El mundo se ha convertido en un proyecto faraónico de audiovisuales que indagan, interfieren e interrumpen el mundo real. Pero el cine y el audiovisual lo hacen de una forma convencional, ramplona, diría, según la lógica del relato clásico, comercial, hollywoodense. Pululan y penetran las formas osificadas, convencionales y rutinarias de la maquina norteamericana. Habría que volver a pensar el cine desde una lógica distinta. Por ejemplo, podríamos ver cuáles serían las consecuencias de hacer cine siguiendo algunas ideas que aparecen en El hombre con la cámara, la infatigable película de Vertov. Allí, un hombre delgado y rápido circula con la cámara por los rincones diversos de una ciudad. También vemos el dispositivo, vemos a la mujer que realiza el montaje de la película que se está filmando. Vertov une planos diversos, inconexos, dispersos, y procura un relato extraño, desfasado, histérico y multicausal. En realidad, son varias historias que no se conectan. Es un retrato vivo de la ciudad, de los oficios, de los obreros, de los espacios, de la tecnología, de la máquina. Es, precisamente, un documento guiado menos por el control del relato que por la muestra de una diversidad imparable, una heterogeneidad imposible de ser registrada. Aunque el director se enfrenta a una tarea utópica, no cede. Intenta dar cuenta de esa marea que es la realidad. Y lo hace no solo con el registro icónico sino también con el uso del ritmo en el montaje, el choque de planos distintos, la repetición de objetos, la unión impensada. De este modo, funda una lógica distinta del audiovisual, una lógica que requiere ser explorada. Es cierto, ya ha sido trabajada. Pero me parece que es necesario volver a este modo de enfrentar la realidad y ver qué resulta en el contexto del capitalismo financiero, un contexto en el que cada célula está controlada por el ritmo ubicuo de la divisas y de la especulación financiera.
¿Qué y cómo filmaría Vertov el vértigo de las ciudades contemporáneas?
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