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Photo by: traaf ©

Una versión de Escaleras al cielo

El 27 de diciembre de 2012 en el Kennedy Center Honors en Washington, el mítico tema Escaleras al cielo (Stairway to Heaven), de Led Zeppelin, volvió a sonar. La versión estuvo a cargo de Jason Bonhan, el baterista hijo del fallecido John Bonham, junto con las hermanas Ann y Nancy Wilson, del grupo Heart. Un esplendoroso coro acompañó la versión.

Entre el público estaban Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones, y también el ex presidente de Estados Unidos, Barak Obama.

La versión cantada por Ann Wilson, felizmente complementada por la fuerza coral, liberó mucha energía y emoción. El llanto de Plant así lo testifica.

El solo de guitarra en La menor de Jimmy Page en esta canción fue elegido como el mejor de la historia por las revistas Guitar World y Rolling Stone. Pero al evocar un tema del hoy llamado rock sinfónico clásico,  la pregunta es: ¿cuáles son las emociones que fluyen tras la celebración de un tema icónico de otro tiempo?  ¿Qué se homenajea en el homenaje?

Podría decirse que todo es muy simple: a lo único que se le rinde homenaje es a un tema histórico de una exitosa  banda de rock, o a los miembros de esa banda presentes. Nada más. O se podría agregar, como se ha hecho, que la canción es sospechosamente parecida en sus acordes primeros al tema Taurus del grupo Spirit, y de ahí el juicio por plagio, ya desestimado, en los tribunales norteamericanos.
Pero esa respuesta simplona empobrece la huella de la música.

¿Entonces qué se homenajea en la canción homenajeada?

El tema fue compuesto por Page en 1970, en una cabaña semiabandonada en Gales. Al año siguiente se publicó en el álbum Led Zeppelin IV.

En la letra vive una dama que quiere comprar una escalera al cielo, con sus peldaños dorados. Una promesa de elevarse hacia algo más elevado y noble.

Pero las “palabras tiene dos significados”. Porque hay dos escaleras: la primera, la que se la pude adquirir, por un acto de compra. Pero la segunda, la verdadera, es la que solo se “compra” por la transformación de la experiencia, por el vuelo de la sensibilidad hacia otro reino de sensaciones más intensas, renovadas, salvajes, las que asoman en el bosque vivo en el que la primavera, el 1 de mayo, se expresa por la Reina de Mayo celta, con los pájaros y arrojos que cantan entre la presencia de sus flores.

Y en el bosque un flautista con sus tañidos señala la verdadera escalera que flota entre los soplidos del viento. En su altura todo se muta y transforma, se convierte en el oro, el otro, el de lo espiritual radiante, por el que “todos seremos uno y uno seremos todos”.

Solo entonces la dama encontrará la escalera al cielo.

Uno modo de leer una letra, un momento de literatura, de resonancias paganas y celtas, convertido en arte pleno por su fusión con la escalera que hace subir, cantada por la música.

¿Entonces qué se homenajea en la canción homenajeada?

La música no son solo los tigres que corren al compás de los sonidos armoniosos o melodiosos. En lo musical se adhieren también los sentimientos y mundos del pasado que se conservan y renacen entre las notas. Pero esto solo se insinúa en la escucha de la música en toda su resonancia.

Entonces, al escuchar las astillas de tiempo conservadas entre los sonidos, lo que se homenajea en la canción homenajeada, ¿no son, tal vez, los recuerdos y aspiraciones de una época que quería otro vuelo, con más cielo y horizonte? El deseo de la psicodelia, de la conciencia abierta al universo más grande, del amor libre, cerca de las manos de locas estrellas que querían sacarnos las cenizas de nuestros rostros jóvenes, pero ya angustiados.

En esa música homenajeada, ¿no se celebra la nostalgia de la música que traía algo de medicina en el mundo violento de la Guerra de Vietnam, de los capitalistas y los comunistas, de los escépticos y los integrados? ¿En lo que se celebra no vuelve eso que creíamos, con un poco de inocencia, que por la belleza y el pensar por cuenta propia nos liberaríamos de la cárcel del conformismo?

Esos tiempos de la música de teclados y bajos, baterías y guitarras, experimentalismos y epopeyas de rock sinfónico, en los que creíamos que renunciar al tener más nos podría llevar peldaños arriba, en las escaleras al cielo, entre sueños contraculturales y la Dama de Mayo.


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