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Velorio de Cruz de Mayo en El Rincón

Venezuela es un país rico en acervo cultural. Son muy diversas e interesantes las distintas manifestaciones folklóricas y religiosas que podemos encontrar a lo largo y ancho del territorio nacional. Algunas más conocidas que otras, por la difusión que se ha desarrollado a su alrededor presentándolas como atractivo turístico, hasta su trascendencia y valor patrimonial.

La fotografía, a través de su aporte antropológico, permite realizar un registro sistemático que respalde la labor de los cultores a todo nivel. Y es que, palabreando a Fontcuberta, en esta era de la ubicuidad fotográfica, imagen y hecho se funden.

En todo caso, ser garante de las manifestaciones culturales de las comunidades más cercanas cobra mayor importancia, sobre todo en estos tiempos en que la diáspora y la coyuntura generada por la pandemia han golpeado severamente a quienes han asumido la misión de mantenerlas vigentes.

Naguanagua es un municipio del estado Carabobo con una extensa lista de tradiciones y manifestaciones culturales. El Rincón, uno de las comunidades más antiguas del municipio caracterizada en antaño por su producción agrícola, celebra desde hace 59 años el Velorio de Cruz de Mayo cada último domingo de este mes.

Son tres generaciones que se han visto involucradas en continuar con una tradición que si bien la organiza la familia Ramírez, ya es parte del patrimonio de la comunidad. Estas actividades se llevan a cabo sin ningún tipo de aporte gubernamental o institucional.

El primero de mayo la familia Ramírez sube al cerro de Tazajal a buscar la cruz y llevarla a cuestas hasta casa de la familia; el día previo al velorio terminan de decorarla, rezan un rosario y preparan la comida y bebida que ofrecerán a los invitados después de regresarla a la planicie el último domingo de mayo.

Como cualquier proceso, las manifestaciones culturales tienen sus etapas, hay que conocerlas para documentarlas porque forman parte de la tradición y tiene un peso trascendental pues sin esas tareas no se puede llevar a cabo la festividad. En esas labores se aprecian los rostros de los cultores y sus colaboradores, quienes hacen posible con su esfuerzo que se mantenga la tradición un año más. No todo es fiesta y sonrisas, también hay silencios y lágrimas por los ausentes.

Hay cosas que la fotografía no logra capturar, y no hay que castigarle por ello. Son la oportunidad que tenemos de vivir la experiencia, crecer espiritualmente, ver a nuestro prójimo con la tolerancia y respetar sus creencias. Son los momentos que nos permitimos reservarnos para nosotros.

Conversar con los participantes es una práctica muy enriquecedora. Cada quien tiene un motivo particular por qué asistir año tras año a esta festividad. Algunos lo hacen para pagar una promesa a la Cruz, otros porque les recuerda esos días en que aún siendo niños acompañaban a sus padres, y otros porque aprovechan para reunirse con amistades y recordar momentos que los acercan fraternalmente.

La agencia Magnum Photos lanzó en el 2017 un librillo titulado “Wear good shoes” (Usa buenos zapatos)  con consejos de sus fotógrafos a profesionales y aficionados. El eje central radica en darse la oportunidad de fotografiar menos, pero caminar más, vivir más, experimentar más, charlar más, leer más. Tomarse el tiempo para entender nuestro entorno y luego hacer fotografía.

En un mundo en el que parecemos esclavizados por la inmediatez, un acto de rebeldía es tomarse un tiempo prudente para interpretar lo que sucede a nuestro alrededor, y luego, solo luego, hacer de la fotografía un analogón de nuestra experiencia.

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