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elecciones peru
Photo by: andrew campbell ©

Un nuevo dilema

Después de una extenuante y exterminadora campaña electoral, por fin la República del Perú estrena presidente y anfitrión del Bicentenario. Guste a unos cuantos, disguste a muchos e inquiete a varios, el profesor con lápiz en mano se adjudicó el sillón de Palacio de Gobierno. La disyuntiva de votar por el mal menor –por él o Keiko Fujimori– encontró desenlace en medio de un supuesto fraude que, duela a quien le duela, hasta la publicación de esta nota ninguna institución oficial local y extranjera había brindado ligero apoyo. Así entonces, ¿es factible pensar que las angustias del dilema político cesaron para bien de la sociedad? Pues no. Tal esperanza está más lejana que el descubrimiento de la vacuna contra el egoísmo. Las ganas de batallar mantienen probabilidades de resurgimiento.

Como en repetidas ocasiones virtuales comenté con amistades, aún me hierve la duda cuando medito sobre la perpetuidad del conflictivo mal menor. ¿La decisión forzada nace y muere al terminar una segunda vuelta? Según mis ojos y datos de corto plazo, no. Esta puede resucitar como el ave fénix. Hoy, ya con mandatario nombrado, enfrentamos un inquietante escenario. Los picos de incertidumbre no cesan a los vientos huracanados del Sr. Castillo, el flamante presidente. Sabiendo solo Dios el por qué, el jefe de estado entrante aún lleva a cuestas las principales migrañas de su campaña. Es claro que le está costando dos eternidades, asumir posición firme frente a la ideología roja sangre que a todos atemoriza. Asimismo, su desesperante silencio mediático, y lo que este acarrea, sigue siendo el objetivo en el cual arriban con efectividad los dardos de sus opositores.

Del otro lado de la accidentada carretera, el horizonte es igual de preocupante. La Sra. Fujimori, pese a su no muy claro reconocimiento del resultado de las elecciones, sazona el tabloide con un pasado combativo muy cercano, de no más de cinco años. El rol que le toca asumir como perdedora en esta contienda, nos devuelve la posibilidad de vivir la zozobra e impotencia que nos regaló al desafiar abiertamente al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Obstruccionismo y escasa empatía con las necesidades del pueblo, fueron las marcas de la bancada de esta política con casi 30 años de experiencia en asuntos de estado. Ojalá, y todas las vírgenes regionales nos escuchen, no cocine y sirva el mismo tamal en las mesas de los peruanos. Ya en estas, fruto de la pandemia, nos falta pan y hasta uno o dos comensales. Sra. Fujimori, Sr. Castillo, señoras y señores, démonos pues un baño de sensatez. Evitemos a toda costa un nuevo dilema.


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