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REMEMBER THE SCORPION

Una inquebrantable lealtad a la memoria

Isaac Goldemberg, Remember the Scorpion (traducida del español por Jonathan Tittler, con una introducción de Saúl Sosnowski). Los Angeles: The Unnamed Press, 2015.

Una buena novela, como ha dicho Isaac Goldemberg en mas de una ocasión, debe no solo contar una buena historia sino también decir algo signficativo sobre la condición humana. Ya que considero que Remember the Scorpion (Acuérdate del escorpión) es una muy buena novela, ¿qué nos dice acerca de la condición humana? Una buena pregunta para acercarse a esta intensa novela negra. Y debido a que la historia de Remember the Scorpion tiene como trasfondo la tradición cultural peruana de mediados del siglo XX, tal vez debamos tomar ese punto de partida para hallar algunas respuestas.

Lo primero para tomar en cuenta es que Goldemberg sitúa la historia dentro de una clara condición de mestizaje, tanto a nivel cultural como de mezcla de sangres. Este proceso cultural, aun en su forma mas intensa, no es privativo del Perú, por supuesto: ocurre en todas partes y en todas las épocas, y siempre implica tanto peligros como oportunidades. En las Américas, a lo largo de cinco siglos, podemos identificar por lo menos dos claras posturas culturales o ideológicas en lo que se refiere a este proceso. Hasta muy recientemente en los Estados Unidos, este proceso fue celebrado como el iniciador del “crisol de razas”, en el cual las culturas y razas subalternas (con formas diversas de aceptación) fueron incorporadas a las tradiciones hegemónicas de la cultura anglosajona protestante y blanca. Por otro lado, desde por lo menos comienzos del siglo pasado, intelectuales de México y Perú, han visto al mestizo como el “nuevo hombre”; es decir, un ser nacido de la mezcla cultural y biológica. Ambas posturas fueron sostenidas ante una realidad voluble: la mayoría de los mestizos parecían interesados en encajar dentro de la cultura hegemónica mas vasta, pero al mismo tiempo, parecían querer preservar sus diferencias culturales.

Remember the Scorpion, escrita en la tradición de la novela negra, teje una historia que cuestiona un aspecto específico del Perú de mediados del siglo XX: la cultura mestiza limeña como era en junio de 1970, dos días después del terremoto que azotó el país y en que perecieron mas de 70 mil personas. Con breves y ágiles pinceladas, Goldemberg nos pinta la Lima del detective Simón Weiss. Lo que encontramos mientras seguimos la mirada del detective es una ciudad en expansión donde coexisten sectores de tradiciones culturales diversas y bien delineadas. En cada uno de estos enclaves culturales —donde los marcadores de las diferencias de clase, culturales y raciales se ven realzados— encontramos sedimentos de abatimiento, memorias, traumas y sueños. A medida que seguimos el recorrido del detective, visitamos barrios de clase alta, media y baja, salpicados de centros culturales reconocibles, así como burdeles, billares y fumaderos de opio. En el transcurso nos percatamos de que la capital del Perú se compone de migrantes recién llegados: indígenas que han bajado de los Andes, criollos que han abandonado el centro de la ciudad, negros, chinos, judíos, japoneses, alemanes y otros grupos étnicos.

En esta presentación de Lima, se nos ofrece la verdad de que los individuos se aferran fuertemente a sus tradiciones culturales, al tiempo que buscan desesperadamente pertenecer al medio que los rodea. Pero hay algo mas: Goldemberg nos dice también que justo cuando los individuos se sienten en casa en su nueva tierra, el pasado que llevan consigo irrumpe para trastornar sus mejores planes. En el comienzo de la novela, se descubre el cuerpo de un anciano judío, colgado de una viga, y le toca a Simón Weiss —un judío llegado al Perú a los diez años de edad—investigar el caso. Y así, el mundo que él ha logrado forjarse en Lima se pone patas arriba.

Mientras Weiss recorre una ciudad en ruinas intentando hallar respuestas, en otro enclave cultural distinto un inmigrante japonés es asesinado, le encargan al detective resolver este homicidio también y, debido a las diferencias culturales en juego, le asignan a un colega joven: el teniente Katón Kanashiro. A medida que los dos detectives investigan ambos casos, sale a la luz que los dos asesinatos están relacionados, si bien no directamente. Ambos son los actos finales en el transcurso de eventos cuyo punto de partida es la Segunda Guerra Mundial. El pasado, Goldemberg sugiere, descarga un gran peso sobre los vivos y que los crímenes cometidos en contra de las personas raramente se olvidan o perdonan.

Goldemberg nos ofrece otro lado de la condición humana que puede encontrarse en el Perú de mediados del siglo pasado. En medio de un país que yace en ruinas luego del devastador terremoto, el equipo nacional de fútbol obtiene victorias en la primera ronda clasificatoria del Mundial de 1970, celebrado en México. El maltratado y abatido espíritu de los peruanos se ve reconfortado por un variopinto equipo de futbolistas que lo dejan todo en el campo de juego. Los gritos de “¡Goool!” proporcionan un respiro muy necesario para soportar la tragedia. Goldemberg nos muestra que la capacidad de resistencia sale a relucir precisamente en nuestros momentos mas oscuros.

Y es aquí donde las dos visiones que nos ofrece Acuérdate del escorpión respecto de la condición humana a mediados del siglo XX en el Perú se unen: este no es un equipo de fútbol ordinario. Este es un equipo compuesto de jugadores mestizos provenientes de diferentes partes del Perú; un equipo en el que jugadores negros, indígenas, blancos y otros de diferentes etnias y tradiciones se han unido vistiendo una sola camiseta. Un equipo de un país que recuerda que en Berlín, durante los Juegos Olímpicos de 1936, sus jugadores resultaron victoriosos contra la selección de Austria, y que los Nazis los despojaron del triunfo porque no podían soportar que un equipo de mestizos le ganara a un equipo compuesto de jugadores arios.

Por otra parte, otro aspecto de la condición humana aparece con claridad en este punto: Kanashiro y Weiss han descubierto la identidad de los asesinos y cada uno ha ejercido el papel que les ha asignado su propio pasado, percatándose de que pese a toda la confusión causada por sus obligaciones colaterales, han permanecido fieles a su propia naturaleza y seguido sus propios designios, característica que poseen por pertenecer al signo del escorpión: la lealtad. Ambos son leales uno con el otro en el duro proceso de la resolución de los crímenes, pero, igualmente importante, ambos son fieles a la memoria heredada de sus pueblos. A través de Kanashiro y Weiss, estas dos golpeadas comunidades logran una venganza desde hace mucho tiempo anhelada.

Sin embargo, los recuerdos no existen en ciudades ni países; existen solo en el alma de los individuos. Raramente, si acaso, las personas viven en o para el pasado. Al menos esto es cierto para Simón Weiss y para Katón Kanashiro. Al final de la novela, Kanashiro regresa a su enamorada mestiza, pese a que la familia de ella sigue llamándolo “ponja”, término despectivo para decir “japonés”. Kanashiro está decidido a encontrar su lugar en el mundo mestizo que lo rodea. En cuanto a Weiss, cuando conoce a Olga, la hija de una prisionera en el campo de concentración de Sachsenhausen, se enamora de ella como si se estuviese enamorando de si mismo. Weiss abandona a Margarita, su amante mestiza desde hace muchos años, para estar con Olga. Al final, sin embargo, la puerta de entrada a su infancia le resulta infranqueable. Olga desaparece. En la tradición de la novela negra, Weiss acaba de regreso en el fumadero de opio, para soñar con mundos mejores.

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