigas en fin de año del 2020.

La risa que le dejé a alguien resonando en sus oídos, las fotos de alguien más en las que salgo en el fondo solo porque pasaba por casualidad, una taza en el armario de la oficina a la que tengo más de un año sin ir, la planta que dejé en mi escritorio el día en el que creímos que solo nos confinaríamos por 15 días, el Kindle que dejé en el aeropuerto de Zúrich con evidencias de lo que estaba leyendo en aquel momento de pre-pandemia.

El libro de colorear que comencé poco antes de migrar y que aún tengo en Igualada, la toalla en el baño del gimnasio, dibujos a medio terminar en mis libretas, la ropa y los zapatos desgastados que he dejado en mi casa de Venezuela, el pendiente que dejé en aquel hotel que fui feliz, los calcetines que me prestó mi amiga de la universidad y que ahora habitan mi cajón, los libros de la universidad que debería donar pero que tienen mis notas al margen, el candado que colgué hace años en ese famoso puente de París en mi primer viaje con S.

Dos de mis libros favoritos que le presté a mi ex que no me devolvió antes de morirse, las llaves con el llavero de Hello Kitty que jamás encontré, los moldes quemados en los que hice mis primeros pasteles, los juegos de mesa con algunas piezas perdidas que no sirven de nada ya sin ellas.


Photo by: Pedro Ribeiro Simões ©

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