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Un país en común

CARACAS: Luego de que le detectaran a mi hija una bacteria estomacal, comencé con el viacrucis acostumbrado por las farmacias para conseguir el tratamiento. Acudí a mis amigos y familiares a través de grupos de WhatsApp, Facebook y Twitter para ver si alguien tenía el medicamento o sabía dónde ubicarlo. Llamé a varias cadenas de farmacia y nada.

Ya cuando parecía que no había esperanza un compañero de trabajo que pasó por el Locatel de Los Dos Caminos dio con el Fazol de 500 mg. Esa era la noticia buena, la mala: sólo vendían dos frascos por personas y mi hija necesitaba 5. Así qué llamé a la farmacia y le rogué a la chica que me atendió que me guardara 2 frasquitos más (con la esperanza de que, a la mañana siguiente, pudiera negociar un tercer frasco).

A la mañana siguiente, me levanté bien temprano y me acerque a Locatel. Me quedé pasmado al ver lo larga que estaba la fila para entrar. La farmacia abría a las 9 y apenas eran las 7. A medida que pasaba el tiempo la gente comenzaba a molestarse.

El señor que estaba delante de mí me dijo:

– ¿Hasta cuándo nos calaremos esto?

Y el que estaba detrás de mí le contestó:

– Cuando dejen de conspirar, esta guerra económica es lo que nos tiene así.

Yo ni me moví, pues la verdad estoy hastiado de las discusiones estériles que al final no traen nada, sólo división.

De pronto una señora bien mayor, dirigiéndose a quienes discutían gritó: Miren, par de pendejos saben cómo es la cosa: Yo no sé sí es por la corrupción del gobierno o por la guerra económica pero lo cierto es que, todos tenemos el mismo problema y es que no hay nada. El día que nos enfoquemos en la solución en lugar de enfrascarnos en las posibles causas, entonces daremos el primer paso para cambiar.

Cónchale -siguió la doña- yo llegué a este país luego de la guerra y en poco tiempo, gracias al amor y la amabilidad del venezolano, aprendí a querer a esta tierra y a hacerla mía. Yo podría volver a Polonia pero no lo hago porque ese ya no es mi país, mi país es este.

Nadie se atrevió a interrumpirla, todos nos quedamos mudos. Antes de partir, la señora remató:

– Únanse y busquen soluciones, exijan a los responsables que resuelvan, y ayuden a resolver los problemas porque esta tierra es de todos ustedes, háganlo por sus hijos y por sus nietos.

Ya en la cola nadie habló, un silencio reflexivo nos acompañó hasta que abrieron la farmacia. En cuanto al tercer frasco de Fazol, uno de los señores, al ver que solo me venderían dos, me compró el tercero… No me preguntó mi tendencia política, solo me ayudó, porque, al final de cuentas, vivamos donde vivamos y pensemos como pensemos, los venezolanos tenemos en común que somos solidarios y buena gente. 

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