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Main Photo by: Nikita Nikiforov ©

Una gozosa incertidumbre

 

Bárbara Muñoz Porqué
Photo by: Bárbara Muñoz Porqué, Santiago de Chile, 2018

Estoy en este café al lado de la Universidad Nacional de Colombia. Me senté en una mesa cerca de un balcón desde el que se ve el verdor del campus. Suena jazz de fondo, una muchacha también escribe en su computadora y siento que estar aquí podría convertirse en un hábito en este paisaje en el que vivo desde hace casi cinco años. En el solitario segundo piso de este café diagonal a mi casa, mirando a los árboles, la ciudad y yo nos acoplamos esta mañana. Nunca pensé que viviría aquí cuando, hace muchos años, la visitaba. Mi relación con los lugares es de una gozosa incertidumbre que consiste en no saber que en algún momento futuro, pasajera o permanentemente, vuelva a estar en ese lugar. Vuelva, quizá, a reencontrarme con alguien.

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Maracaibo y su sol quemado al atardecer. La herida que me acompaña desde hace trece años es su luz a las cinco de la tarde. Una hora de despliegue dramático que se precipita hacia el anochecer. Tus iluminaciones me persiguen, mucho más que tu brisa nocturna de lago. Tu letargo desesperante del calor al mediodía. El cuba libre en sus noches de bohemia juvenil. El conservadurismo lacerante que sostiene tus convenciones me hizo huir porque tu realidad, fascinante como llana a la vez, no me completaba. Me fui a los veinticuatro años a sentirme extranjera en otras partes. El entusiasmo de partir vino acompañado de distancias que sigo padeciendo.

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Bárbara Muñoz Porqué
Photo by: Bárbara Muñoz Porqué, Concón, 2009

Después de ciertas mudanzas o paseos solitarios, en ciudades propias y ajenas, quedan rastros enmudecidos que se acumulan unos sobre otros. Textura íntima de obstáculos predecibles y pequeñas conquistas. Todo viaje es fascinación y desgaste, fulgor y erosión, contención y desprendimiento. Vulnerabilidad de acontecimiento. Arrojo de vida que late ante el instante, ordinario como significante, deseado como imprevisto.

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Bárbara Muñoz Porqué
Photo by: Bárbara Muñoz Porqué, La Habana, 2015

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En La Habana, Barcelona, Santiago, São Paulo, Bogotá y otros sitios, fui más de la vieja escuela de preguntar en la calle las direcciones, pero el año pasado me sedujo Google Maps y su precisa geografía de videojuego. Rareza que se acentuaba con los acentos venezolanos que escuchaba al caminar por Santiago Centro. Chile y su paisaje urbano, ahora transformados por la migración. La flecha azul indica la orientación en tiempo real de mi desplazamiento, asegura la llegada a mi destino: un centro de fotocopias donde empastaré la tesis. Conservo esa captura de pantalla, así como las de mi reciente viaje a Nueva York. No me perdí porque mi guía fue el celular. Estamos atados a la pantalla en nuestros movimientos. Vuelvo a mirar mis capturas y noto que ese diseño impersonal de las direcciones registra parcialmente mi memoria. Leo lugares virtualmente representados, combinaciones de metros, escenarios digitales donde se esbozaron sensaciones. Ahora el viaje abandona el azar de lo fortuito, alguna casualidad destinada a ocurrir, para entregarse al cálculo obediente de las distancias que esta brújula portátil nos garantiza. La experiencia del viaje es ahora trastocada en el complejo espacio de las ciudades contemporáneas. Abandona las coincidencias, como las de esas amistades llenas de fulgor que, intermitentemente, se extienden con los años.

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Bárbara Muñoz Porqué
Photo by: Bárbara Muñoz Porqué, Nueva York, 2019

¿Qué es el origen cuando los orígenes son compartidos y varios? ¿Qué significa pertenecer y estar fuera a la vez? Es esta experiencia de la escisión la que me constituye. Cada desplazamiento, cada ciudad, se solapan extrañamente. Me hacen apreciar lo duradero de lo que huye. Coleccionar imágenes que, con los años, se desvanecen y solo quedan de ellas estelas temblorosas, vestigios que permanecen en su débil resonancia. Contemplo en silencio las ciudades que visito y habito. Al caminar, desde el bus, el taxi o el metro, aparece su cotidianidad como una extrañeza familiar. Entonces imagino que pertenezco a ella. Leo el discurso de su publicidad, miro el interior de los apartamentos cuando no lo oculta las cortinas, los gestos de los cuerpos que caminan, los estados de los cielos en sus tardes. Un recuerdo puede ser afectado por el grado de emoción que le imprimamos, es preciso sostenerlo con sobriedad, mirarlo con sospecha sin exceder sus propios límites, pienso.

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Bárbara Muñoz Porqué
Photo by: Bárbara Muñoz Porqué, Barcelona, 2008

Alejamientos y pertenencias. En algún momento, aparecen recuerdos diseminados de años pasados: la juventud caribe, la estancia europea, la vida sureña, lo andino del paisaje actual. Todo me incluye y excluye, amorosa y violentamente. Vienen a mí las tonalidades de las palabras, las expresiones que me unen a ti, las pequeñas resistencias, los contagios inevitables, la pérdida de las utopías. Pienso, entonces, no tanto en el acento sino en la voz. En esa especie de enamoramiento o malestar que produce la melodía, la aspereza, la intensidad de la voz singular de alguien. Su modo de hablar en cualquier registro. En las voces que recuerdo en espacios distintos. Su dulzura y su musicalidad, sus ritmos y sus torpezas. Me doy cuenta que no extraño los lugares sino algunas voces. Lo irreductible de tu voz, tenue y temblorosa; el ritmo alto y acelerado de otra; la suave cadencia, la marca social, la timidez educada. El rastro tuyo que nunca desaparece a pesar de la distancia.


Main Photo by: Nikita Nikiforov ©

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