Durante casi dos décadas, Lima la gris no fue solo gris por su cielo panza de burro. Sus calles en penumbras por los repentinos apagones, la poca y austera vida de ocio por los toque de queda y el restringido portafolio de alimentos para comprar; acentuaron su espíritu grisáceo en los años 80 y 90. Esa que fue la Lima jardín en la generación silenciosa, se pintó de sombras con el nacimiento y la desgracia del terrorismo. Afortunadamente con el poder del cielo, la estrategia interna y el asesoramiento foráneo; el colorido y la savia del alma volvieron a transcurrir por esta ciudad que se ha convertido en una de las más cosmopolitas y boyantes de América Latina. Un acontecer de renacimiento social que, entre otros progresos, ha ampliado el abanico de entretenimiento cultural para los residentes y visitantes de la capital republicana, tanto en cantidad como en calidad. Muestra de ello es la recurrente y contundente puesta en escena del Art Lima, un festival de expresiones de artes plásticas de todo el continente que emboba a más de uno.
En la reciente edición las propuestas de los magos latinos –porque para lograr lo que expusieron se necesita magia– traspasaron la cordura y el capricho. La genialidad andina, boricua, llanera, gaucha, costera, entre otras, que se congregó en la emblemática Escuela Superior de Guerra del Ejército del Perú; irrumpió la originalidad en sus facetas menos pensadas. Ni en mis sueños más surrealistas había yo esbozado la posibilidad de apreciar la docilidad de un conejo y la quietud de una tortuga; en los punzantes y dolientes casquillos de miles de balas que regaron sangre. Un poco más al norte, cruzando el canal antinatural, el Caribe regalaba a una artista que engalanaba los muros con latas de esa bebida casi vetada: la gaseosa. Y apuntando al corazón patrio, en una esquina lustrosa Ana de Orbegoso sacaba pecho e izaba bandera peruana con una fusión entre el imaginario pre inca y el destello contemporáneo. Huacos luminosos de esta mujer virtuosa, que resumían lo que fue este pasmoso evento, lo que es hoy Lima: una plaza en proceso de innovación.